Por Laura Oszust

 

“Los mejores cuerpos del verano.” La frase forma parte de la lista de zócalos que se pueden leer en la pantalla de programas de televisión, de diciembre a marzo. No son actrices, vedettes, cantantes, modelos o mujeres, son cuerpos. Toda una definición.

Estalla el verano y el interés por la anatomía femenina comienza a crecer. De sobra se sabe que los medios audiovisuales emiten imágenes de mujeres y las repiten hasta el cansancio, y no hace falta haber tenido lecturas sobre género y feminismo para que un ciudadano común sepa, o por lo menos haya escuchado, que esa práctica genera la cosificación de la mujer, dentro de la modalidad de violencia mediática. Tal vez por este despertar concientizador el debate sobre el uso de la figura femenina como objeto alcanzó dimensiones inesperadas, por suerte.

 

Juego de tronos. Las fiestas regionales del país se desarrollan durante todo el año, pero es desde enero a marzo que tienen lugar festivales como la Fiesta de la Vendimia (Mendoza), la Fiesta Nacional de Mar (Mar del Plata), la Fiesta de la Manzana (Río Negro), el Carnaval de Gualeguaychú (Entre Ríos), entre otros. Y tienen como particularidad celebrar lo tradicional del lugar. Crecieron en convocatoria cada año, y hasta se convirtieron en verdaderos shows, con artistas invitados internacionales, como Ricky Martin y Chayanne. Esas fiestas, además, tienen la particularidad de premiar a una mujer con el título de Reina. ¿Qué la hace acreedora de la corona? Según el reglamento de la elección de la Reina de la Vendimia 2016 el veredicto del jurado (el que se advierte “definitivo e inapelable”) “se basará en la belleza, figura, porte, cultura, personalidad y simpatía de la candidata elegida”. Salvo por el ítem referido a la cultura, para el veredicto final sólo se tienen en cuenta atributos vinculados a su físico. Las evaluaciones son subjetivas: no se explica qué tipo de personalidad se debe tener, cuán simpática se debe ser o cuánto se haya leído a Borges o a Cortázar. Será por eso que aclaran que el fallo es definitivo e inapelable.

Otro punto curioso del reglamento es el de las condiciones para poder participar. Están habilitadas para presentarse aquellas mujeres (las mujeres trans no pueden participar) con un tiempo de residencia en Mendoza no menor de tres años, que sean mayores de 18 y menores de 25. Hasta el 2016, en Mendoza, según el reglamento la concursante debía medir como mínimo 1,60cm de altura descalza y las causas para ser removidas de su puesto eran “matrimonio y embarazo, entre otras circunstancias que impliquen el impedimento para el ejercicio de su reinado”. El año pasado estas dos condiciones fueron eliminadas por iniciativa de la Secretaría de Cultura de la provincia, lo que generó tensiones. Algunos municipios advirtieron que no acatarían los cambios.

La presidenta de la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia, Soledad Reina -es su verdadero nombre-, no está de acuerdo con estos cambios: “Para una chica embarazada o con un hijo y que tenga actividades vendimiales, es muy engorroso y más riesgoso, por diversos factores”. Con esa visión “engorrosa” de la maternidad le quitaron la corona a Tamara Fernández, elegida Miss Mundo Neuquén 2016 por tener una hija. En el caso de las reglas de Miss Mundo Mendoza no sólo no se puede tener hijos sino que la ganadora tampoco puede “planificar un embarazo hasta un año después de la elección”.

A pesar de la modificación, continúa siendo condición ser soltera, quizás presentarse casada o con novio haría descender la promoción de la provincia, principal función que tiene la Reina en su período.

Una vez conquistado el cetro de Mendoza hay que seguir ciertas reglas. “La Reina y la Virreina contraerán el compromiso de acceder a los requerimientos del Departamento Ejecutivo por intermedio de la Coordinación de Ceremonial y Protocolo con el fin de sus presentaciones en público en distintos actos oficiales, Fiestas Provinciales o Nacionales”, aunque no se especifican esos requerimientos.

En esos concursos se dispone de la mujer desde el momento en que se presenta hasta luego de ser ganadora. No sólo se determina cómo debe ser físicamente sino qué forma de vida personal e íntima debe tener. Son casos en los que la violencia simbólica refuerza la cosificación. Le dicen cómo comportarse, cómo ser, cuánto sonreír para ser lo suficientemente simpática, cuándo ser un objeto sexual y cuándo ser un objeto puro y maternal.

