Desaliñado, con la bragueta baja y con aspecto desorientado Lucas Carrasco se sentó en el banco de los acusados ante el Tribunal 9 en la primera audiencia de su juicio. Por primera vez de manera pública esgrimió lo que fue una ausencia total de estrategia defensiva: “No me cabe en la cabeza que me estén acusando de esto”. “Es evidente que hubo algún destrato, sé que no soy la persona más amable del mundo y tengo un estilo de ser que puede ser chocante”, dijo. El “destrato” al que se refirió, de acuerdo con las declaraciones de las dos denunciantes, es el abuso sexual con acceso carnal en un contexto de abuso de poder de varios tipos: él era por ese entonces un referente periodístico y político con un carácter público agresivo. Como declaró Sofía Otero en la indagatoria “era un periodista que las militantes admirábamos. Yo lo había visto en la tele, había escuchado notas en radio de él”.
Los hechos -uno de 2013 y otro de 2015- son similares: ocurrieron durante el día en la casa de él, se dieron en un solo encuentro y consistieron en violencias desatadas en un encuentro sexual consentido. “Es nuestra intención recalcar que una relación sexual que empieza siendo consentida puede cambiar, y que puede haber un acto en esa relación que la transforme en una violación”, dijo Natalia D’Alessandro, abogada de la querella, antes de que junto a Matías Busso pidieran nueve años de prisión para Carrasco por el delito de abuso sexual agravado por acceso carnal en dos ocasiones. En sus alegatos, ambos abogados hicieron hincapié en la necesidad de una perspectiva de género para la aprehensión de estos testimonios, donde se considere la repercusión de los hechos en la vida de las denunciantes, la complejidad en la que pueden darse los actos de violencia y las particularidades que constituyen un carácter sistemático de abuso, como lo fue el del imputado durante los hechos.
El fiscal Ariel Yapur alegó que en las declaraciones de Sofía hay “un relato veraz, sostenido en el tiempo, pese a los esfuerzos que manifestó de intentar olvidarse”, y aseguró que lo denunciado no fue “un destrato, un machirulismo: fue una violación”. Pidió siete años de prisión para el imputado y la absolución en el caso de la joven con identidad reservada.
La segunda audiencia empezó después del mediodía de este miércoles, con los alegatos de la defensa. El abogado Guillermo Vartorelli dijo que “no hay prueba” de que Carrasco “haya cometido los delitos”. Vartorelli reclamó pruebas difíciles de obtener en investigaciones de delitos como los achacados a Carrasco: fotografías, croquis de dónde ocurrió el hecho, pericias en el lugar. “Esta dificultad se traslada en otras omisiones que han resultado incomprensibles teniendo en cuenta lo declarado”, continuó.
En la misma línea, cuestionó la distancia entre los hechos y la denuncia. “No voy a decir que por no haber denunciado antes su relato es mentira, pero se denuncia 3 años y medio después, y así es muy difícil producir prueba de defensa”. Sobre el final de su alegato descartó que haya habido una relación de asimetría entre Carrasco y Sofía porque “ella era mayor de edad, militante, con padre abogado. No puede desconocer los derechos y los límites. No está desnutrida en modo alguno. En cambio, Carrasco sí estaba alcoholizado”.
Por ambos hechos pidió la absolución y señaló que ni la querella ni la fiscalía mensuraron las características psicológicas de Carrasco a la hora de pedir pena.
Tras el cierre de los alegatos, se le ofreció al imputado decir las “últimas palabras”. Carrasco, quien había llegado tarde a esta última audiencia por baja presión y estuvo afuera durante un tiempo largo, dijo: “Fue una relación consentida en todo momento. Pero yo estaba borracho, puede haber habido un destrato, me pude haber equivocado en el modo de hablar pero en todo momento fue consentida. Le tuve que pedir que se vaya porque vino mi hermana y por eso quiero pedir disculpas. Nada más.”
La demanda feminista
Durante los alegatos se citó la reforma del Código Penal de 2017 y su Artículo 119, donde se detallan las características de los delitos que calificó la querella. A pesar de que los hechos denunciados hayan sucedido antes de 2017, el peso de aquella transformación está puesto en juego en la lectura social que se hace de las acusaciones contra Carrasco.
La abogada Luciana Sánchez remarca que, a pesar de que una condena ejemplar no lleva a la erradicación de los abusos, “hay un recorrido hacia el bien, en el sentido de cómo ha ido evolucionando qué es lo que se sanciona. Las reformas tienen que darle otro sentido a las leyes”. De acuerdo a la abogada, “no hay que olvidar el contexto de este juicio: son muy importantes los fundamentos que reflejan la voz de lo sucedido, que hayan sido escuchadas, que haya habido acompañamiento”.
“No tengo tantas cosas buenas para decir del proceso judicial”, dijo Sofía sobre los últimos días del proceso iniciado en 2016. “¡Es agotador! Pero yo siempre estuve muy acompañada, llegué muy bien a este tramo final”, remarcó. Luego de hacer la denuncia en UFEM, el grupo de jóvenes estuvo asesorado por la DOVIC y fueron acompañadas por Laura Di Bella, su trabajadora social, durante todas las audiencias. Además, estuvieron presentes familiares y militantes feministas ocupando todo el espacio del público. “Yo pensé que iba a quedar rota para siempre. Y no fue así. Por supuesto que hay que aprender a quererse otra vez, a reconstruir el autoestima, pero estando con compañeres se puede”, concluyó.
Como muchos otros, el caso de Lucas Carrasco se visibilizó a partir de un escrache en un grupo de Facebook. La emergencia del decir provocó la necesidad de accionar: las denunciantes participaron de marchas juntas, juntaron firmas en las asambleas para el 8M en 2017, acompañaron a otras denunciantes -por ejemplo, del caso Cristian Aldana- y nunca pararon de pensar nuevas estrategias y formas de abordar a las violencias organizadas de una manera feminista. “Lo fundamental es no callar”, dice Sofía. “Cada una decide qué es lo mejor. Mi deseo es que no puedan dañarnos nunca más, pero en el mientras tanto, la consigna es no callar”.