Por Ofelia Fernández* y Martha Linares**
¿Cuántas de nosotras imaginamos el país de las mujeres que describe Gioconda Belli? No importa si nunca leíste el libro, aunque te lo recomendamos. Se trata de pensar un país donde sólo gobiernan las mujeres: ocupan todos los cargos de gestión del Estado por unos 6 meses y le dan licencia a los varones.¿Cuántas de nosotras fantaseamos esos días en los Encuentros Nacionales de Mujeres? ¿Cuántas de nosotras rosqueamos a nuestros amigos y chongos y concluímos en que un poco los odiamos pero la impotencia termina por obturar la construcción política?
Muchas feministas sueñan con esas ideas. Otras pensamos que en el feminismo hay diferencias políticas que nuestras identidades generizadas no saldan, porque nosotras vivimos el feminismo como parte de un proyecto político. Las zurdas seguimos creyendo que vale la pena organizarse con varones, masculinidades y feminidades. Todes, con e, aunque les moleste a muchos. Pero como casi todo en política es mucho más fácil decirlo que hacerlo y más frecuente sufrirlo que creerlo.
Nuestro continente está bien lejos de ese País de las Mujeres. Acá cerca tenemos a un homofóbico, misógino y racista a pocos votos de ganar las elecciones en el país mais grande du mundo. Y mucho varoncito cis como nunca analizando qué pasó en Brasil, cómo se explica. ¿Por qué no fue tan contundente cuando nosotras impulsamos la movilización contra Bolsonaro poniendo a miles en las calles? ¿Cuántas de esas voces se alzaron cuando detuvieron a Lula?
Nosotras escuchamos cuando Bolsonaro, como diputado en la votación al empeachment a Dilma Rousseff, le dedicó su voto a favor de la destitución a la memoria del general que la había torturado cuando la ex presidenta estuvo encarcelada durante la dictadura cívico militar.
No es una sorpresa que frente a la tibieza, la derecha arremeta. En Argentina lo vemos todos los días: frente a un desfile de señores de traje y discurso moderado nos tienen a los cachetazos cotidianos arrebatando derechos y alegrías.
Estamos convencidas de que no hay espacio para un nuevo ciclo de progresismos en América Latina. Quizás ellos también y por eso hacen lo que hacen. Avanzamos o perdemos. Inventamos o erramos. Nuestro país está también en esa encrucijada y las feministas tenemos que ser protagonistas de ese debate.
¿Cómo salimos de esta? Habrá compañeras que desde afuera activarán el feministómetro y tirarán granadas. No incluímos ahí a nuestras think thank, nuestras mentoras, que nos apuntalan e incomodan invitándonos a redoblar la apuesta siempre desde el compañerismo y la sororidad.
Otras tendremos el enorme desafío de hacer “La Política”. En ese camino estarán quienes en sus partidos, históricos y más o menos anquilosados darán batalla. Muchas también irán tras el liderazgo de Cristina, soldadas de un proyecto político que viene prometiendo renovarse.
Todos los caminos que apuesten a la política colectiva, que confía en la organización y las personas como protagonistas de las transformaciones serán siempre objeto de debate. Bienvenidas sean quienes piensen que agruparse y jugarse vale la pena, quienes queramos arrebatarles a algunos las direcciones y decisiones. O la cuarta ola entra por la ventana y ahoga a todxs y entonces a nadie, o la reinamos y surfeamos nosotras para destruir y enterrar lo que nos mata pero sembrando lo que nos da la vida: esa otra cosa posible.
Nuestro camino será con poca certidumbre: las mujeres, lesbianas, travestis y trans venimos militando sin guita ni estructura. Venimos haciendo política a cielo abierto, sin red de seguridad vamos haciendo equilibrio para sortear las tentaciones del individualismo, el consumismo y la arrogancia. Hijas de la democracia, sabemos que la política sirve sólo si se hace CON y no PARA. No hay capital político si no se pone en juego, nosotras queremos ponerlo a jugar entre el glitter y el barro para inventar un país, el nuestro.