Por Juan Manuel Suppa Altman y Martín Rieznik
“Una historia de la prohibición” surge para dar respuesta a un vacío argumental. La prohibición no necesita demasiadas explicaciones, se basta a sí misma sobre pocas premisas y una principal: “la droga es mala”.
“La droga” como una palabra que resume muchas sustancias diferentes, algunas estimulantes, otras depresoras, otras alucinógenas, pero todas bajo el rótulo del mal.
Para muchos de los que crecimos en el apogeo de la Guerra a las Drogas en los 80s y 90s siempre fue natural la clandestinidad y el castigo, y fue desde ahí que partimos para intentar reconstruir ese relato a partir de la pregunta, ¿cómo llegamos hasta aquí?
La investigación
Lo primero fue investigar, y ese trabajo quedó plasmado en el libro “La Prohibición”, que compiló los artículos que fueron saliendo en Revista THC. Pero ya había una idea, aunque borrosa, de llevar todo eso a un documental, idea que terminó de tomar forma y color cuando empezamos a trabajar en el proyecto audiovisual, donde tuvimos que confrontar esa idea con sus límites y sus posibilidades.
Desde el principio estuvo la idea de que el archivo jugase con la literalidad pero también con alusiones un poco más libres, inclusive fue concebida para ser un documental de puro archivo, lo que después cambió cuando sumamos la historia de Eric Sepúlveda, un cultivador que fue detenido en Córdoba en un control de Gendarmería.
Contar el caso de Eric implicaba el desafío de cómo contar lo puntual de una persecución penal a un usuario en el marco de la guerra a las drogas y cómo enhebrar ambos hilos narrativos sin que fuese confuso; exponer lo macro y lo micro también.
Ahí fue fundamental el papel que empezó a jugar Martín Armada, editor general de THC, como una voz que podía articular esos extremos. Su figura en el documental facilitó las cosas tanto en la pantalla como detrás de cámara.
Una Historia de la Prohibición – Trailer Oficial from Martin Rieznik on Vimeo.
También teníamos un segundo impulso, el de intentar contar una historia de cómo se prohibieron las drogas, pero desde acá. Para encontrar esa historia argentina, latinoamericana, había que rastrear esa documentación local y lo hicimos.
Es un tema con mil aristas, y encontramos una estructura avanzando por los hitos legales: de ley prohibicionista en ley prohibicionista. En última instancia es un fenómeno jurídico y como todo fenómeno jurídico habla de la sociedad.
Ese trabajo de archivo fue revelador. Decidimos buscar también en los viejos diarios, en torno a las fechas de sanción de las leyes prohibicionistas, y ahí comenzó a hacerse evidente el rol clave de los medios en la imaginería prohibicionista. Se trata de un amarillismo que aún existe.
La documentación está llena de vacíos, alrededor de ese vacío encontramos otros objetos que permitían contar esa historia no dicha. “Esta peli habla de la juventud en los 60: bueno, veamos qué hay”. “Veamos si en los materiales de prensa de la Triple A dice algo sobre drogas”. “¿Qué decía la tele sobre las drogas en los 80s?”.
Había por momentos un riesgo: caer en un informe televisivo. A veces el material que se encuentra es casi inverosímil. Por eso, las dosis de humor tenían que ser muy mesuradas, casi veladas, pequeñas válvulas de sentido común de época que funcionasen por su propio anacronismo.
Rodaje y después
En lo que hace al rodaje había una intención de retrato, había que seguirlo a Eric entrometiéndose lo menos posible con explicaciones. El público tiene que sentir que también puede contar por sí mismo quién es Eric, y por eso la cámara lo sigue, lo acompaña, en sus paisajes, en sus entornos.
La presencia de un periodista que investiga (Martín Armada) es la vía para salirnos un poco de Eric e indagar en la justicia que procesa a Eric, en los policías que lo apresaron, inclusive en la existencia de otro modelo posible tan cercano y tan lejano que es Uruguay.
Ahora, en el momento del estreno, solo resta esperar que la película sea capaz de generar emociones, y contribuya a la reflexión sobre un tema urgente y de un impacto social profundo porque está relacionado con la seguridad y la salud, pero también con formas de ver el mundo.
En ese sentido el cine documental tiene la característica de ser más explícito en su interpelación sobre los problemas políticos que aborda; si todo cine es político, el documental lo es de forma más directa, pero eso no significa que no siga siendo un ejercicio que se completa con la mirada de un espectador.
Nosotros no somos neutrales, consideramos a la Guerra a las Drogas como una respuesta desproporcionada y sin dudas abusivas contra les usuaries. Sin embargo el objetivo no es avasallar las creencias de nadie, sólo desmontar el mito de una prohibición ahistórica, que baja del cielo como un imperativo categórico.
Los negocios del prohibicionismo, que existen y son millonarios, se insertan en una cultura represiva, con residuos inquisitoriales, que no sólo los avala, sino que los reclama.
No se trata de una conspiración: los dispositivos políticos de este tipo están hechos de instituciones, discursos, personas, prácticas, algo en un punto caótico. Y esa multiplicidad es la que Una historia de la prohibición pretende contar.