La fundación internacional Innocence Project representará a Santos Clemente Vera, preso por el doble femicidio de las turistas francesas. La organización se dedica a asesorar en casos en los que por error judicial o causa armada personas inocentes son condenadas. A seis años del asesinato de Cassandre Bouvier y Houria Moumni, la investigación es cuestionada y parece estar lejos de resolverse definitivamente.
Por Florencia Adorante
Encarcelado en 2011, absuelto en 2014 y condenado a prisión perpetua en 2016, Santos Clemente Vera pasa los días privado de su libertad en el penal de Villa Las Rosas, Salta Capital. Es uno de los dos presos que hay por el femicidio de las turistas francesas, el único que se proclama inocente.
El 29 de julio de 2011, cerca de las 19, unos turistas encontraron el cuerpo de Cassandre Bouvier de 29 años en el mirador de la Quebrada de San Lorenzo en plena temporada de invierno en Salta. Horas después, hallaron el cuerpo de Houria Moumni de 21 años.
El año pasado, la justicia absolvió a Daniel Vilte Laxi, aumentó la pena de Gustavo Lasi y volvió a condenar a Vera. En esta nota te contamos las claves del caso que cuestionan la culpabilidad de Vera.
Las pruebas y los peritos
Las primeras autopsias las realizó la doctora Ana María Vega, en el Hospital San Bernardo, la madrugada del 30 de julio. Cassandre murió por un disparo de arma de fuego que le impactó por encima de la frente. Tenía múltiples lesiones en el cuerpo y en su zona genital, que probablemente hayan sido producidas durante un abuso sexual. Houria tenía un roce de proyectil en el antebrazo izquierdo, lesiones en su zona genital y una herida por proyectil de arma de fuego que ingresó por la espalda y salió por el pecho perforándole un pulmón. Probablemente agonizó durante 45 minutos.
La data de la muerte fue muy discutida. Vega determinó que murieron entre 24 a 72 horas antes del hallazgo de los cuerpos. Las virtopsias -autopsias virtuales- realizadas en Francia arrojaron el mismo resultado. Sin embargo, el Juez de Instrucción Martín Pérez insistió en fijar la fecha de muerte el 15 de julio, catorce días antes del hallazgo. Fue por un ticket de ingreso a la quebrada con esa fecha que había en el pantalón de una de las víctimas y por un informe de la bióloga María Rosana Ayón, miembro del Cuerpo de Investigaciones de Salta (CIF).
Ayón declaró que analizó las muestras tomadas durante la autopsia y las fotografías. Recorrió el mirador junto al Juez Pérez ocho días después de encontrar los cuerpos y determinó que la fecha de muerte fue 14 días antes del hallazgo. Aseguró que las aves carroñeras no descendieron para comer los cuerpos “por un instinto de supervivencia”.
Al momento de los peritajes, el CIF llevaba un mes de funcionamiento. En mayo de ese año cesaron sus actividades porque el Colegio de Abogados y Procuradores de Salta lo habían considerado inconstitucional. Un mes después, el gobernador Juan Manuel Urtubey promulgó la ley provincial 7.665 para permitir su funcionamiento.
Los acusados
En 2011 la justicia llamó a Clemente Vera dos veces. Primero para ser guía de quienes inspeccionaron el lugar del hallazgo de los cuerpos, y luego acusado de ser uno de los asesinos. El hombre de familia humilde trabajaba como jardinero en el country Buena Vista, muy cerca del mirador. Su casa queda a pocos metros de allí.
Gustavo Lasi es el otro preso por la causa. Fue quien acusó a Clemente Vera y Daniel Vilte de ser los asesinos de las turistas. Antes del juicio, Lasi declaró que había salido a cazar palomas con el fusil carabina 22 de su padre -un calibre exagerado para palomas-. En el camino se encontró a Vera y Vilte forcejeando con las víctimas. Lo invitaron a participar de la violación y él aceptó “para no quedar como un maricón”. Dijo que le dieron las pertenencias de las francesas y le sacaron el arma de su padre. Él se fue y no escuchó disparos. El 6 de agosto siguiente, durante un allanamiento, encontraron el celular y la cámara de fotos de las víctimas en la casa de su novia, Fernanda Cañizares.
El ADN de Gustavo Lasi apareció en los dos cuerpos. Tanto el perfil autosómico (que es el que identifica a la persona con una exactitud del 99,9 por ciento) como el marcador del Cromosoma Y que no identifica a la persona pero determina el linaje paterno de la familia. A Daniel Vilte ningún ADN lo vinculó con el hecho. En el caso de Clemente Vera, el perfil autosómico dio negativo. Sí dio positiva la prueba del Cromosoma Y realizada por el perito oficial Daniel Corach.
En los hisopados que se enviaron a Francia, no se encontró ningún rastro de Vera ni de Vilte, pero sí de Lasi. El abogado de Clemente, José Vargas, solicitó realizar una contraprueba. El juez dijo que no había ningún inconveniente, tenían un juego de muestras para ellos. Cuando el perito propuesto por la defensa, Eduardo Raimondi, asumió el cargo y pidió el material, la secretaria del juez dijo que criminalística había desechado las muestras.
