Por Josefa Barraza en La Otra Diaria
A través de una llamada telefónica, Paula Hernández se enteró que su hija fue agredida sexualmente por el sargento segundo Álvaro Vásquez, del Regimiento “Arsenales de Guerra”, mientras realizaba el servicio militar. Sin embargo, no era la primera víctima: habían dos conscriptas más. Este medio tuvo acceso a los documentos que revelan las historias de abuso a estas tres jóvenes, las que aún luchan por hacer justicia, mientras que el Ejército solo sancionó a Vásquez por una negligencia como enfermero del recinto militar.
Eran las ocho de la mañana del 17 de junio del 2020, y entre el sonido de la lluvia, una llamada de teléfono despertó de golpe a Paula Hernández, quien contestó lo más rápido que pudo. Desde el otro lado de la línea, la voz nerviosa de un hombre trataba de explicar que había ocurrido un hecho lamentable. Era el coronel Claudio Paredes del Regimiento Número Dos “Arsenales de Guerra” de Colina.
-Buenos días, ¿habló con la señora Paula Hernández, madre de K*?- dijo el coronel.
-Sí, ¿pasa algo?- respondió Paula, desesperada.
-Su hija tuvo un problema en un pie, por lo que fue internada en Enfermería y la persona que estaba a cargo abusó de ella- afirmó Paredes sin titubear.
Un incómodo silencio terminó con la llamada.
Paula estaba desecha. No podía creer lo que estaba escuchando. En su desesperación se vistió con lo que tenía a su alcance y esperó ansiosa el vehículo fiscal del coronel Claudio Paredes, que la trasladaría al regimiento desde Puente Alto.
-Ese día tiritaba, pero no era por el frío, sino que por el estado de shock. Ese viaje en auto fue eterno, solo quería llegar pronto. Estaba desesperada. Hasta ese día tuve a las Fuerzas Armadas en un altar, pensaba que ella estaría segura en la institución, que no pasaría algo así jamás, pero me equivoque-, afirma Paula.
Nueve meses después, está sentada en el comedor de su casa con el televisor encendido sin prestarle atención, estira el mantel con las manos. Pide disculpas por el desorden. Solo hace unos minutos regresó a su hogar, tras una extensa jornada laboral como ayudante de trazador en una faena de construcción en San Bernardo. Las carencias y el ser madre soltera nunca la han detenido. Este año ha sido particularmente difícil con la falta las oportunidades laborales, pero no cesó en preguntar, golpear puertas y buscar abogados para tratar de ayudar a su hija.
Al paso del rato, revisa los documentos que archivó en una carpeta de nylon de color verde. Los lee detenidamente y mientras trata de ocultar su rabia, se le escapa un suspiro. El timbre rojizo de “Reservado” aparece plasmado en cada página.
Paula ya no da más, dice que necesita contar la historia que le pesa y acongoja. Incluso en diciembre del 2020 utilizó su segundo retiro del 10% para conseguir un abogado. Pero no hubo muchos avances.
Confiesa que aún llora de rabia, ya que consideraba al Ejército como una institución admirable donde no ocurrían hechos de este tipo.
“K” (19) ingresó al Regimiento Número Dos “Arsenales de Guerra” el 10 de abril de 2019, para hacer el servicio militar y finalizar cuarto medio al interior de la institución. Su intención era continuar en las Fuerzas Armadas y postular a la Escuela de Suboficiales.
Paula aún recuerda cuando su hija le contó con ilusión que había quedado en el servicio militar. Ese abrazo apretado de emoción terminó en una tarde de compras en el mall. Paula gastó parte de su sueldo en un par de zapatillas, ropa y todo aquello que “K” necesitaría en el regimiento. La despedida ocurrió sin lágrimas y sonrisas en el living de su casa, ya que la joven no quería que su madre se ausentara al trabajo para que la acompañara al regimiento.
Durante las primeras semanas se comunicaron por llamadas en las que “K” le relataba a su madre lo feliz que era al interior del servicio militar. Cuando cumplió un año como conscripta pudo ocupar su celular y conversaba a diario con Paula vía WhatsApp.
“Le insistí a que entrara, se lo pedí. Ella tenía un carácter muy fuerte y necesitaba que terminara el colegio para que fuese alguien en la vida, que tuviera oportunidades laborales. Las amigas que habían hecho en el servicio militar también le insistieron. Así que no lo pensó más e ingresó al regimiento a hacer el servicio. Me siento tan culpable. Siento que yo la lleve a que le pasara esto-, dice Paula con la voz estremecida. Era la promesa de una nueva vida.
De acuerdo a los registros descritos en el Acta de Proposición del Equipo Asesor del Ejército de Chile (la que cumple el rol de analizar y adoptar medidas administrativas), la hoja de antecedentes de “K” presenta una conducta regular con felicitaciones.
