La patria de la memoria

Hace 15 el entonces presidente Néstor Kirchner encabezó la recuperación de la Escuela de Mecánica de la Armada donde funcionó un centro clandestino de detención, tortura y exterminio por el que pasaron alrededor de 5 mil detenidos desaparecidos. Ricardo Dios, hijo de un detenido desaparecido por la dictadura cívico militar, recuerda y analiza la importancia histórico-política de esa jornada.

La patria de la memoria

Por Cosecha Roja
24/03/2019

Por Ricardo Dios.

Son solo 7 minutos. Lo escuché de nuevo. Pensaba que había sido como media hora, mínimo. Solo 7 minutos que parecieron toda la tarde, como si todo el sol de ese día hubiera apuntado a ese lugar. Néstor tomándose fuerte con su mano izquierda del atril, en un discurso desordenado, repetitivo, pero contundente y con definiciones históricas que marcaron toda su gestión. Un discurso corto para una política larga. El 24 de marzo de 2004 fue uno de los días más emotivos que nos haya tocado vivir. Bajar el cuadro, abrir las rejas de la ESMA para que entre el pueblo, pedir perdón en nombre del Estado Argentino, transpirar, temblar y gritar que los responsables tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por el pueblo argentino.

Las luchas de las madres, de los familiares, de los hijos, de los sobrevivientes, de los simpatizantes, de los comprometidos, de los militantes y de tantos otros y otras ahora era la voz del Estado argentino y entonces, de ahí para adelante, se abría un consenso en la sociedad, una verdadera política pública.

Lo que hubo en Argentina fue un genocidio por razones políticas, el demonio era uno solo, los asesinatos, desapariciones, apropiaciones, torturas y saqueos se debían juzgar. Desde el primero hasta el último. No hay punto final ni obediencia debida, y el símbolo de todo lo atroz que debía juzgarse, el monstruo de cemento y ladrillos que se apoyaba en la avenida Libertador, debía permanecer abierto para el pueblo argentino. Todo eso se condensa en el 24 de marzo de 2014.

Néstor en el escenario, sin teleprónter, sin focus group, sin hashtag, con la convicción de que la paz se consigue con justicia y que la única reconciliación posible es con el Estado de Derecho.

Siempre pensé que el Estado argentino no tenía legitimidad para juzgar ningún delito (hurtos, robos a mano armada, corrupción, estafas o lo que sea) si antes no era capaz de juzgar los hechos más atroces, como fueron los cometidos en la última dictadura eclesiástica-cívico-militar. Delitos que desde siempre fueron catalogados como los más graves y con las penas más altas.

No tenemos odio, pero tampoco queremos impunidad, queremos justicia, gritó Kirchner. Y no importa si él no tenía odio, importa el mensaje a la sociedad. No apretaba jueces porque dejaban libre a un motochorro: les decía a las corporaciones que no eran tiempos de agachadas y que esa justicia -que con los años se fue concretando- no era algo que podía ser llevado adelante por las corporaciones tradicionales “que vienen especulando en el resultado electoral o en el que dirán”.

Y uno está de un lado en esa tensión porque elegimos ponernos ahí y todos los días nos debatimos cómo se hace lo que queremos. Queremos lo que dijo Néstor en ese discurso: dejar todo para lograr un país más equitativo con inclusión social.

Nunca me importó si Néstor era buen tipo, buen padre o si acariciaba a su perro. Me atrapó su capacidad de representar a un colectivo y ampliar esa representación. En la disputa histórica que vive la Argentina desde la Revolución de Mayo, la ESMA no podía ser un lugar sin memoria, la ESMA era la puerta de entrada a la patria de la memoria. La dictadura genocida tuvo allí su combo de perversión mostrando lo oculto en plena ciudad, donde en la vereda se escuchaban los aviones y los bebés.

El discurso político fue concretado en políticas públicas. El proceso de desalojo fue paulatino, laborioso, resistido. Al entrar a lo que habían sido las Escuelas de los integrantes de las fuerzas armadas -el lugar más resistido por los militares que fueron dejando la ESMA- se advirtió que habían destrozado todo y se habían llevado hasta los picaportes de las puertas.

