Romina Cisterna había salido a bailar con sus amigas. En el boliche Sheik de Santa Rosa de Calamuchita también estaba su excompañero de primaria, Leonel Federico Rivero. Él quiso sacarla a bailar pero ella lo rechazó. Una amiga de Romina contó que esa noche Rivero estuvo detrás de ellas por el boliche. Horas después, cuando Romina volvía a su casa, la interceptaron, abusaron de ella y la asesinaron a golpes. El cuerpo quedó tirado en el patio delantero de una casa desocupada, a dos cuadras de donde vivía.
“No, no, no, no”, “dejame, dejame”, alcanzó a decir Romina antes de que la mataran. Dos personas escucharon los gritos.
Hoy empieza el juicio contra Rivero en la Cámara del Crimen de Río Tercero. Está acusado de homicidio calificado “criminis causae”, abuso sexual con acceso carnal y robo en concurso real. Para la fiscal de instrucción Andrea Heredia Hidalgo, Rivero mató a Romina para ocultar el abuso y el robo o conseguir impunidad por esos delitos.
El domingo 6 de diciembre de 2015, a eso de las 6.30, Romina se fue de Sheik. Ya era de día y su casa estaba a pocas cuadras. Varios testigos vieron a esa hora a Rivero, de 24 años, sentado en un banco que está del lado del puente colgante que da hacia el barrio Villa Santarelli, donde vivía la joven. Incluso, alguien la vio a ella en el momento que cruzaba por el puente en dirección a su casa, y por lo tanto, hacia el sector donde estaba el acusado.
Para la fiscal, Rivero sorprendió a Romina en ese lugar, la amenazó con algún elemento cortante, y la llevó hasta una casa desocupada para abusarla y robarle. Según Heredia Hidalgo, cuando ella quiso resistirse, Rivero la golpeó con un tronco y la arrastró hasta el jardín delantero de la casa, cubierto por un cerco de ligustros, donde la violó. La joven murió por los golpes en la cabeza.
Esa mañana un niño de 8 años encontró el cuerpo semidesnudo de Romina cuando jugaba en la calle. Junto al cadáver estaban los restos de una cadena con un crucifijo, como la que solía usar Rivero.
Sin agravante
A Rivero no lo van a juzgar por femicidio. Para la fiscal Heredia Hidalgo, no se daban los requisitos del Código Penal para aplicar esa figura. Tomó como antecedente el fallo por el crimen de Paola Acosta de la Cámara Cámara 11ª del Crimen: es la misma resolución de mirada restrictiva que luego fue modificada por el Tribunal Superior de Justicia. La fiscal descartó el femicidio porque Romina y Rivero no eran pareja y porque interpretó que el asesinato no tuvo que ver con la condición de mujer de Romina.
El fiscal de Cámara, Gustavo Martín, dijo que no tiene previsto pedir que se aplique la figura del femicidio al comienzo del debate pero lo analizará con las audiencias. Lo mismo hará el querellante, Carmelo Zuccarello.
El 9 de marzo pasado, el Tribunal Superior de Justicia falló sobre el femicidio de Acosta y fijó criterios para la aplicación del agravante de violencia de género. Definió que no es condición que haya una relación previa y que lo importante es determinar si para el asesino la mujer es inferior. Es decir, si existe una relación jerárquica que llega al límite con la cosificación, el trato humillante o la degradación.
Hasta ahora, todas las condenas que llevaron el agravante en Córdoba fueron para femicidas que tenían un vínculo de pareja o expareja con las víctimas.
Violencia en el cuerpo
Hacía dos semanas que Romina había vuelto a vivir a la casa de su mamá. Se había quedado sin trabajo y no podía seguir pagando el departamento que alquilaba. En el último tiempo se la pasaba repartiendo currículums. El día previo al crimen estuvo en una pizzería para ver si conseguía empleo. Hacía poco había empezado la escuela nocturna para terminar la secundaria. De novia con David, un chico de Alta Gracia, los dos estaban viendo la posibilidad de irse a vivir juntos.
En el cuerpo de Romina no encontraron material genético de Rivero. Donde sí hubo coincidencia fue en un ladrillo que estaba en la escena del crimen y que se sospecha que Rivero habría usado para atacarla: tenía el ADN de la víctima y del acusado. Los resultados de las pruebas se incorporaron cuando la causa ya estaba elevada a juicio.
Familiares de Rivero dijeron haberlo visto la mañana del crimen con raspones en el cuello, arañazos en la cara y sangre seca en la cabeza. Fue antes de que armara un bolso y se fuera de Santa Rosa de Calamuchita. Al día siguiente fue detenido en Catamarca, donde apareció el teléfono celular de Romina: una mujer que conocía al acusado declaró que él se lo había dejado en su casa.
El femicidio de Romina fue un cimbronazo para Santa Rosa de Calamuchita. Su caso se convirtió en un emblema del reclamo de #NiUnaMenos en esa ciudad de 15 mil habitantes. Hubo marchas para pedir justicia y hasta una presentación de la familia ante el Concejo Deliberante para que algún espacio público lleve su nombre. Hasta ahora, ningún lugar de la ciudad recuerda a Romina.
*Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja y también será publicada en el diario La Voz de Córdoba
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