Eva Analía de Jesús, Higui, se hizo conocida cuando fue víctima de un intento de violación correctiva: diez varones que la hostigaban por ser lesbiana la atacaron e intentaron violarla. Ella se defendió con un cuchillo y mató a uno de una puñalada en el estómago. A pesar de los golpes, los signos de abuso y las denuncias contra ese grupo de varones, la Justicia no le creyó. La causa, en la que está acusada de homicidio simple, quedó a un paso de ser elevada a juicio. Después de pasar nueve meses presa, espera en libertad el debate oral en el que enfrentará una pena de hasta 25 años de cárcel. La defensa de Higui, a cargo de la Gremial de Abogadas y Abogados de Argentina, pelea contrarreloj para aportar nuevas pruebas a la causa que permitan demostrar que fue un caso de legítima defensa.
Higui tiene siete hermanas y un hermano varón. Vive de changas: limpia y arregla jardines, ordena galpones, hace arreglos y trabajos de albañilería. Cumplió 43 años el 7 de junio pasado en el penal de Magdalena, donde la habían trasladado una semana antes, después de pasar siete meses en el destacamento de San Martín. Juega al fútbol y es hincha de Boca. Le dicen Higui por su parecido con el arquero colombiano René Higuita. Cuando se enteró de su historia, el actual entrenador de arqueros del Atlético Medellín se sumó al reclamo internacional por su libertad.
El 16 de octubre Higui llevó a sus sobrinos a la casa de su hermana Mariana, en Lomas de Mariló, Bellavista. Ella conocía bien el barrio, había vivido ahí desde el ’94, cuando su madre se instaló en unos terrenos fiscales, pero se había ido porque un grupo de varones la atacaba por ser lesbiana. Hace unos 15 años le dieron tres puntazos en la espalda: esa vez logró escapar. Mientras estaba internada, le prendieron fuego la casa con el perro adentro. Cada vez que volvía a visitar a su familia le gritaban, le tiraban piedras o le robaban la bicicleta. Para defenderse empezó a llevar un cuchillo escondido entre la ropa.
Aquella tarde de octubre de 2016 se volvió a cruzar a los hombres que la hostigaban. Después de comer y tomar cerveza en lo de su hermana se fue a visitar a una amiga a unas pocas cuadras. Ya comenzaba a caer el sol.
Los hombres la rodearon.
–Te voy a hacer sentir mujer –le dijo uno de ellos.
La tenían agarrada entre varios: le pegaban patadas en el piso y le decían que la iban a violar por lesbiana. Llegaron a arrancarle el pantalón y el bóxer. Con una mano, Higui intentaba protegerse de los golpes. Con la otra manoteó el cuchillo que llevaba entre las tetas y tiró un puntazo al bulto. Cristian Espósito cayó herido. Si la ambulancia hubiera llegado probablemente se hubiera salvado.
Higui quedó tirada en la calle, inconsciente por los golpes, a unos pocos metros del cuerpo del tipo que la quiso violar. La Policía la cargó en un patrullero y la llevó a la comisaría segunda de Bellavista. La metieron en un calabozo sin darle atención médica. Ella estaba morada por los golpes y gritaba del dolor.
Tres días después le permitieron recibir visitas. Su hermana Azucena le sacó fotos con el celular: todavía tenía la cara hinchada y hematomas en todo el cuerpo.
La Justicia no garantizó la cadena de custodia de la ropa de Higui, que podría haber demostrado el ataque sexual. Tampoco tuvo en cuenta su declaración, en la que contó que la quisieron violar y que ese grupo de varones la hostigaba cada vez que pisaba el barrio. El fiscal construyó la acusación en base al testimonio de los atacantes. Uno de ellos dijo que Higui atacó a Espósito sin motivo. Según esta versión, él tuvo fuerzas para pegarle una piña en la cara después de haber recibido una puñalada.
Al juez le alcanzó la versión de los agresores para dictar el procesamiento con prisión preventiva. Ahora Higui deberá enfrentar un juicio en el que se definirá si sigue libre o si pasa los próximos años de su vida tras las rejas.