Alguien dijo: “No seas trolo, man”. Y en pocas horas, más de 10 mil personas usaron esa frase para crear un hashtag y usarlo como insulto en Twitter.
¿Qué se lee como trolo en esos tuits? Ser sensible, llorar o tener un gusto que se corre de la masculinidad heteronormativa.
Ojalá fueran trolos: en lo que va del año hubo 109 femicidios y cerca de 30 travesticidios, según el conteo de varias organizaciones de la sociedad civil. ¿Fueron trolos los asesinos? No: fueron bien machitos.
En la década del 70 en Estados Unidos se empezó a usar la palabra queer como insulto. Una traducción literal sería “raro”, pero el significado conceptual es sos una mierda.
El movimiento de trolos, travestis, maricas y tortas se apropió del insulto y hoy hasta suena lindo decirlo.
Decir “¡qué queer!” es una forma de blanquear las identidades con una palabra bella, abstracta, colorida. Pero decir trolo sigue sonando a insulto.
Mientras miles de personas ponen “no seas trolo, man”, en Río Gallegos había una marcha por un pibe al que la policía e Infantería le rompieron el maxilar a golpes. “¡Qué voz de trolo que tenés!”, le dijo uno de los policías.
Es un caso, pero hay cientos, todos los días: primero es el lenguaje, después el paso al acto. El odio está ahí a la vuelta de tu casa, en las redes, en las aulas y en las instituciones.
Nadie mata a nadie con la sensibilidad o expresando un sentimiento frágil.
Ojala fueran trolos.