Javier Eduardo Alagostino estaba sacado. El 18 de diciembre a la tarde los canales de noticias transmitían en vivo las imágenes de la represión frente al Congreso y él puteaba frente al televisor. Estaba enojado: decía que con la reforma previsional le iban a recortar la pensión por discapacidad y la jubilación a sus padres. El hombre de 43 años, diagnosticado con esquizofrenia paranoide desde los 15, se levantó del sillón y caminó las siete cuadras que separan su casa de la plaza Alsina, en Avellaneda. En medio de la plaza se puso a gritar que iba a matar a Macri. Después marcó el 911 en su celular.
—Tengo una bomba y voy a hacer estallar el avión presidencial —dijo.
Los operadores le pidieron el nombre y le preguntaron cómo estaba vestido. “Le dijeron que le iban a regalar un celular por defender a los jubilados”, contó a Cosecha Roja su mamá Isabel, de 74 años. Javier esperó pero nadie vino a traerle un regalo. Los que sí llegaron fueron unos gendarmes, que se lo llevaron preso. Desde hace 54 días está detenido acusado del delito de intimidación pública.
A los 15 años Javier se volvió un adolescente conflictivo y agresivo. Sus padres, una empleada doméstica y un trabajador de la empresa Ferrum, no entendían qué le pasaba. “Hasta que lo llevamos al médico y le diagnosticaron esquizofrenia paranoide, una enfermedad irreversible”, contó Isabel.
A lo largo de sus 43 años tuvo varias internaciones. La última fue hace casi una década. Hasta diciembre del año pasado, cuando lo detuvieron, vivía con sus padres jubilados, una sobrina y la hija de ella en Dock Sud, en el sur del conurbano bonaerense.
Ahora está preso en el Hospital Penitenciario Central (HPC) del penal de Ezeiza, donde funciona el Programa Interministerial de Salud Mental Argentina (Prisma). Sus padres lo visitan dos veces por semana : Isabel los martes y Roque los viernes. Le llevan galletitas, dulce de batata, duraznos en almíbar, milanesas de pollo y carne al horno.
“Los domingos no me gusta ir. Hay mucha gente, tengo que pasar mucho tiempo al sol y me hace mal escuchar las historias de los familiares de los otros presos”, contó la mujer.
Durante la visita de la semana pasada Isabel lo vio mal. “Estaba psicótico”, contó.
—Para qué me trajiste esta porquería —le dijo señalándole el dulce de batata que su madre le había llevado.
También se quejó de su padre y de sus hermanos. Ella no le respondió. Sabe cómo tratarlo cuando le agarran esos ataques. Después habló con la médica y descubrió que no le estaban dando la dosis correcta de la medicación. A la semana siguiente, cuando volvió a visitarlo, ya estaba bien. “En esos momentos cuando está tranquilo, controlado, se puede hablar bien con él”, contó Isabel.
En el Juzgado de Sergio Torres la mujer presentó la historia clínica que detalla el diagnóstico de su hijo, los lugares en los que lo atendieron y donde estuvo internado. Cree que debería ser prueba suficiente para demostrar que su hijo no es capaz de cumplir la amenaza de poner una bomba en el avión presidencial. Para la Justicia, Javier sigue siendo una persona peligrosa.
Foto: Javier Imas (gentileza Prensa Obrera)