El sábado será un día de expectativa para Claudia Pedrozo: si el resultado del hisopado que le harán el viernes sale negativo, el domingo volverá a ver a su hijo de 5 años después de una semana.
Claudia es enfermera. Trabaja de 7 a 14 en el área COVID del hospital pediátrico Garrahan. El Garrahan tiene una dotación de 1700 enfermeros y enfermeras, que trabajan distribuidxs en turnos de siete horas (mañana y tarde), diez horas (noche) y 14 horas (fines de semana y feriados). Desde que empezó la pandemia, los y las enfermeras trabajan semana por medio para evitar que el hospital se quede sin recursos humanos fundamentales: si un equipo se contagia, lo reemplazará el otro.
Por eso Claudia pasa una semana sin ver a su hijo. No tiene miedo de contagiarse, pero sí de contagiarlo a él. Entonces la semana que trabaja no vuelve a su casa, sino que se queda en el departamento de una amiga. El viernes la hisopan y con el resultado negativo el domingo vuelve a su casa. Los testeos al personal de primera línea empezaron hace unas semanas por exigencia de lxs propixs trabajadorxs.
“Es muy difícil. Pero cada vez que me pongo mal, se me aparece la carita de mi hijo y me da fuerzas para seguir”, dice a Cosecha Roja.
“Desde antes de la pandemia que tenemos un faltante del 30 por ciento de enfermerxs. Eso quiere decir que deberían haber ingresado 390 enfermeras para cubrir ese déficit. Imaginate ahora con la pandemia…”, dice Norma Lezana, licenciada en Nutrición y presidenta de la Asociación Civil y Gremial de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan. Ese es uno de los reclamos que vienen haciendo y que los llevó este miércoles a manifestarse en la puerta del hospital.
Cada trabajadxr afectado al sector COVID está obligadx a hacer un camino unidireccional: busca su ambo en el locker del vestuario, recorre un pasillo por 10 minutos y llega a la sala. Tarda otros 15 minutos en cambiarse y ponerse los elementos de protección: un ambo, un camisolin,un barbijo y una máscara. Cada enfermerx trabaja en equipo, junto a otrx enfermerx y un médicx.
Cuando están listxs, preparan las medicaciones correspondientes a cada niñx y luego ingresan a cada una de las habitaciones individuales. A media mañana, pueden tomarse unos minutos para hidratarse: el traje, el barbijo, la máscara emanan mucho calor.
Cuando terminan su turno, vuelven a la sala, se sacan los elementos de protección, se ponen un ambo propio y limpio y en el vestuario general se pueden duchar. Pero muchas veces no hay agua caliente.
Cada equipo tiene a su cuidado cuatro pacientes, que es lo máximo recomendable en estas condiciones. Y resiste la presión de lxs directivxs que insisten en sumarles más.
En el Garrahan lxs niñxs en la sala de COVID no sólo están infectadxs con el virus: por lo general también están siendo tratadxs por otras afecciones.
Los y las enfermeras son quienes mayor contacto tienen con lxs pacientes. Son lo que se llama personal de primera línea. Con la característica, en el caso del Garrahan, que lxs pacientes son niñxs: lloran, gritan y respiran muy cerca de lxs enfermerxs. Por eso es necesario que los elementos de protección sean específicos. Pero en muchos casos, no cuentan, por ejemplo, con los barbijos recomendados.
“El esfuerzo que está haciendo todo el personal de la primera línea es agotador y con un sueldo muy bajo”, dice Lezana. El sector de Enfermería carga con el 70 por ciento de las prácticas en salud y son quienes más se contagian: en el Garrahan, de 300 contagiadxs, el 40 por ciento son enfermerxs.
Los salarios de lxs trabajadorxs de la salud están desactualizados: la última paritaria fue el año pasado y el aumento del 21 por ciento lo terminaron de cobrar en febrero de este año.
“La pandemia sacó a la luz situaciones que ya no se pueden ocultar: bajos salarios, escasa dotación sobre todo de enfermería, sobrecarga laboral, mayor riesgo laboral, indiferencia, maltrato y abuso de poder”, dijeron en un comunicado lxs trabajadorxs.
Lxs profesionales de la salud son trabajadorxs esenciales. Y en ese mote también entran lxs técnicxs y enfermrxs, además de lxs médicxs. “Cuando en el hospital presentaron un protocolo a raíz de la pandemia, lo hicieron sin consultar a enfermería ni a otrxs profesionales que suman a la atención integral de la salud”, cuenta Claudia. “Eso también reclamamos: que el Garrahan vuelva a ser un hospital con visión integral y no médico hegemónico”.