Por Federico Trofelli -Cosecha Roja .-
A uno lo mataron de siete balazos: tenía 17 años. A otro, de treinta: todavía no había cumplido los 18. Silenciosa para muchos, Rosario, la segunda ciudad más poblada de Argentina, es el escenario de una guerra sin tregua entre pequeños narcos ligados a la policía. En lo que va del año, los muertos por “ajustes de cuentas” ya pasaron los 60. Aunque el número exacto difiere según la fuente consultada: pueden ser 65, 66 o 67. De todas formas, en los pocos minutos que dure la lectura de esta nota, la cifra puede incrementarse.
“Tanto ejecutores como víctimas pertenecen a sectores excluidos de la sociedad pero que de un día para el otro pasan a manejar mucho dinero y esto puede llegar a ser tan tentador como peligroso”, explicó un abogado que entiende bastante de lo que ocurre en los suburbios rosarinos. “Los pibes de 13 o 14 años comienzan a cobrar hasta 300 pesos por día. Para mantener un quiosco de drogas hay que pasar 10 mil pesos por mes a la comisaría. Con ese canon uno se asegura batida de datos y protección. En total, limpio de gastos le quedan a cada boca de expendio 25 mil pesos”.
En algunos barrios está claro quién manda y eso disminuye el índice de muertos. El grupo denominado Los Monos, en su mayoría integrado por la familia Cantero, supo hacerse respetar en el barrio Las Flores y la villa La Granada, al sur de Rosario. No fue fácil imponerse: primero tuvieron que desplazar a Los Garompas, una mítica banda que tiene a la mayoría de sus integrantes asesinados o tras las rejas.
Los Cantero estuvieron íntimamente relacionados con las barras bravas de los principales clubes de fútbol de la ciudad: Rosario Central y Newell’s Old Boys. El clan participó en la emboscada que en febrero de 2010 sufrió un micro que iba con hinchas de Newell’s donde fue baleado de cuatro balazos el chico de 14 años, Walter Cáceres. Según la investigación judicial, la novia de El Guille Cantero, tercero en la línea de mando de la banda, dejó asentado que cuando fue a denunciar a su pareja por haber sufrido agresiones físicas a la comisaría 11va, no la quisieron atender porque el hombre “pagaba para que lo dejaran trabajar libremente”.
Este grupo no sólo se dedicaría a la droga: también diversificó sus negocios en otros rubros como el de prestar dinero a los vecinos a tasas muy elevadas o brindar protección a delincuentes de la zona para que puedan operar con tranquilidad.
Las fuentes reconocieron que con algunos de los integrantes de Los Cantero presos y luego del homicidio de Roberto “Pimpi” Caminos –líder indiscutido de la barra de Newell`s-, el barrio Las Flores cada vez está más descontrolado. Elías “Cambicho” Cáceres puede ser un claro ejemplo. Tiene 21 años y en su corta vida ya cuenta con tres asesinatos. O al menos de eso se lo acusa. En casi un año, el muchacho quedó imputado por los crímenes de Jonathan Fernández -20 de enero de 2011-, Claudio Zanabria -28 de junio- y Juan Castro -17 de octubre-.
Hay otros barrios considerados sin dueños pero muy pesados. A modo de ejemplo, se puede mencionar a La Tablada –en el sur- y Ludueña -en el norte-. Al no estar delineados los límites, allí surgieron diferentes transas que compiten por espacios muy reducidos. En cien metros pueden superponerse varios puntos de venta. Hasta que la coexistencia se torna imposible y cualquier incidente, desde un malentendido por una cuestión de drogas hasta una rencilla familiar, termina a los tiros.
A fines de marzo, Gabriel Melián, de 23 años, fue ejecutado de seis balazos. Estaba acompañado de otro joven cuando aparecieron dos motos con dos chicos en cada una. “Acá está, te encontramos”, escuchó el sobreviviente de la balacera. Según confió una fuente de la investigación, Melián “tenía intenciones de unir a la gente de La Tablada con la del Noroeste” pero al parecer “hubo un vuelto mal dado o una cuestión similar y su crimen fue la historia de una alianza que no pudo ser”.
El caso de Elías Bravo, de 17 años, sacrificado de 30 balazos el 1 de octubre, también intentó ser un mensaje. Las crónicas del día dijeron que El Petiso “se la aguantaba en el Barrio Ludueña y no debía sobrevivir”. El crimen ocurrió en French al 2100 –frente a uno de los quioscos de droga del lugar-, una particular zona de Rosario que interconecta a los barrios Ludueña, Toba, Empalme Graneros e Industrial.
Los vecinos no toleraron el crimen y destruyeron el punto de venta. No tanto por su afinidad con el muerto, sino porque aprovecharon que el barrio estaba convulsionado y a mazazos voltearon las paredes del quiosco. La bronca desatada fue excepcional. Generalmente, los quioscos de droga se mantienen indemnes a los muertos que terminan en sus puertas: a mediados de marzo, la casilla de Estados Unidos al 800, en la zona oeste de Rosario, fue testigo del doble crimen de dos hombres que llegaban al lugar en un rastrojero. Apenas descendieron del vehículo, fueron sorprendidos a balazos desde un auto y una moto. La policía halló 23 vainas servidas. Uno de los cadáveres tenía once balazos.
La policía no tuvo otra opción que allanar la casa: allí se encontraron 142 envoltorios de cocaína que pesaban 190 gramos; un trozo de marihuana, además de 69 paquetitos, que representaban 412 gramos. “La lucha no es por grandes cantidades”, detalló otro abogado que lleva varias causas por drogas, “Es por chiquitaje. Por 100 gramos se matan como moscas”.
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