Hubo una frase que se repitió ayer en todos los canales de televisión y en las redes sociales cuando apareció Sheila adentro de una bolsa en un hueco entre dos paredes, rodeada de basura: “Descartaron el cuerpo”.
Los tíos de la nena de 10 años confesaron el crimen. Dijeron que estaban drogados y que no se acuerdan “cómo llegaron a esto”. La frase se siguió multiplicando: descartaron el cuerpo para borrar el rastro, para hacer como si nada hubiera pasado.
Los tíos de Sheila habían participado de las acciones para pedir por la aparición de la nena. La tía había tenido, incluso, un rol de vocera frente a las cámaras.
48 horas antes la Policía había estado con perros rastreadores a 15 metros de la casa de los tíos y no encontró nada. ¿Ya estaba Sheila ahí?
El diccionario dice que descartable es algo de lo que puede prescindirse fácilmente. Algo desechable. “Por lo general, se dice de artículos de un sólo uso”. Artículos, objetos, cosas. Desechables, de un sólo uso. Una nena de 10 años como una cosa que se usa y se desecha.
Una vida descartable rodeada de otras vidas descartables, en un lugar abandonado: cuerpos e historias a los que la sociedad sólo mira cuando salen en las páginas de policiales. Los vecinos que no viven en el “barrio privado” -como lo llaman los que viven en el predio- denunciaron que allí hay venta de drogas, prostitución infantil y organización de peleas de menores por plata.
¿En qué hogar vivía Sheila? ¿En qué mundo que creemos paralelo se vinculaba con otros seres descartables, como ella?¿Cuántas potenciales Sheilas hay en otros barrios en el conurbano, en CABA o en cualquiera de las provincias de la Argentina? ¿Cuándo se vuelven cotidianas las violencias? ¿Cuándo se naturaliza la muerte?
La abogada Ileana Arduino lo definió así: “Nos espanta cómo se mueren, como son asesinadxs y cómo matan, pero bastante poco frecuentemente nos detenemos en los horrores cotidianos, intergeneracionales, a los que insistimos en llamar vida. Y no son patrimonio de la pobreza extrema, en todo caso las deja a la intemperie, las agrava allí donde no hay posibilidades siquiera de guarecerse en reaseguros materiales. No hay forma de explicar, leer, ver esto bajo un solitario eje de asimetría. No hay lectura feminista si hay renuncia a la complejidad de la opresión y sus tramas”.