Diecinueve nombres nuevos fueron arrojados por el Pozo de Vargas en estos primeros diez días de junio. Diecinueve personas cuyas historias trataron de enterrar, quemar y tapar con escombros en lo que fuera un pozo de agua. Diecinueve vidas que trataron de desaparecer. “Justamente la presencia del agua y el material sólido fue lo que permitió que se conserven mejor los restos”, dijo este jueves en la sala de audiencias donde se realiza el juicio por la megacausa Operativo Independencia uno de los peritos que trabaja en la investigación en la inhumación clandestina “Pozo de Vargas”.
Muchos de esos nombres fueron conocidos en alguno de los doce juicios por delitos de lesa humanidad que se vienen realizando en la provincia. Amigos y familiares cerraron cada declaración exigiendo y hasta suplicando saber dónde están. El silencio y la negación fue la respuesta. “La identificación permite demostrarle a la sociedad que los crímenes que venimos hablando, que ese plan sistemático fueron hechos concretos”, dijo en una entrevista a este medio —en octubre de 2016— Marta Rondoletto. En esa oportunidad se había identificado los restos de su cuñada, Azucena Bermejo, y ese nombre se sumaba los otros tres miembros de su familia cuyo destino se había conocido meses antes. Hoy, ocho meses después, el juzgado informa que su padre, Pedro Rondoletto, también se encontraba en el Pozo de Vargas.
Julio César Campopiano es otro de los nombres reconocidos que figura en el listado proporcionado por el juzgado. Pirucha Campopiano, su madre, fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo en Tucumán y su búsqueda, junto a la de otras mujeres, se hizo bandera. Quienes recordaron a Julito en la sala de audiencias durante la Megacausa Jefatura II Arsenales como el poeta sensible y comprometido. En ese mismo juicio, la esposa de Armando Archetti detalló cada gestión que hizo por encontrar al santiagueño con el que había decidido compartir su vida. Las historias de María Trinidad Iramain y de María Teresa ‘Mori’ Sánchez se conocieron la primera semana de agosto del año 2013 en el juicio que condenara a 34 de los 37 imputados. El mismo proceso donde se supo que el ex conscripto Federico Adolfo Furth no volvió más después de haber ido a buscar su libreta de enrolamiento en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga. Donde se escuchó hablar de Ángel Vicente Manfredi, cuyos restos fueron identificados recientemente en el Pozo de Vargas.
Humberto Rubén Ponce, quien también figura en el listado, fue secuestrado en mayo de 1977. Su historia está vinculada a la del doctor Ángel Pisarello, con quien supo trabajar codo a codo como su secretario. A estos nombres se suman los de Dardo Exequiel Arias, René Armando Castellano, Hugo Demetrio Castro, Alba Luz Consentino, Néstor Ubaldo Herrera, Félix Daniel López, Julio Antonio Martín, Ángel Alfonso Medina, Juan Carlos Trejo, Hugo Arnaldo Vega y Ricardo Alberto o Rolando de Jesús Pisculichi. Los hermanos Pisculichi fueron denunciados como desaparecidos en junio de 1976. Los restos óseos hallados, desde el punto de vista genético, no pueden ser identificados con precisión según informan los peritos.
Con estas 19 nuevas identificaciones se eleva a 105 el número de ‘reaparecidos’ en el Pozo de Vargas. Ese lugar donde todavía falta trabajo por hacer, donde los peritos se sumergen, cada semana, a la oscuridad más oscura para extraer restos. Restos que traen consigo el testimonio irrefutable de lo que pasó. Restos que acercan esa verdad que se sigue queriendo negar o justificar. Restos que ojalá restituyeran algo de justicia o de paz para quienes quedaron preguntando ¿dónde están?
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