“Yo disparé, lo maté, era entre él o yo. Cualquier animal hubiera hecho lo mismo”, dijo el Pity Álvarez esta madrugada frente a la comisaría 52 en Villa Lugano. “En mi barrio es así”, siguió.
Un testigo declaró que Cristian Maximiliano Díaz, de 36 años, le pegó un cabezazo y que el Pity dijo antes de disparar: “¿Qué te pensás, que no te voy a tirar?”. Al menos otras tres personas declararon que el cantante disparó tres veces contra Díaz, que murió en el momento. Frente a la comisaría, el Pity lo confirmó: “No vine a defenderme, vine a entregarme”.
¿Son los disparos del Pity excepcionales? ¿Era un destino inevitable para un rockero con “adicción” a las drogas y prontuario por abuso de armas de fuego? ¿Se pueden enmarcar dentro de una violencia regulada por códigos? ¿Son esos códigos los que establecen la masculinidad?
Según el estudio de investigaciones del Consejo de la Magistratura de 2016, en el 85 por ciento de los homicidios de la Ciudad de Buenos Aires los victimarios fueron varones. El 74 por ciento de los asesinatos ocurrieron en la vía pública y el 48 por ciento fueron cometidos con armas de fuego.
“Este caso toma relevancia porque hay una figura pública de por medio pero puede servir para iluminar sobre otros casos y pensar por qué hay varones que deben disputar su masculinidad en el espacio público como algo ligado a mostrar valentía, aguante y que ‘se la bancan’, dice Eugenia Cozzi, docente y becaria post doctoral de Conicet a Cosecha Roja.
En su tesis “De juntas, clanes y broncas” (2014), Cozzi habla de la hipermasculinidad: una sobreidentificación con la construcción social de la masculinidad que lleva a un despliegue de la violencia como prueba de esa masculinidad.
La antropóloga Rita Segato habla del mandato de masculinidad como “las imposiciones a los hombres que hacen a su protocolo de existencia, lo que les hace evidenciar su potencia, su no sumisión. El hombre tiene un miedo muy arraigado y es el de perder su masculinidad ante otros hombres”.
El uso de un arma de fuego no es más que otra demostración del macho más macho. Uno pega un cabezazo y el otro responde con tres disparos.
Álvarez ya se había mostrado con armas en otras ocasiones. En 2012 fue detenido cuando caminaba con un arma de grueso calibre por el mismo barrio porteño de Villa Lugano, pero horas después fue liberado tras declarar ante una jueza.
En 2014, el Tribunal Oral en lo Criminal N°20 lo declaró inimputable por amenazas coactivas agravadas por el uso de arma de fuego, portación de armas de guerra sin la debida autorización legal, daño, portación de arma de fuego de uso civil condicional y encubrimiento agravado.
Tampoco se privó de posar armado frente a las cámaras. Quienes fueron testigos de esas apariciones se lo tomaron con gracia o cierta inquietud, pero no pasó a mayores. Era otra de las ‘locuras del Pity’ más o menos digeribles porque daban raiting. En 2008, en una entrevista con la revista Rolling Stone que todos los medios reproducen por estas horas, dijo que andaba armado y posó para las fotos apuntando a la cámara.
“Me encantaría cagarme a trompadas, o que me caguen a trompadas. Pero ya pasó eso. Yo ando armado porque los demás andan armados. Con un fierro te cagan, boludo. Yo tengo que tener los mismos entrenamientos”, contó en esa entrevista.
Los medios que reproducen esas líneas no se fijaron en un detalle. En la tapa de la revista, donde Álvarez aparece con una corona de espinas, su nombre aparece bajo un título que dice “El último héroe del Rock and Roll”. Ahí lo tienen.