En la última audiencia del juicio, el ex cabo de la Policía Federal Martín Alexis Naredo pidió permiso para retirarse porque no “estaba en condiciones anímicas”. Esa tarde, el 5 de septiembre de 2014, los mismos jueces que le habían permitido ausentarse lo condenaron a perpetua por el asesinato a quemarropa de Jon Camafreitas, de 18 años, y ordenaron su inmediata detención. Cuando Gendarmería lo fue a buscar ya no estaba: había aprovechado el permiso para fugarse. El ex policía estuvo prófugo tres años, hasta que ayer se entregó con una carta de puño y letra dirigida a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.
En su carta, Naredo contó que siempre fue “un hombre de ley” que estuvo “a derecho” y explicó que se había fugado por las “irregularidades y excesos” que sufrió durante el juicio. En realidad, el ex policía tuvo algunos privilegios durante el debate oral. A pesar de las numerosas pruebas en su contra, el ex agente de la Federal llegó a la sentencia en libertad.
Durante las tres audiencias, a partir del relato de los testigos, quedó demostrado que el 21 de enero de 2012 alrededor de la 1.30, Naredo y su compañero Juan Carlos Moreyra llegaron hasta una plaza del barrio porteño de Balvanera alertados de que había incidentes en la zona. La denuncia era porque un borracho estaba molestando en una farmacia, pero los policías entendieron que se trataba de una pelea entre adolescentes. Los únicos jóvenes que estaban en el lugar eran Jon Camafreitas, de 18 años, y un amigo suyo menor de edad.
Al ver a los agentes, los chicos escaparon. A la altura de Independencia 3275, Naredo alcanzó a Camafreitas. Con un brazo le envolvió el cuello desde atrás y lo obligó a agacharse. Con la otra mano le apoyó su Browning 9mm en la cabeza y gatilló. La autopsia y las pericias balísticas demostraron que la bala entró por la nuca, con una trayectoria de atrás hacia adelante, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo, y se incrustó en la persiana metálica de un local. En la gorra del chico los peritos encontraron rastros de tela quemada y pólvora: la prueba de que cuando salió el disparo el arma estaba pegada a la sien. Camafreitas murió cuatro días después en el Hospital Ramos Mejía.
La entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré, desplazó a Naredo de la fuerza. El juicio comenzó dos años y medio más tarde, el 26 de agosto de 2014. Después de los alegatos, en los que la querella y la fiscalía pidieron que se lo condene a perpetua, el acusado dijo que no se sentía bien y pidió permiso para retirarse.
María del Carmen Verdú, de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional, y representante de la madre de Camafreitas, pidió a los jueces que ante la expectativa de la pena a perpetua el acusado debía quedar detenido. Y explicó que ese mismo año, unos meses antes, un agente de la misma comisaría acusado del asesinato de un joven de 15 años había pedido permiso para ir al baño antes de la sentencia y se había fugado.
Los jueces consideraron que no era necesario apresarlo: el acusado se había presentado en todas las audiencias. Un rato más tarde, con los votos de los jueces Héctor Magariños y Pablo Jantus, el ex policía fue condenado a perpetua por homicidio agravado por haber sido cometido por un integrante de las fuerzas de seguridad. Además, ordenaron su inmediata detención.
Cuatro días después, la abogada se acercó al Tribunal para saber en qué penal estaba alojado Naredo.
—No está detenido— contó un empleado judicial.
Según le explicó, Gendarmería lo había buscado en la casa de la madre y en su trabajo, pero no habían logrado encontrarlo.
Naredo estuvo tres años prófugo. Ayer se entregó en el Ministerio de Seguridad de la Nación. Llevaba una carta de tres carillas escrita a mano dirigida a la ministra Bullrich: allí asegura que fue víctima del Poder Judicial, y de las maniobras de la ex ministra Nilda Garré y las agrupaciones de izquierda y que decidió entregarse ahora porque tiene la certeza de que será “escuchado y respetado”.
La carta fue difundida por la propia Ministra de Seguridad en Twitter. En el texto, el policía que volvía de forma voluntaria porque “confía en ella”.