 

¿El fin del reinado? En los últimos meses han sido noticia las suspensiones de concursos de marcas relacionados con la belleza femenina, como “La cola Reef”, pero también provincias y municipios han tomado la iniciativa de quitar el premio de Reina y otorgarlo a una personalidad transcendente en el ámbito social o cultural. Es el caso de Gualeguaychú, su intendente Martín Piaggio decidió cancelar los concursos para elegir reinas del Turismo y de los corsos populares explicando que esta “iniciativa apunta a evitar la cosificación y estereotipación de la mujer, en el marco de la lucha contra la violencia de género”. Este año se elegirán a dos representantes culturales que pueden ser hombres o mujeres. Más allá de esta iniciativa gubernamental el tradicional carnaval de las comparsas seguirá eligiendo a su Reina del Carnaval, dado que no es un evento del municipio sino de clubes, por ende privado, y la decisión recae en los organizadores. Lo contradictorio es que Piaggio, además de ser intendente de la ciudad, es el director de la batucada de la comparsa O Bahía, que volverá a competir este año y presentará a su candidata para Reina del Carnaval.

Otros municipios del país también han suspendido las elecciones de reinas, como El Hoyo (Chubut) donde se realiza la Fiesta Nacional de la Fruta Fina o en Viedma (Río Negro) donde se lleva a cabo la Fiesta del Río. En Buenos Aires, la localidad de Chivilcoy fue pionera, y luego se sumaron Villa Gesell, Coronel Suárez y Junín. Los funcionarios que presentaron los proyectos para cancelar estos reinados argumentan que con esos concursos se está cosificando a la mujer y ejerciendo violencia de género.

Resulta comprensible que si alguien se inscribe en un concurso de belleza con los requisitos que posee, se atiene a las condiciones y tampoco debe ser juzgado por decidir participar, sea cual fuere su razón. Pero la objetivación, la estereotipación y la violencia no es sólo hacia la mujer que se presenta, sino hacia la que observa desde abajo de la pasarela. No hace falta leer el reglamento para percibir que el canon de belleza es el de una mujer de más de 1,60, delgada, sonriente y con buen humor, y que si mide 1,55cm, no tiene 60cm de cintura y no muestra los dientes todo el tiempo, no es posible calificar. Y para una mujer no ingresar en esos parámetros resulta estigmatizante. Por esta razón el colectivo Ni Una Menos de Mar del Plata se opone a la elección de la Reina del Mar que se desarrolló esta semana. En su comunicado la organización sostiene: “(Lo que genera la elección de la Reina del Mar) No sólo es fortalecer estereotipos de belleza que son tóxicos y que promueven la bulimia, anorexia y depresión en mujeres jóvenes; es la reproducción de la mujer como mercancía, en medio de una pandemia de violencia de género y femicidios”.

Desde 2009 existe en el país la ley 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia hacia las Mujeres que contempla la violencia simbólica definida como: “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.

Los discursos hegemónicos que son producidos y reproducidos por los concursos de belleza, y replicados e instalados por los medios de comunicación, generan que las mujeres sigan reglamentos en su vida cotidiana queriendo alcanzar un modelo de lo aceptable, de lo esperable y de lo exitoso, allí radica la subordinación. Y yendo a un análisis más extremo del caso, el punto que regula la maternidad de la candidata y la Reina choca en alguna arista con la violencia contra la libertad reproductiva. Sin embargo luego de casi ocho años de sancionada la ley, hoy se instala el tema en agenda y eso produce una reacción del otro lado. Al criticar los discursos de estos eventos el machismo se esconde y justifica detrás de la tradición como si las costumbres no pudieran ir transformándose con el tiempo, y son las participantes de estos eventos las que encabezan la defensa del concurso y su corona acusando a otras mujeres de coartar su libertad.

“¿Pueden garantizar que la violencia de género va a terminar, erradicando la elección de una Reina Nacional?”, se pregunta Natalia Cumuzzi, 44° Reina Nacional del Mar. Posiblemente no, pero poner el tema en debate es el primer paso para destruir esos relatos que sostienen la violencia.