Soledad Gago, El País Uruguay: romperse para rearmarse
Llegué al encuentro presencial de la beca en Buenos Aires creyéndome feminista y me fui sin saber muy bien en dónde estaba parada. Después de cuatro días de charlas y experiencias la información era mucha y lo único que sabía era que procesarla me iba a llevar tiempo.
En la beca Cosecha Roja reafirmé que para el periodismo hace falta poner el cuerpo, la cabeza y el corazón, que sin sensibilidad no hay historia y que siempre hay que afinar la mirada. Aprendí que hay palabras que nunca le hacen bien a una nota y que puedo comparar el ritmo de un texto con el de una canción de Jorge Drexler. Que yo y mis circunstancias no podemos ser indiferentes para una nota y que siempre hay una forma nueva de contar una historia. En la beca entendí que la violencia siempre se construye y que es necesario romper los discursos para entender y contar. En la beca leí profundamente a Angela Davis y me obsesioné con el feminismo afro. En la beca entendí que las mujeres podemos ser tan oprimidas como opresoras y que el proceso hacia el feminismo puede doler.
La Beca Cosecha Roja me rompió. Literalmente y en todas sus metáforas posibles. Me partió la escritura, la cabeza, las formas, las estructuras y hasta el cuerpo.
Me partió mi feminismo de clase media, blanca y con pretensiones de intelectualidad. Me partió mi manera de mirar y, claro, mi forma de contar. La beca me quebró, pero a esta altura ya entendí que casi siempre es necesario romperse para poder rearmarse y resignificarse.
Basi Velazquez, Diario El Ancasti: un mundo más allá de la pirámide invertida
La Beca Cosecha Roja fue una gran oportunidad para vivir una experiencia de aprendizaje. No es sólo teoría. Es una manera de ver, pensar y contar. Es un cambio de lógica y una herramienta que te ayuda a romper moldes y corsets.
Después de esta experiencia, te das cuenta de que hay otro mundo más allá de la “pirámide invertida”.
No todos lo comprenden y comparten; eso lo hace un desafío en el ejercicio de la profesión. También conocés a colegas de otros países y provincias y se genera un intercambio de miradas, de ideas, de conocimientos y realidades. Todo suma en el crecimiento profesional y personal. Esta es la experiencia que te da la Beca Cosecha Roja.
Victoria Rodrigno: volver a enamorarse
La beca de Cosecha Roja me permitió volver a enamorarme del periodismo. En tiempos de crisis para la profesión fue un alivio y un desafío encontrar un espacio para hacer el periodismo que me gusta y animarme a seguir por ese camino.
Pese a trabajar 12 años en un diario, fue la primera experiencia de edición real de mis trabajos. Una edición con tiempo, debate y enriquecimiento. Una edición que me ayudó a repensar mi escritura y las historias que quiero contar.
Las clases teóricas me dieron herramientas para rever la agenda.
Y para entender por qué hay historias que vale la pena contar y para seguir con ganas de formarme más para contar las historias de y desde Santa Fe. Sin dudas, en tiempos donde nos come el ahora y la nota basura por el click, la beca de Cosecha Roja es una oportunidad para retomar el rumbo y seguir luchando por más periodismo.
Nicolás Normando Loyarte, El Litoral: una oportunidad imperdible
La beca para mí fue una posibilidad de actualizarme académica y profesionalmente. Me dió la oportunidad de acceder a mucha teoría sobre género y violencias en Latinoamérica y compartir realidades periodísticas y sociales de diferentes países del continente a través de colegas que participaron en la beca.
Me ayudó a tener una conciencia plena de cuáles son los objetivos profesionales que uno puede trazarse en relación a las problemáticas del territorio. La beca es una oportunidad imperdible.
Agustín Aranda, Diario El Ciudadano: de qué están hechas las historias
La beca llegó en un momento agitado. Era el primer año como cooperativa del diario donde trabajo desde 2010. La empresa que lo gerenciaba nos había dejado porque no le servíamos para nada. La redacción había quedado con pocos jefes, redactores y fotógrafos. Ni hablar de la administración. Las ventas en papel eran bajas y la web estaba atrasada, por ser amable.
En la beca aprendí que siempre hay tiempo para frenar el tren de lo diario, donde un drama, cual vagón, reemplaza al otro y forma una hilera que después de unos minutos deja de poder decirnos algo. Menos de ponernos a pensar. Pero no significó negar los cierres de edición, vencimientos o acuerdos con quienes editan. Fue ganar herramientas para hacer una pausa en ese apuro.
La capacitación con Cosecha todavía da vueltas en mi trabajo y espero que lo siga haciendo.
Me ayudó a reconocer de qué están hechas las historias: cuáles son los problemas particulares y cuáles los universales que suenan cómo música de fondo.
No siempre podemos escribir de lo queremos. Uno de los bonus track fue entender que si tenemos la suerte de poder elegir sobre qué escribir tenemos que ver por qué nos atrajo de ese tema. Hay algo en esa historia o ese personaje. En esas oportunidades al escribir no sólo ganaremos el pan del día o daremos un relato a quien lo quiera usar. En esas raras ocasiones podremos entender algo sobre nosotros mismos.
