Saquen sus balanzas de nuestra cuarentena

El mandato de los cuerpos fitness se potenció durante la crisis del coronavirus. Desde los consejos para ‘no engordar durante la pandemia’ hasta los llantos y burlas públicas por los kilos que se aumentan. Camila Molteni lo pide claro: dejame comer en cuarentena o cuando yo quiera.

Saquen sus balanzas de nuestra cuarentena

06/04/2020

Por Camila Molteni

Diseño: Federico Mercante

Los chistes sobre el miedo a engordar en cuarentena no paran: aumenté 5 kilos, ahora sólo me quedan bajar 15; la balanza te pesó y se tiró del cuarto piso; memes típicos del antes y después de la cuarentena, stickers de chanchitos al lado de cada plato de comida subido a Instagram. Nos atormentan en las redes y en cada uno de esos llamados a distancia que hacemos para acercarnos a la gente. 

Yo también le tuve miedo a engordar, le tuve miedo a mi propio cuerpo, le tuve miedo a ser quien soy. Porque un cuerpo gordo genera odio, no amor. Me siento en un doble encierro. No hay escapatoria. Me encierran las paredes de mi casa pero más me encierran las reglas, los estándares, todos sus miedos a ser como yo.

Este encierro en soledad me tiene más triste que aburrida, más triste que hambrienta, más triste que cualquier otra cosa. Este encierro profundiza mi necesidad de tener a alguien al lado, alguien que me pregunte qué quiero comer, que me avise que tengo mal aliento, que me apriete fuerte cuando la ansiedad lo rebalsa todo. Alguien que me diga mi amor.

La soledad ahorca más que nunca ahora, pero me saca el aire desde hace años. Estar sola significó siempre un odio hacia mí misma. Pensaba que la razón por la que nadie quería sostenerme la mano en la calle, ni quería darme un título de novia, era por tener un cuerpo distinto, fuera de esa norma que nos dice a quiénes podemos querer y a quienes no. Y probablemente fue así. 

Me miro la panza. Llevo puesto un vestido rosado de lycra que me regaló una amiga hace unos años. Es bien escotado y me hace unas tetas increíbles. No lo uso nunca porque, así como me define las tetas, también me marca la panza. Me lo puse ahora porque nadie me ve. Me miro al espejo, me peino un poco y me gusto. Mi panza está más grande que cuando me lo regalaron. En aquel momento no me hubiera permitido tener esta panza. La hubiera llorado, odiado. Me hubiera recriminado a mí misma la falta de amor de los demás. La hubiera escondido. Hubiera tirado el vestido. Ahora me miro mientras como un sanguchito. Estoy linda. Me saco una selfie, dos, tres. No subo ninguna porque se me ve mucho la panza. Sigo pendiente de la opinión de les demás.

Una vez una sabia gorda me dijo: “Todo para les gordes pasa en un futuro. Cuando llegues a ser flaca y linda vas a poder salir a bailar, vas a poder enamorarte. Pero no existe presente”. No quiero estar sin presente ahora, en este contexto en el que parece no existir otra cosa. No me encierres. No me comentes en una foto lo hermosa que soy si llorás cuando engordás dos kilos. No tengas miedo a ser como yo. Amemos por fuera de la norma. Quiero ser deseada y quiero serlo hoy, no mañana. Quiero gustar así, con este culo gordo y esta celulitis. Quiero alguien que me haga un mimo, alguien que me diga mi amor.