El mismo día que miles de mujeres marcharon en las plazas de más de 150 ciudades del mundo, la Cámara de Diputados de la Nación le daba media sanción al proyecto de ley que establece la paridad para varones y mujeres para los cargos electivos.
El miércoles negro sin duda marcó nuestra historia. Ese día le demostramos al mundo la fuerza que tenemos, lo que logramos cuando nos unimos y lo que ya no queremos.
Nos cansamos. Nos cansamos de ser las más pobres, las precarizadas laboralmente, las más desprotegidas, las golpeadas, las violadas, las asesinadas. Nos cansamos de ser las ninguneadas por nuestros compañeros de trabajo, las novias, hermanas, amantes y esposas que vienen a llenar un cupo en las listas partidarias. Nos cansamos. Somos fuertes, estamos juntas y estamos listas para ocupar los espacios que nos corresponden.
En los años que llevo militando entre mujeres, mujeres trabajadoras, luchadoras incansables, en los que pude ver la fuerza femenina, nunca había visto algo así. Mientras en las calles en llanto, bajo la lluvia que no abandonó la marcha, se escuchó más fuerte que nunca “Vivas nos queremos”, en el Congreso Nacional se gritó “Queremos paridad”. Y se logró.
Formo parte de un espacio político que hace años decidió luchar contra la injusticia, en todas sus formas. Que no descuida las causas sociales de la desigualdad, pero tampoco perdona la impunidad individual.
En ese continuo que no espera el cambio total o la nada, es que entendemos que hay que resolver las consecuencias y también las causas. Hay femicidios impunes porque hay leyes injustas, y hay leyes injustas porque las mujeres estamos injustamente representadas en los espacios donde se decide ni más ni menos que sobre nuestras vidas. Pareciera que el mundo no fue hecho para las mujeres.
La incorporación de la paridad cree firmemente en el poder transformador de la política, como espacio de representación y posibilitador de cambios. No es cosa de políticos, como he tenido que escuchar a la hora de debatir la paridad en la provincia. La participación es condición de posibilidad de mejoras en la vida cotidiana. Y tampoco hay “temas más importantes o más urgentes”, la paridad viene a resolver urgencias, a sanar heridas que naturalizamos pero nos colocan en lugares de desventaja, de inferioridad, por debajo, en el silencio y a oscuras.
Queremos mujeres con mayor participación en las empresas, las fábricas, los sindicatos, pero cómo podemos lograrlo si ni siquiera es posible la justa representación por género, condición necesaria, aunque sabemos que no suficiente.
Podemos hacer historia. En unos años, nuestras hijas se criarán en un mundo donde ellas si podrán estar en el Congreso, donde ellas si podrán legislar y se prepararán para eso. Ya nadie les va a decir que su lugar es la casa, ahora hay una ley que las obliga a ser valientes, a animarse.
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