Por Marina Benítez Demtschenko*
Foto: Lara Otero
El ciberfeminismo no sólo lleva como pilar la defensa de la libertad de expresión de las mujeres en el medio digital sino también la reivindicación de toda forma de manifestación en Internet que nos constituya como autodeterminadas, es decir libres, dignas y como personas conscientes de nuestro propio valor y existencia.
Está tan naturalizada la limitación de este aspecto de nuestra voluntad en la historia y en la vida cotidiana, que el ciberespacio resulta tanto liberador como demostrativo de la violencia ejercida contra quien toma la postura de expresarse libremente. Así es como vemos a diario discursos machistas en contra de las mujeres y de la vida que optamos llevar: de nuestras elecciones, decisiones, de nuestra sexualidad. Estos aspectos se erigen como el nodo a proteger siendo fundamentales en el desarrollo psíquico, afectivo y social de toda persona. La defensa de este espectro de libertad implica la procura de la limitación de toda expresión que la intente menoscabar, disminuir e incluso destruir.
A diario leemos extensos manifiestos de cómo las mujeres debemos o no llevar nuestra propia vida, o de cómo debemos dirigirnos a les demás. Se expresan así –desde un lugar ajeno a nosotras mismas, pero arrogado arbitrariamente- en carácter de “macho disciplinador”, todo tipo de argumentos falaces que operan como mantras legítimas sobre el lugar que debemos ocupar (incluso en el ecosistema de la web), sin respeto alguno del que efectivamente la “mujer cuestionada” quiere ocupar u ocupa.
Estas conductas, que no son ni más ni menos que la continuidad de la violencia ejercida en el corriente de nuestras vidas y fuera del plano digital, toman dimensiones dañinas no sólo hacia la mujer atacada sino a la sociedad entera, porque sostienen postulados de violencia simbólica, verbal, psicológica y sexual que luego el entorno con total inconsciencia o falta de empatía, reproduce. Una forma absolutamente reprochable de darle continuidad a esa idea de desigualdad y de posición dominante sobre las mujeres.
La sexualidad femenina en el espacio de Internet es un punto medular de protección y reivindicación en la lucha ciberfeminista: la libertad de expresión también se ejerce en este aspecto. Eso no consiste en señalar lo que suponga una “transgresión” del buen gusto, moral o ética impuesta por quién sabe quiénes. Implica tomar consciencia de que el parámetro disciplinador pasa por el juzgamiento social y cultural de su accionar, que termina dando pie a cualquier embate en su dignidad como si lo “mereciéramos” por ejercer nuestra autodeterminación.
La sexualidad femenina en el espacio de Internet es un punto medular de protección y reivindicación en la lucha ciberfeminista: la libertad de expresión también se ejerce en este aspecto.
Toda restricción sobre nuestra libertad es violenta y también lo son las consideraciones machistas en torno a nuestros cuerpos o a los roles que “deberíamos” cumplir por ser mujeres (por ejemplo, con el postulado “madre que no tiene sexualidad”, conceptos precámbricos si los hay). Expresiones como “indecorosa”, “impúdica”, “descarada”, “libertina”, etcétera, son motes que en circunstancias análogas el varón no recibiría por parte de pares o de la misma sociedad.
La sexualidad femenina permitida y la sexualidad femenina censurada.
La descalificación basada en nuestra libre sexualidad pareciera ser el epicentro de la violencia machista en Internet. En una explicación superficial, porque es el ámbito en que las mujeres nos podemos desenvolver con libre albedrío y a las anchas de nuestro placer y goce tanto físico como psicológico. Por eso es esperable que sea la faceta que más resistencia encuentre en una sociedad en que las mujeres no podemos ejercer derechos libremente sino tan sólo los que nos son “permitidos” ética, moral, religiosa, o genéricamente bajo las pautas del heteropatriarcado.
La descalificación basada en nuestra libre sexualidad pareciera ser el epicentro de la violencia machista en Internet.
Hace unos años propuse esta clasificación al hablar de “sexualidad de las mujeres”: la “sexualidad femenina permitida” y la “sexualidad femenina censurada”. Esta última se relaciona con todo acto que las mujeres como significantes culturales y sociales elegimos ejercer por nosotras mismas para el propio disfrute. La “permitida” correspondería a la que el machismo tolera por resultarle gozoso y estimulante, con propios parámetros y en referencia a la explotación de la imagen de la mujer y de su cuerpo, sin perjuicio de la dignidad de ésta.
Allí encontramos a la pornografía violenta, que a pesar de ser una expresión cabal de la violencia de género, no solo se permite culturalmente sino que también se defiende como “hito de la expresión sexual más libre”, cuando en realidad sólo es “libre” para el consumidor.
En referencia a este punto, no hay actualmente una posición unánime sobre su viabilidad o no –en el marco del debate feminista-, sino que nos encontramos con distintos planteos ideológicos e intelectuales en torno a la pornografía y a las propuestas “feministas” que se traen como alternativas. Por ejemplo, “The Feminist Book. Las políticas de Producir Placer” – Tristán Taormino, Constance Penley y otras (2016)
La perspectiva de género aplicada en este sentido implicaría apartarse de los estándares de la industria de la pornografía y afrontar una pérdida económica de increíbles dimensiones. Por eso este debate también destaca que la mujer explotada es funcional al capitalismo, y por ello la pornografía violenta se erige como otro gran bastión a derrumbar desde la lucha colectiva.
Las TIC y la sexualidad femenina
La injerencia de las tecnologías de la información y la comunicación fue vista como una nueva posibilidad de las mujeres para proyectarnos como seres libres, autodeterminadas, más independientes, y ello ya activó la irrupción en los entornos digitales de la violencia vivenciada fuera de ellos. Así es cómo las ciberfeministas nos interponemos para dar batalla y promover las tecnologías y con ellas a Internet y esperamos que resulten el estímulo necesario y suficiente a la sexualidad y al erotismo de las mujeres que se restringió históricamente.
Esto es a través del acceso a la información – canalización de dudas, debates, temas tabús, anticoncepción, autoexploración, vinculación con pares a través de foros para compartir experiencias, etc.-, el uso de redes sociales –que facilita la interacción con pares y que presenta distintas opciones para la vinculación en niveles eróticos/sexuales por ejemplo a través de aplicaciones con dicho fin exclusivo-, y las nuevas prácticas de comunicación entre compañeres en intimidad, como por ejemplo el sexting.
Todo lo expuesto abre un increíble abanico de liberación de lo que antes fueran tabúes o ámbitos de gran restricción al conocimiento de las mujeres y por ello el hito de Internet en este punto es reconocido como una gran herramienta de des-represión en la historia de las mujeres a nivel mundial.
La sexualidad digital femenina es el producto de la combinación entre estas experiencias en las que no sólo intentamos empezar a romper con las barreras de género impuestas sobre nuestra propia sexualidad sino que nos animamos a más y, luego, las re-creamos. En la web podemos encontrar un nuevo espacio de exploración y de libertad sexual, por lo que la lucha contra la violencia machista debe ser sostenida y constante.
En la web podemos encontrar un nuevo espacio de exploración y de libertad sexual, por lo que la lucha contra la violencia machista debe ser sostenida y constante.
Reivindicar la libertad sexual digital y exigir su respeto es un desafiante bastión de la lucha ciberfeminista que pretende lograr el reconocimiento de esa libertad como un derecho digital.
*Fundación Activismo Feminista Digital