• El bazar de las cifras. Autor Ricardo Vargas Meza
Reseña. Cifras confusas, sin sustento o directamente manipuladas son el principal argumento que exhiben hoy los gobiernos de Colombia y Estados Unidos para fundamentar el “éxito” de la estrategia empleada en la llamada guerra contra las drogas. El investigador social Ricardo Vargas Meza fue a las fuentes: revisó estadísticas, las comparó y las analizó al detalle para demostrar que las políticas de drogas desarrolladas en Colombia parten de diagnósticos erróneos o deficientes. Para el autor, los datos difundidos periódicamente por la DEA, la embajada norteamericana o la Organización de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) carecen de solidez y jamás coinciden en los valores de producción de cocaína, lo que muestra la fuerte descoordinación entre las diferentes agencias involucradas en el problema de las drogas. A los datos inconsistentes se suma un “nuevo paradigma” esbozado por las autoridades colombianas: la política antidrogas es tan exitosa que en el país ya no hay grandes capos sino un creciente consumo interno. Una visión que, según Vargas Meza, va a contramano de la dinámica de la economía ilegal de las drogas que tiende a ser trasnacional.
• El tele-pobre como abyecto: El caso del show de Laura Bozzo. Autor: Rocío Silva Santisteban
Reseña. Las relaciones autoritarias que se establecieron entre los criollos y los indígenas en el Perú colonial se reproducen en la sociedad mediatizada de hoy. Rocío Silva Santisteban, de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, le pone nombre a los “salvajes semi-civilizados” del Perú siglo XXI: los tele-pobres. Peruanos pobres e indigentes son los protagonistas de talk shows televisivos timoneados por Laura Bozzo. Frente a millones de espectadores los tele-pobres lloran, pelean y se someten a toda clase de humillaciones, reafirmando la idea de seres inferiores que necesitan ser tutelados e incluso protegidos de sí mismos; por Laura Bozzo en la pantalla, por el Estado en la vida real. Para la autora, en esta clase de programas de televisión el pobre es “basurizado”: se convierte en un ser humano distinto de los peruanos de las clases media y alta; el telepobre es un ser abyecto con una estatura moral mínima o nula.
• Gabriela Polit analiza “Malayerba”
Reseña. Compartimos con ustedes un texto de Gabriela Polit, acerca de la construcción de nuevos relatos del narcotráfico en América Latina. De visita en Culiacán, Polit descubrió “unas formas breves que circulaban en la ciudad” dentro del semanario Riodoce. Esas formas breves se llaman “Malayerba” y bien podrían pasar por cuentos cortos, con sus personajes, su trama, su tensión y su efectividad. Son, sin embargo, el recurso que un periodistas sinaloense encontró para narrar la violenta realidad de su ciudad. Las Malayerba disfrazan nombres, lugares y fechas para proteger a sus protagonistas, pero penetran en la cotidianidad humana, en el conflicto y en el miedo como no puede hacerlo ninguna pieza informativa tradicional.
• Llano en llamas. Jóvenes contemporáneos y mercado de riesgos. Entre la precariedad y el desencanto. Autor: Rossana Reguillo
Reseña. Volvemos a nutrir nuestra biblioteca con un texto en el que Rossana Reguillo a partir de un análisis sobre la Familia Michoacana –que opera mas que como una organización delictiva como una secta religiosa– ilumina con agudeza el paisaje en el que miles de jóvenes mexicanos construyen su biografía. La escena en la que un grupo comando arroja sobre la pista de baile de un cabaret de mala muerte en Uruapan cinco cabezas recién cortadas se enlaza con la otra oferta del grupo criminal que seduce a los desencantados jóvenes michoacanos con fuentes de trabajo y “es capaz de ofrecerles sentido, finalidad, referentes”. Lejos de las miradas moralizantes que ven a los jóvenes sicarios como victimas de la “falta de valores y la desintegración familiar”, Reguillo explica cómo viven bajo la lógica de “brincar hacia delante” –desde el cruce con la migra a la negociación con un narco o la participación delictiva–, y cómo sus vidas “devienen biografías atrapadas por la contingencia”. Sumamos al texto de Rossana la crónica del día después de las cabezas cortadas en el cabaret Sol y Sombra, del periodista Francisco Gómez, del diario El Universal.