Vargas solicitó que se envíe el remanente del material que se analizó en Francia. Las pruebas las realizó la Fundación Favaloro. No había rastros de Clemente. La defensa cuestionó el informe oficial, era el único que daba positivo para el marcador del Cromosoma Y. Corach se defendió argumentando que no habían analizado la misma porción del hisopo que él. El hisopo era el que habían desechado, dejando a Clemente sin la posibilidad de una contrapericia. La Justicia Salteña le negó su derecho a defensa.
Una pelea familiar
El abuelo de Gustavo Lasi era sobrino del abuelo de Clemente. Eso podría explicar el marcador del Cromosoma Y, pero el parentesco no fue valorado en el debate. Sí se aceptó la posibilidad de que haya contaminación en las muestras. En los cuerpos de las víctimas se encontraron tres perfiles genéticos más. Dos de varón y uno de mujer. Nunca los identificaron, tampoco hubo esfuerzos para hacerlo. El marcador del Cromosoma Y dio positivo también para Walter Lasi, el papá de Gustavo: la justicia lo sobreseyó.
A pesar del lazo sanguíneo, los Lasi y los Vera se odiaron desde siempre. Ambas familias son salteñas originarias de Río Yacones, departamento de La Caldera. Actualmente las tres familias Lasi, Vera y Vilte viven en San Lorenzo a 200 metros unos de otros, aislados entre las colinas. Los ranchos son de ladrillos de adobe, techos de chapa y baños en el patio y contrastan con las mansiones del country Buena Vista que están a unos metros.
En 1993 los abuelos de Gustavo Lasi denunciaron al papá de Clemente por una disputa por unos animales. La Justicia determinó que se incauten sus armas. Tenían que pagar para retirarlas. Estaban viejas y oxidadas. Nunca las fueron a buscar. Luego del doble femicidio, la abuela de Lasi, Juana Sarapura, presentó un informe que aseguraba que los únicos que andaban armados por la zona eran los Vera. Sarapura se refiere a las armas que dejaron de tener en 1993. La enemistad manifiesta de las dos familias no fue tomado como argumento válido por el Tribunal de Impugnación.
Irregularidades
Cuando el juez escribió la imputación se basó en el informe de un policía, el oficial Rodrigo Bautista. Estaba armado a partir de las declaraciones de la abuela de Lasi, de un machete que encontraron en la casa de Clemente (que luego criminalística determinó que no era concordante con el cuchillo “tipo sierrita” con el que cortaron la ropa de las víctimas), y de una funda de una cámara de fotos marca Olympus (durante el debate demostraron que no correspondía con la cámara de las víctimas marca Canon).
El 15 de julio entre las 18.28 y las 19.50, momento que fijaron como fecha de muerte aunque otros informes dicen que fue dos semanas después, Clemente declaró que estuvo trabajando. Aquel día había sido excepcional. Dijo que esa semana su jefe estaba de viaje. Él era jardinero en el country Buena Vista. La noche del 14 de julio su compañera de trabajo, María Brañes, lo llamó por teléfono asustada porque le habían disparado al perro del patrón. Él fue hasta la casa, pero no pudo conseguir un veterinario que lo operara a esa hora. Al día siguiente, Clemente y su sobrino David Tolaba, ayudante de jardinería, fueron junto con el doctor Frías, amigo del dueño de la casa, al centro de Salta para internar al perro. Les llevó toda la mañana, fueron a almorzar y a las 15 volvieron al trabajo. Estaban atrasados con un desmonte y trabajaron hasta tarde. John Johnston, un norteamericano dueño de un hotel cercano, “El Castillo”, se quejó por el ruido de las máquinas. Limpiaron la entrada de la casa que tenía la sangre del perro. A la noche llegó María y los invitó a tomar té para que le contaran qué había pasado con la mascota del patrón. Clemente y David se fueron del country a las 21. Todos los presentes, incluso Johnston, declararon lo mismo. Pero la coartada no fue suficiente para el Tribunal de Impugnación.
La investigación durante la Instrucción fue por demás cuestionada. Sin embargo, el juez Pérez fue ascendido a camarista por el gobierno provincial. Quince policías fueron denunciados por torturar a acusados y testigos, seis de ellos procesados, aunque también ascendidos y condecorados.
El padre
El 30 de julio pasado, al cumplirse 6 años del hallazgo del cuerpo de su hija y su amiga, Jean Michel Bouvier envió una carta a la embajada argentina en París en la que pidió que el presidente Mauricio Macri lo reciba antes de las elecciones, así como lo hizo la ex presidenta Cristina Fernández en 2014. También solicitó la presencia de Urtubey. Dice tener información muy importante: una prueba de ADN mitocondrial -el que se hereda por vía materna- que introduciría un nuevo sospechoso a la causa.
Bouvier confía en la inocencia de Clemente. Asegura que la prueba del marcador del cromosoma Y que realizó el perito oficial “fue hecha en condiciones técnicas inadmisibles en Europa”. A través de una carta que difundió su amiga y traductora Ana Ragot, el padre de Cassandre expresó su sufrimiento ante la sentencia que recibió Clemente y se puso a disposición de la familia Vera.
Este año, Clemente fue nuevamente papá. Alejandro tiene tres meses. Lo pudo conocer cuando lo dejaron salir 15 minutos a verlo. Eduardo, su otro hijo de seis años, tenía un mes y medio cuando lo encarcelaron por primera vez. Clemente no puede ver crecer a sus hijos, que viven con su mamá y sus abuelos en San Lorenzo.