El juicio por jurados ha contribuido, como no había ocurrido hasta ahora en la provincia de Buenos Aires, a transparentar las historias que se ocultan detrás del drama penal, lo bueno y lo malo, lo esperanzador y lo que nos desanima. Algo de todo esto habíamos intentado reflejar hace un par de semanas en este mismo sitio.
La historia que nos convoca en este caso es la de Walter Darío Colman y la cita que tendrá el 15 de septiembre en los tribunales de San Martín.
Walter permaneció privado de la libertad durante ocho años por un hecho que asegura no haber cometido. Pero en esta ocasión no tendrá que concurrir a los estrados para declarar, ni para completar ningún trámite propio. En esta oportunidad habrá de protagonizar su primer juicio por jurados como abogado defensor en un caso de tentativa de homicidio. Es que, durante el tiempo que permaneció privado de la libertad se dedicó a estudiar y pudo recibirse de abogado, profesión que viene ejerciendo desde hace más de cinco años.
El sábado al mediodía hablamos por teléfono y pude comprobar que Walter era consciente que no solamente tendría que defender a su asistido, sino que, de algún modo, también se tendría que defender a sí mismo, demostrar al resto de la sociedad que existe el derecho a la segunda oportunidad, si es que conseguimos alcanzarla, lo que no es sencillo.
El juicio será presidido por una jueza que si bien no lo juzgó, hoy integra el mismo tribunal que entendió en su caso y está en contacto permanente con los jueces que lo condenaron.
Me quedó rondando la cabeza algo que me dijo en la conversación telefónica: “Si a mí me hubieran juzgado los jurados, seguro que me hubieran absuelto y no me habría comido ocho años preso siendo inocente”. No conozco su caso, pero le creo. Es que la historia de muchas personas que son condenadas, o lo que es peor, permanecen privadas de la libertad en prisión preventiva, y al cabo del tiempo se demuestra su inocencia, son casos que no son inusuales ni esporádicos. De esto también hablamos aquí hace algún tiempo.
Pero las paradojas no terminan aquí. Walter “salió cumplido” de acuerdo a la condena que le impuso su tribunal, luego confirmada por la Casación, con la que se conformó el fiscal de la causa. Sin embargo el particular damnificado (representante legal de las víctimas) siguió insistiendo y hace poco tiempo consiguió que la Corte bonaerense modificara la calificación de su hecho y la cambiara a una que se encuentra sancionada con prisión perpetua. Lo que en idioma corriente significaría que Walter debería regresar a la prisión por largos años y olvidarse del ejercicio de la profesión de abogado que viene desempeñando con ahínco y esmero. Ahora queda una última instancia: la Corte Suprema de Justicia de la Nación y la palabra final.
El miércoles, cuando se abran las puertas de los tribunales de San Martín, Walter comenzará una de las defensas más importantes de su vida: la lucha por la libertad. Pelea de la que todos estaremos pendientes.