Laura tenía 35 años, la edad promedio en la expectativa de vida de las personas trans. Apareció en un baldió, asfixiada y golpeada. La justicia cordobesa capturó sospechosos y los liberó por falta de pruebas. “Pasó más de un año y hay que empezar todo de nuevo”, dijo la fiscal que investiga el caso.
La mañana en la que asesinaron a Laura Moyano, alguien difundió su foto por Whatsapp. En la imagen se la veía tendida en el suelo, desnuda en sus partes íntimas. Tenía la cabeza ensangrentada, la boca entreabierta y los ojos cerrados. La imagen circuló entre los vecinos de su barrio. El pelo naranja recién decolorado resaltaba con el marrón de la tierra. La encontraron en un terreno abandonado donde antes había funcionado una fábrica de cemento y cal.
A casi un año y medio del crimen, la investigación volvió a fojas cero. La fiscal Liliana Copello detuvo a cinco personas y las liberó por falta de pruebas. “No hay nada, hay que volver a empezar todo de nuevo”, dice.
El primer sospechoso fue un hombre de 36 años. Había mantenido una supuesta relación sentimental con Laura. Los demás fueron acusados juntos. Eran tres hermanos y una menor de edad que vivían cerca del barrio. Antes de la feria la fiscal dará a conocer un nuevo cotejo de ADN perteneciente a dos de esas personas.
Cuando al mediodía del de 25 de julio de 2015 la Policía fue a la casa de los Moyano a preguntar si “alguien de la familia era travesti”, Soledad sintió frío por la espalda. Su hermana había salido a bailar la noche anterior y todavía no había regresado. La estaba esperando preocupada. “Laura respetaba mucho la casa y no desaparecía sin avisar”, dice.
Los oficiales le pidieron a la familia que los acompañara a reconocer el cuerpo. Fueron hermanos y primos pero Soledad se negó. “Me repetía a mí misma que no podía ser, no podía ser”. Les describió el atuendo que llevaba Laura; el mismo de la foto que ya se había viralizado. Cerró la puerta y caminó por la casa nerviosa. Le dio una patada a un ropero y se desmayó por el shock.
“La justicia no nos dice nada y al no saber quién la mató uno maquina todo el tiempo”, dice ahora Soledad. “Todas las noches le pido a Laura que se me aparezca y me dé una pista. Le pregunto quién la mató”.
Para Devenir Diverse, el Poder Judicial invisibiliza los derechos de la comunidad trans. “Si antes nos encarcelaban y mataban, ahora nos niegan justicia y nos siguen imponiendo una invisibilización de los derechos que logramos. Las causas por crímenes contra las compañeras no se mueven, quedan cajoneadas”, dice Ivana Aguilera, vicepresidenta de la organización.
Laura murió asfixiada. La pericia forense determinó que utilizaron un elemento contundente, como un objeto o una pisada de zapato. Tenía una fractura de tabique y el cuerpo golpeado.
Fotos policiales
El día que apareció muerta, la cámara de seguridad de una estación de servicio inmortalizó una escena: Laura caminando junto a un hombre esbelto. El rostro de ella se identificó con mayor nitidez. Pero la luz del sol borró la identidad del acompañante. No se le veía la cara. Caminaban por la Donato Álvarez, la misma avenida donde quedaba el boliche y donde fue asesinada.
El entierro fue un domingo, al día siguiente del crimen. Soledad decidió la vestimenta de Laura. Le pusieron una remera blanca con la cara de Marilyn Monroe; una calza verde de plush con un detalle de tachas, y un par de soquetes a estrenar.
Una caravana acompañó el cajón hasta el cementerio. Las imágenes por Whatsapp de Laura recién asesinada habían llegado a los celulares de familiares, vecinos y gente de otras zonas.
“Yo estaba indignando, ¿quién sacó esas fotos y las pasó?”, se pregunta Jorge, un primo de Laura. En una entrevista con personal de Homicidios quiso averiguar sobre el tema. “Les pregunté qué pasó con esas fotos. Me dijeron que me quede tranquilo, que habían sido los policías. Después se hicieron los boludos, como para no quemarlos”.
Las fotos de Whatsapp forman parte del expediente al igual que otras pruebas. “No creo que hayan sido de la policía, también había vecinos mirando, pudo ser cualquiera”, dice una fuente de la causa. En la imagen se la ve a Laura de cerca, en un primer plano con pleno acceso y la escena del crimen despejada. La familia insiste en que la imagen se grabó en un celular de los policías. “¿Quién iba a sacar esas fotos si no fueron ellos?”, dice el primo de Laura.
“Soy la más perfecta imperfección”
“Una vez con mi papá le sacamos en cuotas una pollera y unos tacos. Eran altos, de corcho y con flores”, dice Soledad. Pero Laura tenía los pies grandes y los zapatos eran angostos. Prefirió cambiarlos por unas zapatillas que usó dos veces. Luego la mataron y se las quedó otra hermana.
“Soy la más perfecta imperfección, yo no tengo creador, yo a cada rato lo invento”, solía cantar. Le gustaba el cuarteto y aprender las letras. Para la familia estaba en un proceso de trance. Soledad la estaba ayudando a averiguar sobre los trámites para el nuevo DNI. No sabía leer ni escribir, y hacía unos meses había empezado la escuela primaria para adultos.
“Ella tenía expectativas de poder adquirir ese capital cultural, estudiar y conseguir algún trabajo estable”, explica Roxana Murúa, trabajadora social del centro de salud del barrio. “Hablábamos de tener un ingreso, de divertirnos, reírnos; salud es esto también”, dice Roxana. El 3 de junio de 2015, un mes antes del asesinato, se hizo la marcha nacional Ni Una Menos. Ese día Laura tomó un colectivo hacia el centro para marchar con las mujeres.
Según un estudio de las organizaciones de diversidad ATTA y Fundación Huésped la la expectativa de vida de las mujeres trans es de 35 años. Es la edad exacta que tenía Laura al momento de morir.
Fotos: Javier Ferreyra (Día a Día) – Colectivo Manifiesto
*Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja. También será publicada en Cba24n.
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