Por Isma (@lopoliticoespersonal)
Fotos: Victoria Gesualdi
Existe un síndrome al que le dicen “el brazo roto trans”. Lo acunó Naith Payton en el 2009. Yo lo vi por primera vez en un artículo de Blas Radi. Es cuando alguien trans va a la guardia por un brazo roto y lxs profesionales asumen que su dolencia está relacionada con ser trans. Pasa con brazos rotos y también con problemas de salud mental.
Hace dos meses que estoy posponiendo ir al dentista. Es algo bastante frecuente que mucha gente posponga el dentista. A nadie le gustan las herramientas metálicas, los dolores, el ruido del torno, el olor de los materiales. No es mi caso: no voy porque no tengo ganas de explicar que soy trans. Mi cabeza aloja un monstruo alimentado de las posibles situaciones que puedan presentarse entre la entrada y la salida del consultorio.
Me pasó cuando fui al otorrino. Como no tengo el cambio registral me llamaron por mi nombre de documento. El doctor me miraba asombrado y me preguntaba repetidamente mi nombre. Cuando le explico, me cuenta qué otras personas trans conoce y más cosas que no tenía ganas de estar hablando con él. Sobre todo en ese momento en que estaba en medio del proceso de aceptación.
La violencia sobre la identidad de género es repulsiva. En el ámbito de la salud es preferible no ir al médico antes que exponerse. Tengo el privilegio de tener una obra social y casi no la uso por eso, porque mi nombre de documento es otro y la única vez que fui a la ginecóloga por ese medio, tuve que responder si me acostaba con “hombres o mujeres” antes de que me pregunte el motivo de la consulta.
La Ley de Identidad de Género que tenemos en Argentina es hermosa y hace foco en la vivencia propia. Uno de los puntos dice que las personas no están obligadas a hacer su cambio registral para ser tratadas como eligen llamarse. Parece lógico.
Pero el sistema médico no lo entiende para nada. Jamás fui a una consulta en la que me preguntaran cómo prefiero ser llamado o que respetaran el nombre o los pronombres que utilizo. Tampoco está bueno que me pregunten sólo a mí por ser visiblemente trans: tendría que estar incorporado en el sistema, y no sólo al de salud. ¿Qué capacitación reciben lxs profesionales sobre estas cuestiones y cuál es la permeabilidad de las instituciones para integrar las prescripciones de la ley 26.743 a sus prácticas?
Hay una idea generalizada de que la salud de las personas trans o no binarias se reduce al suministro de hormonas. Si bien las hormonas son algo primordial e indispensable y no podemos permitir su recorte, no lo son todo. El acceso a la salud también se trata de poder ir al dentista y que no sea una experiencia más traumática de lo que ya es para cualquiera.
La ley asegura no sólo el tratamiento hormonal sino también cualquier intervención quirúrgica para que unx se sienta a gusto con su cuerpo. Algo que debería ser garantizado por el Estado.
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Mi novio se hizo una mastectomía y nos encontramos con gente que pensaba que era algo superficial, que no lo hacía por necesidad. Sacarte las tetas porque las odiás, porque te perjudica de maneras que a veces no dimensionás, porque toda tu vida las cargaste y todos los días usas fajas para ocultarlas, es una necesidad. Superficial es minimizar esta decisión por su dimensión estética. De hecho, hace poco fui a la acupunturista (alguien que conozco y con quien me siento a gusto) porque tenía mucho dolor de espalda. Me dijo que era muy probable que estuviera relacionado con estar todo el día hacia adelante en una mala posición para disimular las tetas.
Si vas a un hospital público para hacerte la intervención es probable que tengas que esperar tanto que, de contar con la suerte de tener los recursos, termines haciéndolo en el ámbito privado.
Las hormonas, más allá de la vida o la muerte, son un derecho conseguido y orientado a poder sentirse bien en el mundo y con unx mismx, algo que este contexto neoliberal te hace sentir que es pedir demasiado. Tener salud no es sólo supervivencia: es calidad de vida.
Espero pronto poder ir al dentista, desearlo hasta suena gracioso. Pero si no me rompen los dientes en la calle, me los rompe la violencia sobre mi identidad en el CIStema de salud.
Agradezco especialmente a Florencia Lico por su ayuda en la escritura de esta nota.