Juan Pablo Offidani es el hijo de un escribano reconocido en esa ciudad. Para defenderse de las acusaciones por el crimen de Lucía Pérez, contrató a un abogado que es director general en la municipalidad de Carlos Arroyo. La fiscal aún no caratuló el caso como femicidio.
Hoy Mar del Plata amaneció con la noticia de que a Juan Pablo Offidani lo representa legalmente un hombre vinculado al gobierno del intendente Carlos Arroyo. Para defenderse de la acusación por el femicidio de Lucía Pérez, el hombre de 41 años contrató a Cristian Prada. El abogado es el director general general del programa “Control y Supervisión de los Servicios de Seguridad Privada”, de la Secretaría de Seguridad y Justicia municipal. En 2015, Prada defendió a nueve de los 50 padres denunciantes del Colegio Gianelli por supuestos abusos sexuales de una profesora de música: ahora debe defender a uno de los hombres que drogó, violó y empaló a la adolescente de 16.
Mientras los medios bautizaron a Offidani y Martín Farías -los dos acusados del crimen de Lucía- como “seres diabólicos”, la justicia aún duda si caratulará el caso como femicidio o no. “No sé por qué todos esos actos de horror con una criatura. No lo hicieron sólo porque es mujer. Yo tengo que dejar la moral de lado y ajustarme a lo técnico o sea al artículo 80 del Código Penal”, dijo a Cosecha Roja María Isabel Sánchez, fiscal a cargo del caso.
En la portada del expediente está escrito “Homicidio criminis causa, abuso sexual seguido de muerte” pero la Defensoría del Pueblo bonaerense pidió que el asesinato de la adolescente sea investigado bajo la figura de femicidio y justificó la petición en la necesidad de que se respete el inciso 11 del artículo 80 del Código Penal.
A la fiscal le preocupa la diferencia etárea. “La chica tenía 16 años, una diferencia respecto a los atacantes. Farías tiene 23 y Offidani, 41. Además, ya tengo probada la participación de un tercer hombre de 61 años que no estuvo en la violación ni en el asesinato pero sí en el ocultamiento del hecho. Lucía era particularmente vulnerable. Los asesinos no tienen la misma edad que la víctima y eso es un agravante”, insistió la fiscal.
A María Isabel Sánchez se la escucha cansada y se niega a hacer comentarios acerca de la naturaleza de los actos de los criminales. “No se circunscribe solamente a un crimen contra una mujer. La situación es otra: la puerta del colegio, las redes sociales. Las chicas fueron engañadas por un porro. Pudieron haber caído las dos. Fue una casualidad que la amiga de Lucía no hubiera ido con ellos, porque se la quisieron llevar también. Esos hombres actuaron con horror”, dijo.
Todos los datos del crimen indican que fue un femicidio. “Es de manual”, dijo el abogado penalista Rodrigo González. “Los atacantes se aprovecharon claramente de la condición de mujer de la adolescente. Porque si no hubiese sido por su condición de mujer no la hubieran violado. Es posible que a medida que vaya sumando nuevos elementos, la fiscal vaya ampliando. Esa es también una manera de darle garantías a los acusados para que puedan defenderse. Si no se amplía lo suficiente, entonces puede aparecer algo que se llama ‘Principio de incongruencia’. Esto quiere decir, vos me indagás por esto y luego me acusás por algo que no me indagadaste y el juicio se cae, explicó a Cosecha Roja.
Las pericias toxicológicas estarán listas la semana que viene pero las de ADN tardarán unos 25 días. En tanto, “Chinchilla” Farías y “El cicatriz” Offidani, hijo adoptivo de un prestigioso escribano de Mar del Plata, están alojados en el Unidad 44 de Batán.
La otra Lucía
La historia personal de Juan Pablo Offidani volvió a circular en un sector de Mar del Plata vinculado al mundo judicial. El hombre de 41 años fue adoptado cuando era un bebé por Alicia y Eduardo, de 80 años. Quienes conocen a los Offidani dicen que Alicia fue una madre amorosa y dedicada. La familia se completó unos años más tarde con el nacimiento una niña a quien llamaron Lucía. Mientras ella crecía, Juan Pablo fue al mejor colegio de la ciudad y después de clase practicaba equitación, natación y aprendía idiomas. Cuentan que sus padres se desvivían por él.
En la adolescencia comenzaron los problemas. El chico entró en una etapa de rebeldía, dejó de estudiar y sus padres lo mandaron al psicólogo. Los rumores se lo atribuyen a las diferencias en el aspecto físico de Juan Pablo y su hermana. Eduardo, Alicia y Lucía eran parecidos entre ellos. Juan Pablo, distinto.
La juventud le llegó sin estudios y sin trabajo. El papá, por consejo de su nueva pareja, una mujer brasileña, invirtió mucho dinero en la compra de una posada en Trancoso. Juan Pablo viajó a Brasil y se dedicó al consumo de drogas, cerró la posada y regresó a la Argentina con una mujer y el hijo de ella: era nada menos que Martín Farías, el otro detenido por el femicidio Lucía Pérez.
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