Natalia parió con dolor. Sin ser escuchada. Luego de 15 horas de trabajo de parto. Casi inconsciente, en el hospital Pedro Ecay de Carmen de Patagones. Después de horas sin saber nada de su beba, a la que se habían llevado por un control de rutina, le dijeron que vaya a verla porque iba a morir.
Ilustración: Natalia Ríos
Natalia Ríos y su compañero Lucas Saldaña habían planificado un parto en casa para el nacimiento de su primera hija. Mucho antes de quedar embarazada Natalia supo que quería que fuera así. Durante todo el embarazo fue acompañada por una ginecóloga y a partir del sexto mes también por una partera particular.
En la madrugada del 1 de agosto de 2017, Natalia rompió bolsa. Alrededor de las 7 llamaron a la partera y a dos amigas que iban a acompañarla en el parto. La casa estaba lista para recibir a Arunguita. Su nombre se debe a una danza folklórica originaria de Santiago del Estero y a la forma en que se conocieron sus padres: bailando folklore. Natalia tuvo un trabajo de parto de seis horas en su casa. Pero no dilataba. Según contó Natalia a Cosecha Roja, el acuerdo que había tenido con la partera era que si el parto no se desarrollaba de manera natural, sería derivada al hospital elegido por Natalia, el Pedro Ecay, donde atendía su ginecóloga particular.
A las tres de la tarde Natalia ingresó al hospital Pedro Ecay de Carmen de Patagones, el último pueblo de Buenos Aires antes de llegar a Viedma en Río Negro. En la sala de parto no había médicos: sólo una partera y dos enfermeras que iban y venían. Natalia le explicó a la partera que no dilataba y que tenía una bacteria llamada estreptococo -detectada en el octavo mes de gestación- pero que ya había tomado la medicación correspondiente.
“No puedo más”, dijo Natalia una, dos, tres veces. Estaba agotada. El cansancio y el dolor insoportable se reflejaba en su cuerpo: no tenía reacción, las piernas estaban dormidas. Su padre pedía a gritos que le hagan una cesárea. Nadie lo escuchó. Ni a él ni a Natalia.
Arunguita nació a las diez y media de la noche por la maniobra de Kristeller que consiste en apretar el abdomen de la madre para que el bebé salga. Esta práctica es peligrosa y no está recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Natalia perdió la consciencia y cuando despertó su beba ya no estaba con ella, se la habían llevado para un supuesto control de rutina. Natalia y Lucas pudieron verla unos minutos hasta que se la llevaron otra vez.
A las dos de la madrugada les dieron el primer parte médico: la beba estaba muy grave e iba a ser trasladada a Bahía Blanca por la mañana porque necesitaba cuidados especiales. Les dijeron que el estado delicado de salud se debía al estrés del parto y al estreptococo.
El hospital Pedro Ecay no tiene neonatología ni cuidados especiales. El otro más cercano, que sí cuenta con estos servicios, está en Viedma, a apenas cinco kilómetros de distancia. Bahía Blanca se encuentra a más de 250 kilómetros de Carmen de Patagones.
A las seis de la mañana una pediatra les dijo a Natalia y a Lucas que su beba había sufrido tres ataques al corazón por el estreptococo. Les recomendó que se despidieran de ella. Arunguita falleció a las nueve y media de la mañana del 2 de agosto.
Media hora después del fallecimiento de su hija, un médico revisó a Natalia, le dio una pastilla para frenar la leche que ya no usaría para amamantar y el alta. Sin revisarla y sin explicarle los cuidados que tenía que tener.
Natalia y su compañero no recibieron ningún tipo de ayuda psicológica. No les quisieron entregar las historias clínicas cuando las pidieron. Recién después de un mes les dieron sólo la de Natalia, que estaba ilegible. Tampoco les dieron un certificado con la causa de la muerte de su hija.
La misma mañana de la muerte de Arunguita, la familia de Natalia hizo la denuncia en la fiscalía número 9 de Bahía Blanca para que se determine la causa real del fallecimiento. Aún sin haber hecho ningún tipo de estudio posterior a la muerte, el hospital dijo que la causa había sido el estreptococo.
Hace pocos días Natalia y Lucas recibieron los resultados de la autopsia que determinó que Arunguita murió por la aspiración de líquido amniótico. En ninguna línea se nombra al estreptococo.
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Hoy Natalia sabe que lo que sufrió fue violencia obstétrica. Fue un largo camino de buscar información, hablar con especialistas y recibir acompañamiento psicológico para entender lo que había pasado. Un camino que los llevó a ella y a su compañero a entender que la única forma de combatir esa violencia es visibilizarla.
Natalia y Lucas volvieron al hospital Pedro Ecay, pero esta vez a bailar una Arunguita y a repartir volantes contando su historia para advertir a otras familias. Recibieron muchos mensajes de mujeres que les contaron sus historias y les dijeron que ahora entendían que también habían padecido violencia obstétrica.
Natalia quiere justicia para su familia, pero también para esas otras familias que confiaron en ella. Por eso las escucha, recolecta testimonios y piensa qué hacer con esa información, cómo contarla, dónde llevarla, a quién exigirle. Mientras tanto, visibiliza. Y eso ya es sanador.