Incredulidad, emoción y abrazos apretados sellaron las primeras reacciones tras el fallo del Tribunal Constitucional. Décadas de lucha y organización feminista dieron pie a la recuperación de un piso mínimo en sus derechos sexuales y reproductivos.
Durante tres días, el frontis del Tribunal Constitucional se había convertido en el escenario de una batalla ideológica. Cunas, biblias y fetos en miniaturas se robaron la atención de los medios mientras más de 135 personas acudieron a exponer sus argumentos a favor y en contra del proyecto de aborto en tres causales.
Pese a ser aprobado por el Congreso, dos requerimientos de los sectores más conservadores de Chile bastaron para poner en duda su posibilidad de convertirse en ley.
“Canta fuerte/ que no se apague tu canto/ en el vientre claman nuestros hermanos”, cantaba un coro de más de treinta intérpretes de una agrupación religiosa. Alrededor del edificio, ubicado en pleno centro de la capital, el megáfono de los evangélicos y la presencia del Pastor Soto con sus amenazas de calamidades sazonaban aún más la tensión de la espera.
Personas autodenominadas “pro-vida” improvisaron una danza incomprensible sobre el suelo lleno de flores, vestidas de blanco y rodeando a una mujer disfrazada de médico, que no despegaba los ojos de un feto plástico entre sus manos. Esa y otras extrañas performances se convirtieron en las víctimas predilectas de memes en redes sociales.
El público en vivo también respondía:
-¡Protegen al feto hasta que sale fleto!
Mujeres y organizaciones feministas de diversas tendencias se agruparon durante más de dos décadas con el objetivo de recuperar un derecho que les fue arrebatado en dictadura. Por eso estaban ahí, una vez más. Esta vez, para saber si la institucionalidad –de anunciada hegemonía masculina- permitiría a niñas y adolescentes violadas interrumpir sus embarazos. Si acaso los diez ministros que integran el Tribunal estimarían terminar con el dolor de las mujeres que arriesgan sus vidas por parir y de otras que son obligadas a cargar por nueve meses con fetos inviables.
Tres circunstancias extremas para abrir una puerta clausurada por la bota militar. Volver, por desalentador que suene, a rescatar un derecho que les fue otorgado en 1931.
El secretario general del Tribunal Constitucional, Rodrigo Pica, fue escueto ante la expectación de los medios. Con seriedad extrema y sin rodeos, dio a conocer el fallo:
-El acuerdo adoptado consiste en el rechazo de ambos requerimientos por 6 votos contra 4, respecto de las tres causales de despenalización del embarazo. La objeción de conciencia –del equipo médico- se acogió por 8 votos contra 2.
Sus palabras se tornaron increíbles durante varios minutos. La mayoría de los defensores del aborto en tres causales estaba preparado para un escenario peor, escépticos ante el sentido común de un país donde la sodomía consentida entre hombres adultos fue considerada un delito hasta 1999 y el divorcio se legalizó recién en 2004. El mismo que, junto a otros estados, como El Vaticano, prohibe bajo cualquier circunstancia la interrupción del embarazo a sus mujeres.
Por ello, el veredicto aún parecía irreal.
“¡Ganamos!” retumbó en las afueras del TC, al mismo tiempo en que se abrieron las champañas. Bajo el sol y entre lágrimas, las mujeres gritaron, aplaudieron y se abrazaron estremeciendo a numerosas otras que a kilómetros siguieron el momento por televisión.
El aire se inundó de calor y sororidad. Habían sido meses difíciles, en medio de un violento debate parlamentario que llegó a sugerir que algunas de ellas inventarían violaciones para abortar.
Insistieron en que con tres causales no bastaba. Por lo mismo, varias aprovecharon el momento para arengarse a continuar la pelea por el derecho a decidir de todas. Pero no podían evitar sonreír de incredulidad y recuerdos porque las marchas, concentraciones, asambleas y organización de años estaban dando sus primeros frutos, cumpliendo anhelos tan profundos como negados.
“¡No lo puedo creer, ganamos!”, repetían al estrecharse.
Los planes de la derecha conservadora sobre sus vidas habían fracasado. Aunque los legisladores argumentaron que la propuesta trasgedía los límites de la Constitución impuesta en dictadura, el marco legal de Pinochet no fue suficiente para consentirlos. El Tribunal ya había dado su última palabra.
“Vienen cosas terribles para Chile porque le estamos dando la espalda a Dios”, lloró una mujer cristiana, mientras otros cerraban los ojos y pedían explicaciones al cielo. Derrotados, fueron abandonando la céntrica calle de Santiago hasta casi mezclarse con el festejo efusivo de las feministas, que ya no tenían tiempo para ocuparse de ellos.
Esta nota se escribió en el marco de la Beca Cosecha Roja.-