Sin embargo, durante mayo del 2020 la joven comenzó a padecer una dolencia en el tobillo izquierdo y fue diagnosticada de hematoma en el tendón de Aquiles, debido al uso de botas militares. Le dieron una licencia médica el 26 de ese mes.
La mañana del 16 de junio concurrió junto a una compañera a la enfermería del regimiento para una nueva evaluación médica.
“Salimos de enfermería y estaba mi sargento Álvaro Vásquez(42), por lo que mi compañera le exhibe la documentación que nos había dado el médico, incluso yo también le tuve que mostrar la mía, ya que él estaba de servicio Enfermería, que corresponde a 24 horas, ese día debíamos quedarnos interna en la Enfermería pero no queríamos (…) esto debido a que ya sabíamos cómo era el sargento Vásquez, ya que sabíamos que era “cachifa”, es decir mujeriego, ya había molestado a otras soldados conscriptos realizándoles insinuaciones, hasta ese día a mí no me había hecho absolutamente nada”, se lee en la declaración de “K” del primero de julio.
El militar además era conocido por ser cinturón negro en artes marciales, lo que provocaba aún más temor entre las jóvenes.
Vásquez le dio su número telefónico a su compañera para que le avisaran cómo se sentían. A las seis de la tarde, “K” le envió un WhatsApp contándole que estaba todo bien.
Ese mismo día, y luego de la formación para ir a dormir, su compañera le manifestó que Vásquez las necesitaba a las dos en enfermería, por lo que fueron acompañadas con un grupo de conscriptas. En dicho momento, Álvaro Vásquez le informó que debía quedarse esa noche en enfermería.
“Me fui a buscar mis cosas, yo no quería quedarme en Enfermería, ya que sabía cómo era el sargento, me demoré harto rato para irme a la Enfermería (…) llegando finalmente a la Enfermería alrededor de las 22 horas, incluso mis compañeras me decían que llevara un palo o algo para defenderme, ya que dormiría sola en una pieza”, dijo “K” en su declaración.
En la unidad médica, el sargento segundo Vásquez se le insinuó diciéndole “si quería pasar un buen rato con él” respondió que no, pero tampoco lo tomó en serio. Al cabo de un rato, Vásquez le envió un mensaje preguntándole si estaba despierta a lo que “K” contestó que estaba en la ducha (al ser de un rango superior, la joven tenía la obligación de informarle cada uno de sus movimientos).
Cuando estaba dormida, producto del medicamento, el sargento se abalanzó hacia ella, comenzó con tocaciones bruscas que terminaron en una agresión sexual. En todo momento trató de huir, desesperada, pero los efectos del remedio la tenían completamente aturdida.
La joven soldado fue ayudada por sus compañeras que estaban en otras piezas, quienes hasta ese instante no sabían lo que había pasado. Incluso, rompió en llanto. Les confesó que se sentía sucia, asquerosa y pidió acostarse con una de sus amigas del regimiento, quien la contuvo mientras les relató la agresión sexual.
El sargento Vásquez le siguió mandando mensajes de Whatsapp.
La conversación de WhatsApp, la que finaliza con un mensaje del sargento Vásquez a las 00:50 con un “Ven” y un “Te dormiste” a las 00:52. “K” los leyó en estado de shock.
“Cuando leí la declaración de mi hija rompí en llanto. Ella aseguró sentirse ida, atontada, se sentía dopada. Lo más probable es que Álvaro Vásquez la haya medicado para poder abusar de ella, ya que él era el enfermero del lugar y el que estaba a cargo de los medicamentos. Siento que todo fue planeado, por algo su insistencia de que se quedara a dormir en la enfermería-, confiesa muy afectada Paula.
A la mañana siguiente, le contó la agresión sexual a la capitán Mónica Pavez, quien estuvo de ronda durante esa noche. Pavez le pidió que tomara todas sus cosas y se fuera de la enfermería. Ambas fueron a la comandancia en donde conversaron con el coronel Claudio Paredes, quien posteriormente le otorgó un permiso especial para regresar a la casa por una semana. Pese a las lesiones y dolencias físicas no fue llevada al Servicio Médico Legal.
Cuando el resto del regimiento se enteró de la agresión sexual de la que fue víctima, se reveló una nueva denuncia en contra Vásquez, lo que demostró que era un comportamiento reiterativo hacia sus víctimas y un patrón de ataque.
***
P* (19) al igual que “K”, ingresó al Regimiento Número Dos “Arsenales de Guerra” el 10 de abril del 2019 para realizar el servicio militar. Su propósito era seguir en la institución. La primera vez que se sintió atraída por una carrera en las Fuerzas Armadas fue durante las visitas a su hermano mayor en el servicio militar en el regimiento de Talca, allí al observar a mujeres con uniformes se dio cuenta que eso quería para su vida. Y sus padres orgullosos la apoyaron, ya que era el sueño familiar que finalmente se estaba concretando.
