Ganamos el partido y nos rompieron el culo

“¡Esto es necrofilia! ¡No se culea a los muertos!”, gritó Hernán Santarciero en el segundo gol de River. Al relator le sugerimos que deje de tenerle miedo al agujero negro, que se lance, que se relaje y goce. La penetración anal no es un insulto.

Ganamos el partido y nos rompieron el culo

Por Cosecha Roja
02/10/2019

El gol de Nacho Fernández hizo estallar al Monumental y los anos comenzaron a vibrar. Fue el puntapié para que el relator Hernán Santarciero hable de la  penetración anal con desprecio. Dijo, como si fuese un insulto, “¡Murieron en Madrid! ¡Esto es necrofilia! ¡No se culea a los muertos! River 2, ellos 0″. En las gradas una bandera de un chancho con la camiseta de Boca estaba en línea con el lugar común antisodomita: “¿No te duele la cola?”. En el fútbol existe una obsesión con los culos y el que “lo pone” es el que sale perdiendo. Dice Paul Preciado: “Sólo me queda desearte lo mejor: Colectiviza tu ano. El arma es modesta, pero la posibilidad de acción cercana e infinita”. A Santarciero le sugerimos que deje de tenerle miedo al agujero negro, que se lance, que se relaje y goce. La penetración anal no es un insulto. Bien hecha ¡es una fiesta! Como lectura sugerida en Cosecha Roja compartimos un fragmento de Terror anal, de Paul Preciado.

1. El ano no tiene sexo, ni género, como la mano, escapa a la retórica de la diferencia sexual. Situado en la parte trasera e inferior del cuerpo, el ano borra también las diferencias personaizadoras y privatizantes del rostro. El ano desafía la lógica de la identificación de lo masculino y lo femenino. No hay partición del mundo en dos. El ano es un órgano post-identirario: «Un uso social del ano, que no fuese sublimado, habría de correr el riesgo de la pérdida de la identidad». Rechazando la diferencia sexual y la lógica antropomórfica del rostro y el genital, el ano (y su extremo opuesto, la boca) sienta las bases para una inalienable igualdad sexual: todo cuerpo (humano o animal) es primero y sobre todo ano. Ni pene, ni vagina, sino tubo oral-anal. En el horizonte de la democracia sexual post-humano está el ano, como cavidad orgásmica y músculo receptor no-reproductivo, compartido por todos.

2. El ano es un biopuerto. No se trata simplemente de un símbolo o una metáfora, sino de un puerto de inserción a través del que un cuerpo queda abierto y expuesto a otro u a otros. Es esa dimensión portal la que exige al cuerpo masculino heterosexual la castración anal: todo lo que es socialmente femenino podría entrar a contaminar el cuerpo masculino a través del ano, dejando al descubierto su estatuto de igual con respecto a cualquier otro cuerpo. La presencia del ano (incluso castrado) en el cuerpo con biopenepenetrador disuelve la oposición entre hetero y homosexual, entre activos y pasivos, penetradores y penetrados. Desplaza la sexualidad desde el pene penetrante hacia el ano receptor, borrando así las líneas de segregación de género, sexo y sexualidad.

3. El ano funciona como punto cero a partir del cual se puede comenzar una operación de desterritorialización del cuerpo hete-rosexual, o dicho de otro modo de desgenitalización de la sexua- lidad reducida a penetración pene-vagina. No se trata de hacer del ano un nuevo centro, sino de poner en marcha un proceso de desjerarquización y descentralización que haría de cualquier otro órgano, orificio o poro, un posible biopuerto anal. Se despliegan así” un conjunto de prácticas irreductibles a la identidad masculina/femenina, homo/hetéro: lavativa, dilatación, lubrificación, penetración con la lengua, con el puño o con dildo… Frente a la máquina heterosexual se alza la máquina anal. La conexión no jerárquica de los órganos, la redistribución pública del placer y la colectivización del ano anuncia un «comunismo sexual» (p. 88) por venir.

4. Históricamente el ano ha sido contenido como órgano ab-yecto, nunca suficientemente limpio, jamás lo bastante silencio-so. No es, ni puede ser políticamente correcto. El ano no produce, o más bien produce únicamente basura, detritus. No se puede esperar de este órgano producción de beneficio ni plusvalía: ni esperma, ni óvulo, ni reproducción sexual. Sólo mierda. Ése es el lugar excelso de la no-producción ecológica. O mejor, el punto de fuga por el que el capital escapa y vuelve a la tierra convertido en humus. Aunque sería imaginable que las estrategias de producción de capital vinieran a reterritorializar el placer anal, tendrían que estar dispuestas a ser transformadas en mierda.

5. Los órganos (tanto bio como tecnoprótesis) no reapropiables en la economía libidinal heterosexual son anales: dildos, orificios nasales y bucales, implantes, cortes o huecos ya existentes o aque-llos producidos con la intención de ser penetrados. La vagina que no procrea, que es extraída de la máquina heterosexual, deja de ser una «víscera hueca» que busca ser «llenada» para convertirse en un órgano de características anales. De ahí la expresión de Monique Wittig: «Las lesbianas no tienen vagina». Del mismo modo, desde un punto de vista biopolítico estricto y dentro de una economía de reproducción sexual de la especie, los maricas no tienen pene, puesto que no penetran vaginas (sino anos, bocas…).