De la mopa a la casa inteligente, el trabajo doméstico siempre es de las mujeres

La tecnología avanza pero la desigualdad de tareas persiste. El problema no está en los productos que entran en las casas, sino en la manera en que las familias las habitan.

De la mopa a la casa inteligente, el trabajo doméstico siempre es de las mujeres

Por Cosecha Roja
14/10/2020

El domingo se festeja “el día de la madre” y una conocida marca de mopas para limpiar pisos hizo una campaña que generó molestias: se la ve a Flor Peña, vestida sexy y empuñando una de las mopas, con la leyenda “el mejor regalo para mamá”. Nada nuevo en el mundo de los artículos de limpieza, que suelen asignar las tareas de cuidado doméstico a las feminidades, ya sea que se pongan un portaligas o un delantal. Más allá de que Flor salió a responder los ataques y dijo que el texto está fuera de contexto (“Lamento el aviso publicado, ya que se encuentra en las antípodas de mi pensamiento”), la mopa es una de las modas que trajo la pandemia porque promete devolver un tesoro perdido: el tiempo.

Para muchas familias tradicionales permanecer más horas en las casas hace visible algo que los feminismos dicen desde hace muchas décadas: “El trabajo doméstico es trabajo. Eso que llaman amor es trabajo no pago”. Un estudio que publicó esta semana la consultora Equifax cruzó datos de 1.253.853 mujeres con información pública del Banco Central, de Ansés y obras sociales. El resultado fue que las madres argentinas tienen un ingreso promedio mensual de 17 mil pesos, casi la mitad que los padres, y deudas que en algunos casos triplican sus sueldos. 

Gran parte de la desigualdad estructural puertas adentro que la pandemia subraya se explica porque los trabajos que hacen en las casas no generan retribución económica. “La transformación digital tendrá un rol protagónico para impulsar la inclusión financiera y las nuevas oportunidades”, opina Érica Grimberg, gerente de Analytics de Equifax para Argentina, Paraguay y Uruguay.

¿La vida digital será El Dorado de las tareas domésticas? 

La mopa es una versión analógica de lo que las empresas de tecnología llaman “la casa inteligente” (smart house) y ambas prometen ganar tiempo para usar en otras actividades. 

Una aspiradora inteligente que se mueve sola, una heladera inteligente que calcula el frío, un lavarropas inteligente atrapa pelusas, un aire acondicionado inteligente que se programa por bluetooth. Decenas de productos que se bautizan como “inteligentes” no anulan tareas, sino que las distribuyen de otra manera. Por ejemplo, la aspiradora precisa que una persona le vacíe la basura y el lavarropas que alguien quite las pelusas del cesto. 

¿Quién termina haciendo esas tareas? Por lo general, las llamadas amas de casa. “Aunque la tecnología emergente es capaz de transformar nuestra vida diaria esto no debe ni va a extenderse a perturbar las jerarquías familiares”, dice la mentora del xenofeminismo Helen Hester, que es parte del plantel de conferencistas de la Beca Cosecha Anfibia. La tecnología no alteró los roles porque no está siendo pensada con esos fines: “El género y la sexualidad son sagrados, los Supersónicos de Hanna Barbera vivían en 2062 y seguían cumpliendo esos prototipos”. 

Angela Davis lo llamó “primitivismo obstinado”, ya que más allá de la proliferación de aparatos para el hogar el trabajo doméstico permaneció sin cambios, en un plano cualitativo, frente a los avances tecnológicos del capitalismo industrial. En la misma línea el economista Robert Gordon señala que un ama de casa de 1870 no reconocería en absoluto una casa de 1950, aunque para un ama de casa de 1950 una casa de 2010 es casi la misma. Mientras que internet causó una revolución, todavía no hay con qué ganarle a la escoba.

La “casa inteligente” también genera un nuevo flujo de datos sobre los hábitos de movimiento y consumo. La batalla entre Amazon y Google no tiene que ver con recuperar el tiempo perdido de las personas, sino con ganar la interfaz con la cual lxs usuarixs interactúan con sus espacios domésticos y de esa forma tener más datos y generar “más necesidades”.

Hacia el fin de las familias 

¿Hay que enojarse y patear las aspiradoras? ¿Hay que romper también la mopa y que nadie, nadie, limpie nunca jamás? Quizá el problema no está en los productos que entran en las casas, sino en la manera que esas casas son habitadas.

Para Hester, “en vez de conformarnos con tecnologías que no lograron eliminar tareas o que generaron más trabajo del que ahorraron, en vez de sumar aparatos para el hogar que tomen tareas que podríamos optar por hacer nosotros si tan solo tuviéramos tiempo, la automatización doméstica debería ser reorientada para que sirva como un aliado en la búsqueda de la autonomía temporal”.

Hester propone una disputa de la casa misma, no lo que las personas ponen dentro, y plantea como paso previo alejarse de las estructuras de la familia convencional. “Es nuestro deber rescatar al futuro de la domesticidad de visiones comerciales, restrictivas y sexistas y fomentar proyectos colectivos a través de los cuales se encuentren áreas más igualitarias de trabajo reproductivo. Imaginar un futuro mejor significa impulsar el avance de la libertad colectiva y la autonomía individual”.