Durante los primeros meses comenzó a padecer de dolores de cabeza y estomacales, por lo que asistió a la Enfermería en donde el sargento Vásquez le inyectó medicamentos en sus glúteos. Las semanas siguientes, y a raíz de esas inyecciones, le aparecieron quistes en esa zona acompañados de un fuerte dolor.
“Recuerdo que el sargento Vásquez a raíz de los quistes que mantenía me manifestó que yo debía concurrir a realizarme masajes en los dos glúteos en la zona de los quistes, pero que era él quien debía hacerme los masajes además de aplicarme calor con un guatero”, se lee en la declaración de P de julio del 2020, quien además confiesa que accedió a ese masaje, puesto que Vásquez era el enfermero del regimiento y ella necesitaba la terapia para sentirse mejor.
Debido a la traumática experiencia, no volvió a realizarse ningún otro masaje a pesar de la insistencia del sargento. Luego de eso vinieron las insinuaciones en donde Vásquez le repetía que era bonita, y que debía estar con alguien mayor. Sentía que ya no podía seguir soportándolo. No le informó a sus superiores, porque creía que eran situaciones y no debía darle mayor importancia. Hasta que supo el caso de “K”.
-Ella llegó a hacer el servicio de forma voluntaria. No me contó lo que le pasó por vergüenza. Hay que entender que estas son niñas que están recién saliendo de su adolescencia, y llegan a una institución donde se respeta la jerarquía ante todo (…) Este hombre le decía que le haría sonar los huesos y ella mantuvo la distancia. Tiene un modus operandi, donde ya conoce cada uno de los perfiles de las soldados y actúa-, explica Rubén, padre de P.
La joven, al enterarse de la agresión sexual sufrida por “K”, lloró y sintió la necesidad de contarle a sus superiores que ella también era víctima del sargento Vásquez. En ese mismo instante se le acercó M*, otra soldado, que le confesó que Vásquez también la atacó sexualmente en mayo del 2020, luego de que le ofreciera un masaje en el hall de la Enfermería.
P entendió que ya no eran dos víctimas, sino que tres.
***
Cuando Paula Hernández llegó al regimiento para reencontrarse con su hija, le informaron que estaba interponiendo la denuncia en la Policía de Investigaciones (PDI) de Colina en compañía de la capitán Mónica Pavez. Pero en el cuartel policial no lograron realizar la diligencia puesto que no tenían luz y por la pandemia no estaban atendiendo casos, así que les facilitaron un correo electrónico para hacer la gestión de forma online.
“Cabe hacer presente que, de acuerdo a las recomendaciones por parte de funcionarios de la PDI de Colina, no era necesario concurrir al Servicio Médico Legal, por lo mismo al llegar al regimiento finalmente K se reencuentra con su madre”, declaró la capitán Mónica Pavez en julio pasado.
Según Paula, en el caso de su hija han ocurrido una serie de negligencias que demoraron la búsqueda de justicia: el Servicio Médico Legal no realizó exámenes físicos, el ejército no llamó a Carabineros o a la PDI inmediatamente para detener a Álvaro Vásquez, y la denuncia solo se formalizó mediante correo electrónico.
-Mi hija nunca ha ido al SML, no tuvo una revisión médica, y eso que ella andaba con dolor en su zona íntima. Me pregunto por qué no la llevaron, si se estaba quejando (…) Los procedimientos se hicieron mal y no hay pruebas, más allá de los testigos. Es la palabra de este hombre contra la de mi hija. Desde el primer momento el ejército protegió al sargento Vásquez-, explica Paula.
Lo anterior se evidencia en el Informe Médico de atención a “K”, en el que se sostiene que la joven asistió al Servicio de Urgencias Adultos del Hospital Militar el 18 de junio, “no realizando el examen ginecológico por no disponer de profesional e indicando el control con Ginecología por su previsión”.
Vásquez ya había estado involucrado en una cuarta denuncia.
En el Acta de Proposición del Equipo Asesor del Ejército de Chile del 17 de junio del 2020, se detalla que en noviembre del 2019 se remitieron antecedentes a la Macrozona de Salud Santiago Centro Poniente, adjuntando imágenes que mostraban a Alvaro Vásquez Letelier vistiendo uniforme de combate y mostrando sus genitales, las que envió mediante Facebook a una cuarta mujer.
