Se llamaba Rafael Nahuel y le decían Rafita. Tenía 21 y no 27 como salió en los diarios.Le gustaba la cumbia y la Play, usaba gorrita y el buzo de Boca pegado. Tenía su casa a metros de su hermano y sus viejos en el Alto de Bariloche, donde les toca vivir a los castigados, donde no llega el turismo ni las oportunidades. Había abandonado los estudios para juntar algo de plata. Fue a aprender el oficio de herrero, le encantaba juntar metales y armar parrillas, cortar chapas y soldarlas. Siempre intentaba arreglar cosas rotas. Se había ido la semana pasada a acompañar a su tía paterna y a su prima, en la comunidad Mapuche del lago Mascardi. Ahí fue que lo mató la Prefectura.
“Rafita caminaba por las márgenes pero había decidido quedarse del lado de adentro. Si tenés apellido Mapuche y vivís donde él vivía, en las listas para conseguir laburo siempre te quedás entre los últimos. Se hace difícil para los que viven en el barrio Nahuel Hue, en el Alto. Pero él la peleaba. Lo conocí cuando se acercó a aprender oficios con nosotros. Le gustaban las herramientas, aprender a usarlas. No se quería quedar en el enojo y la injusticia y siempre iba para adelante”, cuenta Alejandro “Duke” Palmas, uno de los responsables del Semillero Al Margen, el espacio de educación no formal que recibe a muchos chicos del Alto y les enseña artes y oficios. Duke manda por WhatsApp una foto de Rafael soldando el arco de la canchita del barrio. “Los pibes se habían estado colgando y se le cayó el travesaño. Con Rafita fuimos a comprar electrodos y él trajo su soldadora. Le copaba ayudar y arreglar”, explica.
“Venía todos los días, no faltaba nunca. Me acuerdo la alegría que tenía cuando pudimos conseguir un mameluco para él. Rafita era uno de nuestros referentes, le sobraban ganas. Lo poníamos siempre al lado de los pibes a los que le costaba más aprender. Una vez fuimos a Buenos Aires a explicar nuestra experiencia enseñando oficios y en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo se puso hablar de cómo era mirar la vida desde otro lado al que estaba acostumbrado. De pensar en el otro y luego en uno mismo”, cuenta Fernando Fernández, que fue quien dirigió en el proyecto de San José Obrero, en el barrio Malvinas y luego en un programa del Sedronar. “Siempre estaba con sus amigos. Con Facu, al que también perdimos hace un tiempo, el Coqui y Kevin Painefil. Eran un grupito inseparable. Rafita lo traía a su hermano mayor, Ale, que era buena gente pero se intoxicaba y se ponía difícil. Rafita se lo llevaba y lo protegía. Se lo llevaba antes de que se peleara. Renunciaba a su lugar para cuidar a su hermano. Ese era él”, dice Fernandez.
También relata Palmas que a Rafael le gustaba ir de campamentos y esquiar, algo que para los jóvenes como él era impensado. Los alquileres de los equipos y las subidas a los centros de esquí salen arriba de 2.000 pesos, una gran parte de lo que conseguía al mes con sus changas. Por eso se puso a la cabeza de un programa de esquí social, por el cual los jóvenes del Alto podían ir una vez al año al Cerro Catedral con todo pago. “Tenías que ver cómo esquiaba, el negrito estaba contento ahí arriba”, se ríe uno de los amigos: “Imaginate lo lejos que estamos de esquiar nosotros. La mayoría de los pibes de Nahuel Hue salen en invierno con el pico y la pala para sacarle el hielo en las entradas de los coches y cobran 100 pesos. Para nosotros, esquiar es como un viaje a la Luna”.
En su manzana del Nahuel Hue anoche nadie dormía. Sus tres hermanos, Alejandro, Pablo y Ezequiel esperaban noticias del padre desde la morgue para armar el velorio en la vieja casa paterna. Querían una vigilia hasta hoy para que todos se pudieran despedir antes de enterrarlo. Los tiempos de la morgue y las pericias parecían cambiarles los planes.
“En estos meses estuvimos hablando mucho de lo que pasó con Santiago Maldonado, de la represión policial. Ellos la viven en carne propia, no tenemos que contársela. Hablábamos de qué hacer cuando los para la Policía, de llevar siempre los documentos. ‘La gorra está muy zarpada’, me decía cuando contaba lo que les pasaba”, recuerda Palmas y dice que lo enrarece leer que digan que Rafael estaba armado y era parte del RAM: “Esto de buscar cierto autoconocimiento de sus ancestros y de ver de dónde viene su historia era algo muy reciente, de apenas dos o tres meses. Fue al Mascardi por solidaridad con sus familiares”.
“Le pasó lo mismo que a Santiago. Los dos fueron a solidarizarse con la causa Mapuche y terminaron muertos. Esta vez está más claro. No hay que averiguar si fue desaparición forzada, si se ahogó o si se fue a Chile. Está claro que lo mataron por la espalda, cuando quería escaparle a los tiros”, explica por celular uno de los amigos de Rafael Nahuel, que espera en la Morgue de Bariloche que le entreguen el cuerpo a la familia.