Martín Dzienczarski, La Gaceta: romper el silencio
Apenas empieza la Beca Cosecha Roja está Cristian Alarcón diciéndote que la clave está en poder contar de la mejor manera: ya no sólo hace falta contar lo que alguien no quiere que se sepa, sino que además hay que poder contarlo para gente que no quiere leerlo. No por desinterés, sino porque está bombardeada por mil cosas todo el tiempo. El logro es conseguir que alguien en un colectivo, tren, subte o donde sea se concentre en una nota y que siga leyendo. Que deje de darle bolilla al resto. La clave de eso, claro, es una historia bien contada. Cuesta, pero clase a clase te va saliendo.
Cuando terminé la beca fui a hacer una nota en un barrio que hace 20 años supo ser un asentamiento alrededor del basural oficial. El basural fue trasladado pero quedó a un extremo una laguna llena de basura y agua contaminante. Cada vez que llovía, eso rebalsaba y terminaba inundando las casas. A niñas y niños le salían unos granos en el cuerpo. La producción tuvo muchísimo impacto en los lectores del medio y generó una reacción política: la Municipalidad fue a drenarla, taparla y puso allí la primera plaza del barrio. Más de 20 años de paisaje, modificados en una semana de trabajo. Se la podía ver desde Google Maps, pero nadie la limpiaba. Antes de la beca estas cosas no pasaban con mis notas. Tengo más herramientas, estoy más formado.
Quizás sea lo más personal, pero también gracias a la beca pude salir del silencio. Dejé de tener angustia. Y eso también es la Beca Cosecha Roja.
Pude hacer una nota contando que me crucé en un colectivo con el docente que había abusado sexualmente de mí cuando estaba en la escuela. La nota se publicó en Cosecha y se difundió muchísimo. Al día siguiente me llamaron de la Universidad Nacional de Tucumán para que haga una denuncia administrativa, porque el docente denunciado seguía dando clases en una escuela que depende de la universidad. Después de un año y tres meses de instrucción, Jurídicos de la universidad recomendó el traslado de ese docente, porque a pesar de que no hubo más personas que se hayan animado a denunciar era un tema serio. Ya no podrá tener contacto con estudiantes de ninguna edad. Mucha gente se acercó a contarme sus historias de abusos sexuales sufridos porque sintieron que al fin podían decirlo.
Consuelo Cabral, La Nueva Mañana: convertirnos en trapecistas
El autopercibimiento y la readecuación en la forma de pensar, escribir y narrar, son dos procesos que genera la Beca de Cosecha. Por eso, de alguna manera, me gusta pensarla como “una beca trans”, donde es imposible volver a mirarnos de la misma manera que antes de comenzar. Pero este proceso no es general. Como dijo Sebastián Hacher (docente del Taller de Narrativas) por ahí, puede ser una línea en el currículum, o la construcción de una nueva forma de narrar las violencias, las cuestiones de género… en fin todo lo vinculado con los derechos humanos. Una buena metáfora de esto que describo fue la pérdida de mi documento durante la última noche en Buenos Aires. De allí en adelante, hubo una deconstrucción y una reconstrucción sobre lo que ya traía.
Los talleres, les maestres, les compañeres, y el entrenamiento, se convierten en una red donde el salto deja de ser al vacío, para de algún modo, convertirnos en trapecistas.
Fredi Velasquéz, La Tercera: lo que trajo la Beca Cosecha Roja
Recuerdo que la primera invitación que nos hicieron esa mañana en Buenos Aires fue a hablar sobre lo que nos inquietaba y nos hacía ruido de nuestro trabajo. En la sala había un grupo de 20 personas desconocidas y me incomodé. Mi educación típicamente católica, clase media y del sur de Chile me llenaba de ansiedad. La idea de abrirse al resto nunca fue placentera. Era nervios y miedo a decir algo tonto.
Pero había algo de la propuesta que llamó la atención. Pensé en mentir y decir algo genérico. Pero las preguntas vinieron rápido. Estaban ahí. Hace tiempo que estaban ahí. No recuerdo que dije exactamente pero debió ser algo así: ¿Cómo tener la convicción de estar contando historias de la manera correcta? ¿Cómo no pensar que estamos apropiándonos de lo ajeno? ¿No somos simples intrusos? Algunos compartieron mi punto y otros no. Pero fue bueno decirlo en voz alta.
La revelación trajo cosas consigo. Ediciones de Sebastián Hacher los viernes a las 7 de la mañana. el compromiso de ocupar las horas de almuerzo para conectarse a las clases. Lecturas renovadoras. Pensar temas desde esas lecturas. Escuchar la experiencia de compañerxs de Latinoamérica.
Cosecha Roja fue eso. Contarse a sí mismo y llenarse de nuevas convicciones. Nunca antes había pensado así. Que eso podía ser periodismo y que mis editores lo iban a aceptar. Pero pasó. La beca pasó y cambió la vida.
Danila Saiegh, Futurock: la beca también es empoderamiento
La Beca Cosecha Roja me ordenó. Me abrazó en muchos sentidos, me invito a leer y aprender sobre los temas que me interesan y a conocer a quienes hoy son mis compañerxs de proyectos.
Pero me interesa contar sobre el modo en que me organizó identitariamente en tanto periodista. Había unos pedazos de intereses, de saberes y de estilos apilados en una narrativa medio huérfana hasta ese momento y la beca vino a decirme que todo esto formaba parte de algo, de un carácter, un modo periodístico.
Podría decir, y mi psicoanalista estaría chocho, que la Beca Cosecha Roja me alojó, como una madre que te dice que sos fabulosa y que esas cosas raras que tenes te hacen especial. Entonces después te animas a todo. También le decimos empoderamiento ❤