En la Resolución del Comandante de la Macro Zona de Salud “Santiago Centro Poniente” del 29 de diciembre, se explica que el sargento Vásquez dejó registro del ingreso de la internación de “K” en el “Libro de novedades del enfermero en servicio” por “dolor tobillo derecho. Interna 24 hrs. observación”, pero en ningún momento tomó contacto (ni vía telefónica o mensajería) con el Oficial de Sanidad para determinar el tratamiento a seguir. Además no habría médico en las próximas 48 horas.
Además en el documento se confirma que en su declaración expresó no haber realizado ningún tipo de tratamiento al momento de internar a la soldado, lo que se contrapone con lo descrito en el libro “Novedades del Clase de Servicio”, quedando como registro que recomendó Metamizol IV (análgesico). Y uno de sus efectos es justamente la somnolencia.
Finalmente, en la resolución se determinó que, a pesar de los antecedentes descritos, no fue posible demostrar la denuncia de “K”, que no existían pruebas que permitieran corroborar los hechos.
De esta forma el sargento segundo Álvaro Vásquez fue sujeto a un sumario interno, pero solo fue sancionado por no dar cuenta de la internación de “K” al Oficial de Sanidad e indicarle un tratamiento distinto al prescrito.
No fue sancionado por el ataque sexual a tres conscriptas al interior del regimiento.
***
Una investigación de Radio Bío Bio reveló que entre los años 2010 y 2018, las ramas de las Fuerzas Armadas y las de Orden y Seguridad recibieron un total 284 denuncias por violencia sexual. Carabineros fue la institución que más casos registró, con 160, seguida por el Ejército con 78, la FACh 29 y la Armada 17.
En junio del 2019, el Ministerio de Defensa Nacional publicó el “Protocolo Conjunto para las Fuerzas Armadas ante denuncias de acoso sexual y laboral”, con el propósito de establecer un procedimiento ante estos casos. Dicho proceso posee cuatro fases: denuncia, investigación, resolución y apoyo con seguimiento.
-Los casos de violencia sexual en instituciones que son oficiales, jerarquizadas, siempre son silenciados o se llevan con mucha confidencialidad, con el argumento de proteger a las víctimas (…) Más que una red de protección lo que hay es una cultura de violencia hacia la mujer, de ignorancia de cómo tratar estos temas y falta de perspectiva de género-, explica Rebeca Zamora, abogada feminista y pro bono en casos de violencia de género y LGBTIQ+.
Ella patrocinó la querella criminal de “K” por el delito de abuso sexual en contra del sargento segundo Álvaro Vásquez, la que fue declarada admisible el 18 de enero del 2021 por el Juzgado de Garantía de Colina.
-Aquí hay dos procedimientos y que no se deben confundir. Uno es la instancia administrativa por la vulneración de ciertos procedimientos internos respecto a los que tienen que responder este sujeto y eso puede implicar sanciones (…) y hay un procedimiento en curso penal. Estos procesos son lentos, pueden durar hasta dos años. Esto es parte del sistema. Estos casos aparecen no tener prioridad-, comenta Zamora.
El 31 de diciembre del 2020, “K” y “P” finalizaron el servicio militar en el Regimiento Número Dos “Arsenales de Guerra”. Ambas regresaron a sus casas e intentaron retomar sus vidas a través de trabajos y estudios universitarios. Desde que los casos se revelaron en el regimiento, no vieron más a Álvaro Vásquez en el lugar.
Ambas conscriptas postularon a la Escuela de Suboficiales del Ejército de Chile, pero en los Resultados de Exámenes Médico y Dental del Proceso Regular publicado el 11 de diciembre del 2020 no fueron seleccionadas para su ingreso.
Mi hija dio todas las pruebas, le fue súper bien, pero le dijeron que tenía que sacarse las cuatro muelas del juicio para postular. Creo que ese fue un pretexto para que ella no quedara, ya que había denunciado y querían borrar cualquier vestigio que hubiera de testigo-, afirma Rubén, padre de “P”. Lo mismo ocurrió con “K”.
El Ejército de Chile sancionó al sargento segundo Álvaro Vásquez con 39 días de arresto por faltas administrativas en la unidad de salud. Este medio contactó a la institución para consultar el cumplimiento de esta sanción, pero hasta su cierre aún no hay respuesta.
Mientras tanto, Paula Hernández sigue luchando por encontrar algo de justicia.
Antes de despedirse, camina hacia un mueble con fotografías familiares. Hay una que se destaca por sobre las demás por el marco de flores coloridas. La sostiene y la observa con orgullo. Con su mano acaricia el cristal, en la foto aparece “K” sonriente y con el uniforme del servicio militar.
-Cuando abusaron de mi hija, no tan solo a ella le destrozaron la vida, sino que a mí también como madre. Es un dolor y una impotencia que crece al ver que al culpable aún no lo dan baja y solo le aplicaron un par de sanciones. La injusticia duele-, confiesa antes de terminar la entrevista.