• Globalización del crimen, cultura y mercados ilegales. Autor: Juan Cajas.
Reseña. El tráfico de drogas es un fenómeno global, sin fronteras, una subcultura con características particulares en cada país. Para Juan Cajas la narcocultura puede ser vista como una expresión de otredad, estigmatizada y perseguida como chivo expiatorio de los males modernos. La narcocultura es el resultado de situaciones históricas, políticas, sociales y discursivas que la hicieron posible, con protagonistas que surgieron de coyunturas específicas y crearon sus propios estilos de vida. Cada organización criminal, dice el autor, tiene su propia memoria e identidad y las bases culturales que las originan no desparecen en la globalización. El componente étnico o nacional es fundamental para una mayor operatividad del crimen organizado. Las organizaciones del narcotráfico se metaformosean para eludir los aparatos represivos: hoy funcionan con estructuras de tipo clánico y un sistema interminable de redes. La narcocultura es una representación social que se despliega de múltiples maneras (consumo hedonista, cirugías plásticas) y el narcotráfico, un productor de imágenes que se instalan en el imaginario colectivo.
• Procesos de institucionalización de la “narcocultura” en Sinaloa. Autor: Jorge Alan Sánchez Godoy.
Reseña. La narcocultura se institucionalizó en Sinaloa a partir de la década de 1970 cuando se extendió del campo a la ciudad, donde incluyó a clases populares hasta el momento olvidadas por las autoridades locales. Y aunque con los años fue mutando, mantiene su raíz rural. La narcocultura tiene todos los componentes que definen a una cultura: sus propios valores, un sistema de creencias, normas, definiciones, usos y costumbres que se basan en el “honor”, el uso de la violencia, un lenguaje particular y modos de comportamiento. Los narcotraficantes lograron “normalizar” un fenómeno que pasó de ser marginal a formar parte de la vida cotidiana. A través de las narcolimosnas a organizaciones religiosas, civiles y particulares lograron el respaldo del pueblo que después sería de gran utilidad para vencer al gobierno. Al mismo tiempo el narcoconsumo, el consumo de bienes “ostentosos”, reafirmó el sentido de pertenencia a la narcocultura y hoy simbolizan aceptación y respeto social. La narcocultura logró penetrar en la sociedad con sus hábitos y reglas de juego, deslegitimando las instituciones sociales anteriores a su aparición.
• Entre la coca y la cocaína. Un siglo o más de las paradojas de la droga entre Estados Unidos y Perú, 1860-1980. Autor: Paul Gootemberg.
Reseña. Hubo un tiempo en que Estados Unidos cantó loas a la cocaína y la convirtió en la estrella de la medicina legal. Ocurrió en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años de la centuria pasada, cuando el país del norte compraba grandes cantidades de coca peruana, que también cruzó el Océano Atlántico para triunfar en Europa. A partir de 1910 y hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, señala Gootemberg, Estados Unidos viró su posición sobre el uso de la cocaína: restringió los usos médicos, estigmatizó a cocainómanos (los que consumían con fines no médicos) y proveedores e inició una cruzada universal para controlar las drogas. Perú soportó la crisis y siguió con su producción de cocaína legal. En los siguientes treinta años Estados Unidos profundizó la demonización de la droga que un siglo antes había alabado. La potencia de Occidente logró instaurar un régimen glotal de prohibiciones a la cocaína y los gobiernos andinos controlaron la producción de la droga hasta penalizarla. A partir de los ’70 aumentó el consumo de cocaína en Estados Unidos, mientras la guerrilla y los paramilitares estimularon y protegieron la producción de coca.