Por Natalia Chientaroli*
Muchas veces me siento un hámster. Con los ojos fijos en la pantalla, mis horas transcurren atolondradas, intensas, como dando vueltas en una rueda sin pausa, sin descanso ni demasiada consciencia. Todo sucede a velocidad de videojuego y mis manos responden prestas: teclean, marcan números de teléfono, mandan cientos de mensajes, escriben, editan, cambian, reenfocan. Pero al final del día sigo exactamente en el mismo lugar, cinco o seis cafés mediante, agotada sin saber por qué, con la certeza de vivir al borde del síndrome de la clase turista en estas jornadas laborales que duran más que un vuelo Madrid-Buenos Aires. Con todo, me voy a casa satisfecha. Y frustrada, cómo evitarlo, porque nos faltó sacar este tema, porque aquel titular no era perfecto, porque esa historia tan buena no tuvo el éxito que esperaba.
Lo que quiero contar, en cualquier caso, es que fue precisamente un vuelo a Buenos Aires el que dio comienzo al viaje que considero definitivo: el que me llevaría fuera de la pecera hamsteriana de editora full time de periódico digital. ¡Menuda rueda roedora! Cuando me apunté a la Beca Cosecha Roja lo hice pensando en que eldiario.es necesitaba hacer una reflexión sobre la información acerca de violencias, y también de que yo, como batuta diaria de esa información, necesitaba mejores herramientas para marcar intensidades y ritmos.
Lo que encontré, de la mano de impagables profesores, fue la oportunidad de detener la carrera frenética del periodismo diario para pensar, precisamente, en periodismo. De compartir inquietudes y experiencias con editores de países y proyectos diferentes, de enriquecer mis conocimientos con los de otros, y de incorporar a la vez una base teórica fundamental para poder reaccionar con sustento cuando la rueda impone su ritmo enloquecido. Eso es la Beca Cosecha Roja para mí: un viaje sin regreso a lo mejor de mi trabajo.
Para más información sobre la Beca Cosecha roja entra acá: cosecharoja.org/beca
*Redactora jefa de Edición de Eldiario.es, España.