Cuando Adán quedó detenido lo llevaron primero a un calabozo de hombres, después a un pabellón de mujeres y por último a un pabellón de mujeres trans dentro de una cárcel para mujeres. Adán no se llama Adán, pero vamos a llamarlo así para preservar su identidad. Tampoco vamos a mencionar el delito por el cual se lo acusa, solo que no tiene que ver de manera directa con su condición de hombre trans. Lo que siguió tras el derrotero por un sistema penitenciario que no está preparado para identidades como la suya, es que hizo un pedido a la justicia para que le otorguen arresto domiciliario. Y lo consiguió: por eso ahora su caso es jurisprudencia para que situaciones similares no se repitan.
Cuando Adán fue detenido no manifestó al personal de las fuerzas de seguridad su condición de género (y no tenía por qué hacerlo). Al día siguiente de la detención, cuando fue trasladado al juzgado Penal en lo económico N°10, le preguntaron si tenía algún abogado para presentar en su defensa y dijo que no. Por ello se convocó al defensor de turno Sergio Meirovich, a cargo de Unidad de Letrados Móviles N° 1 en lo Penal Económico.
“En el primer contacto con él me encontré físicamente con una persona que es un hombre: el tono de voz grave, barba, y un aspecto por el que en ningún momento se podría establecer otra condición biológica. Fue recién en una entrevista en privado que me comenta que es un hombre trans. A partir de eso y una charla consensuamos que por una cuestión de seguridad no convenía que fuese a un pabellón con hombres, porque a pesar de que hay celdas individuales, en algunos sectores comparten baños y demás actividades con el resto de la población. Era inaceptable, sabíamos que podía generar un riesgo a su vida”, dijo a Cosecha Roja Meirovich.
Fue entonces que resolvieron de manera provisoria, para cuidar su integridad física, pedir el traslado a la cárcel de mujeres en Ezeiza, que tiene un pabellón trans. “Lo destinaron al pabellón de mujeres, donde que se suponía que no corría riesgos su integridad física. Pero se dio otro conflicto: ¿Cómo desarrollar su identidad plena en un penal está preparado para tratar con mujeres? Esa fue la primera barrera a tratar de rectificar”, explicó el defensor.
Al llegar a Ezeiza, Adán fue destinado a un pabellón de mujeres común, con otras personas que no eran trans, y en los primeros días no manifestó problemas de convivencia. Eso duró demasiado poco. Los insultos por su identidad no tardaron en llegar y entró en un autoaislamiento que iba en crecimiento, hasta casi no hablar con nadie. Una cárcel, dentro de otra cárcel.
En sus declaraciones, Adán dijo que los principales llegaban de parte del personal penitenciario. “La situación era que si bien el servicio penitenciario podría brindar ciertas condiciones para personas trans mujeres, no estaban preparados ni capacitados para recibir a un hombre trans. Sabemos que hay volumen de mujeres trans privadas de la libertad, entonces más o menos el colectivo se protege entre sí. Pero mi defendido no encajaba en la cárcel de hombres, ni de mujeres, ni en el pabellón trans”, dijo Meirovich.
En septiembre, cuando se solicitó el arresto domiciliario, el juzgado ordenó una serie de estudios interdisciplinarios a los efectos de establecer si había una vulneración de derechos. Esto incluyó una evaluación médica -Adán está con tratamiento hormonal-, informes psiquiátricos y psicológicos, informes con asistentes sociales e informes de conducta. El defensor no se sorprendió de los resultados: “Por supuesto que todas las personas encargadas de hacer estos estudios son personal del servicio penitenciario, por lo que no asombró ver que sus informes eran neutros o respaldando lo que el sistema penitenciario estaba buscando que se respalde: que no había vulneración de derechos”.
Cuando los asistentes sociales del servicio penitenciario elevan sus informes usan planchas pensadas para un tratamiento femenino. Se lee, por ejemplo, “datos de la interna”. La identidad de Adán estuvo vulnerada también desde lo administrativo: aunque en el contenido de sus informes se habla en masculino, todos los formularios donde se consigna su información lo tratan en femenino.
Estos fueron los justificativos que llevaron a pedir ante el tribunal que Adán pudiera cumplir su prisión preventiva en domiciliaria. Los camaristas Edmundo Samuel Hendler y Juan Carlos Bonzón, en su voto, entendieron que someterlo a condiciones de detención en las cuales no se respete su identidad de género “puede implicarle un trato indigno, inhumano o cruel” acorde a los principios constitucionales, los tratados internacionales y la Ley de Identidad de Género”. Además, fallaron que si bien estaba alojado en el Complejo Penitenciario Federal N°4 de mujeres de Ezeiza por pedido suyo, este espacio “no resguarda sus necesidades como persona transexual”.
Hendler y Bonzón tomaron los argumentos esgrimidos en su presentación por la Procuración Penitenciaria de la Nación en su calidad de amicus curiae, en donde se plantea que el “Programa específico para mujeres trans en contexto de encierro alojadas bajo la órbita del Servicio Penitenciario Federal” no resuelve la cuestión ya que “en ninguno de los puntos contempla las necesidades y las particularidades de los varones trans”. El juez Hornos le solicitó al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, de quien depende el Servicio Penitenciario Federal, establecer a la brevedad un programa específico para varones transexuales en contexto de encierro.
El tribunal, por mayoría, resolvió hacer lugar al pedido de arresto domiciliario de Adán, resguardando que use tobillera electrónica.