Del patio secuestraron el mástil con la bandera argentina, que después devolvieron.  ¿De quién es el Estado? Los militares tienen sus escuelas, solo que en otro lado. Y la Argentina puede mostrar al mundo entero lo que ahí ocurrió. El espacio de la memoria es hoy un predio abierto donde se respira libertad: una plaza, un museo, un edificio de oficinas estatales sin garitas, un centro cultural enorme, un lugar de encuentro, un teatro.

Lloré mucho ese día. Entre la gente, transpirado, lloré todo el discurso. El compromiso político se alimenta de emociones, no solo de reflexiones. Néstor habló del amor; de ese que se necesita para que haya más igualdad.

Si uno dejara que el mundo funcione solo, ganarían los más fuertes. Los grandotes, los musculosos; pero sobre todo los poderosos económicamente. El gobierno de Kirchner intentó regular o contener esa inercia capitalista. Y no había forma de emprender eso si no se ponía primero sobre la mesa el mantel roñoso de la dictadura militar que emprendió un genocidio por un objetivo económico.

La importancia de ese hito histórico del que se cumplen 15 años -en definitiva- fue abrazar una bandera alzada desde siempre por las madres, las abuelas y “los chicos”, como dijo Néstor ese día, acompañada por una porción de la sociedad; y concretarla en política de Estado.

Los miserables enseguida hablaron de especulación. Porque no saben hacer política de otra forma y piensan que todos son de su especie. Son los mismos que le endilgaron a Kirchner que se había equivocado al pedir “perdón por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia” porque no había mencionado el juicio a las juntas. Es evidente que no fue esa su intención. Pero vieron un hombre valiente que ya repetía la palabra “corporaciones” y empezaron a atacarlo. Kirchner revindicó la generación de los 70, derrumbando la teoría de los dos demonios. Eso es lo que realmente les molestó. No iban a soportar que un bizco visibilice sus hilachas.

Néstor Kirchner ese día nos habló a quienes estuvimos en la plaza de las Felices Pascuas: yo tenía 10 años, también con calor, tomado de la mano con mi mamá, que lloraba y decía que no se iba a ir más del país, que en todo caso nos íbamos a otra provincia. Néstor nos habló a los que marchamos contra el indulto de noche; a quienes vimos la maqueta de los edificios que quería hacer Menem en la ESMA; a los que planificamos escraches porque no había justicia: escrache porque no había justicia; no justicia a través del escrache. A quienes quedaron vivos, a sus familiares. Y hablándonos les habló a todas y todos, abrazando a toda la sociedad que fue víctima de la dictadura militar. Mujeres y hombres que sintieron ese día que un presidente hablaba su mismo idioma y que la reja que los separaba de la dirigencia política se caía para siempre.

A esa jornada, con mis 27 años, lo llevé a mi hijo que tenía 4. Lo subí a caballito para que toque a Néstor en esa marea humana que lo acompañó desde la puerta de Av. Libertador hasta el escenario de Comodoro Rivadavia, después de la firma que concretó la transformación del predio como un espacio para la memoria.

Casi lo logramos. No lo llegó a tocar, pero mi hijo pudo crecer en un Estado que decía lo que había pasado en Argentina y no tuvo que enterarse solamente por lo que mi familia y yo podíamos contarle. Pudo ver la lucha de las madres y las abuelas expresada en hechos institucionales concretos, en juicios democráticos, en leyes, o en políticas educativas y culturales.

Se cumplen 15 años de un día fundamental para la Argentina.

Mi especial abrazo a los sobrevivientes que fueron el testimonio histórico para que la sociedad pueda saber qué se hacía y cómo funcionaba ese centro clandestino de detención, tortura, apropiación, violación y saqueo que fue la ESMA. Y porque sus testimonios fueron fundamentales en la resistencia a la impunidad y en la reapertura de los juicios luego de las políticas de Estado impulsadas en el gobierno de Néstor Kirchner.