Por Flavia Campeis en El Ciudadano
Está sentada en la punta de la mesa de una casa que le prestaron hace un año, en abril de 2020, en el barrio Villa Cassini, de casas bajas y calles diagonales que desembocan en la rotonda Cayetano Errico, a pocas cuadras hacia el oeste de la Ruta 11, en Capitán Bermúdez. Antes vivía cerca, en la casa que compartía con cuatro hermanos varones, su madre y su padre, hasta que lo detuvieron en 2019. Tiene 23 años y habla con la voz de una adulta con certezas, con palabras precisas, firme, sin titubear. En esa casa su marca son cuatro portarretratos en los que se la ve con amigas de la secundaria, una amiga de la infancia, su madre y sus cuatro hermanos.
Sentada ahí Bianca decide hablar. Lo hace porque quiere que se conozca su historia, porque, dice, le puede servir a otras mujeres que pasaron por situaciones similares. Pero también porque espera una condena justa en el juicio que comenzó el pasado martes 30 de marzo en los Tribunales de San Lorenzo y se extenderá durante las primeras semanas de abril. Allí el tribunal integrado por Griselda Strólogo, Jesús Rizzardi y Eugenio Romanini deberá resolver la pena para el hombre acusado de “abuso sexual gravemente ultrajante, con acceso carnal doblemente agravado y lesiones leves calificadas”. En resumen, por violar a su hija durante trece años, hasta dejarla embarazada. El fiscal Juan Carlos Ledesma pide 30 años de prisión. Dos semanas después del comienzo del juicio, el Tribunal decidió condenar a Enrique Ricardo Juan Pochón a 20 años de prisión efectiva por los delitos de abuso sexual doblemente calificado.
Padre biológico
“Todo arrancó cuando yo tenía 8 años, en casa, de parte de mi papá biológico”. Y la aclaración “biológico” refuerza el horror. Desde los 8 años Bianca fue violada por su padre, Enrique Pochón: el hombre que dejaba a sus hijos varones salir a bailar pero a su hija mujer no; el esposo que no le permitió a su pareja ir a un show de Luciano Pereyra pero a cambio le regaló ropa; el conocido de todos en el barrio por ser amable y predispuesto a ayudar; el hacendoso vicepresidente de la cooperadora de la escuela de sus hijos; el que hacía alguna broma que años atrás era considerada apenas como “desubicada”. Ese hombre hoy tiene 46 años y desde que Bianca lo denunció en 2019, está preso en la cárcel de Piñero.
“Se mostraba como un padre que acompañaba, que estaba siempre, que no te perdía pisada, que estaba con nosotros en todo”, dice Bianca, pero también cuenta la otra parte: “era simplemente para no perderme pisada a mí”.
Pochón trabajó en una fábrica del Cordón Industrial hasta que Bianca tuvo 15 años, luego dijo que por problemas de asma y diabetes ninguna empresa lo tomaba, no trabajó más y comenzó a pasar más horas en la casa, cerca de Bianca, teniendo más tiempo para violarla. Allí arreglaba computadoras y celulares y luego durante un periodo corto se dedicó a sacar fotos en cumpleaños de 15.
“Era siempre cuando no había nadie, mamá siempre fue la que trabajó, era siempre cuando no estaba mamá”, cuenta Bianca. Su mamá trabajó atendiendo una granja doble turno, limpiaba casas y luego se recibió de técnica en hemoterapia y comenzó a trabajar de guardia en un hospital de Rosario, pasando varias noches fuera de su casa.
“Nunca paró”
“Arrancó a los 8 años y nunca paró”, remarca Bianca y asegura que se acuerda que tenía esa edad porque fue en el contexto en que la cambiaron de escuela, en 3er grado, de la Escuela Adventista al Colegio Cayetano Errico, dos institutos religiosos. “Me acuerdo que estaba bañándome, no había nadie en mi casa más que él, entró al baño, corrió la cortina”. Ese fue el primer abuso. En ese momento, la familia entera vivía en una habitación en la casa de la abuela paterna, todos juntos, con camas separadas por muebles y cortinas, hasta que años después pudieron mudarse al lado a un espacio más amplio. “Cuando no había nadie me hacía pasar a su cama, o pasaba por mi cama y me tocaba el culo. Desde muy chica arrancó con la violación, yo no me daba cuenta que estaba mal, sino que sabía que no tenía que decirlo, era lo que él me decía”.
“Nunca paró. Era cada vez más, cada vez más, no me dejaba salir, no tenía vida social”, recuerda. Pochón acompañaba a su hija a la escuela primaria que quedaba a pocas cuadras de la casa, pero también la llevaba y la buscaba de la escuela secundaria, que cursó en la Técnica Nº 293. “Yo siempre me acuerdo que inventaba que algo me dolía para salir 10 minutos antes, porque si él veía que alguien me saludaba o decía algo, todo el camino de la escuela hasta mi casa me decía: -¿Qué te dijo? Sos una puta- y me pegaba. Él ante todo me pegaba”, recuerda y agrega: “no sabía lo que era salir a la plaza a tomar mates con mis amigas, si me juntaba con ellas, tenían que ir a mi casa y él se quedaba ahí”.
Bianca baila folclore desde muy chica, cuando comenzó en una academia de su ciudad, luego se recibió de profesora y su padre, para seguir controlándola, abrió una escuela de danzas para ella y otro de sus hijos. Él estaba ahí, tomando clases, ayudando, cebando mates. Vigilando a Bianca.
“Cuando fui más grande, antes de los 15, entendía lo que me estaba pasando, le dije que le iba a decir a mamá, me puse mal y agarró, fue a la cocina, me puso una cuchilla en el cuello y me dijo entonces yo te mato”, cuenta.
Bianca no fue al viaje de estudios de la secundaria porque él no la dejó, si fue a la fiesta de graduación, de la que tuvo que irse a mitad de la noche porque un compañero se acercó a saludarla, el padre la sacó afuera a un rincón y la maltrató tanto que decidió irse.
El embarazo
“Pude hablar porque quedé embarazada”, asegura. El peor resultado de la violación sistemática a Bianca le posibilitó hablar. En 2019 tenía 21 años, estudiaba abogacía en Rosario junto a su abuela paterna que decidió estudiar lo mismo. Hasta el día de hoy desconoce si fue por casualidad o enviada por su padre a controlarla. Bianca cuenta que siempre fue irregular en su menstruación, por lo cual no sospechaba de un atraso. Un día su mamá le hizo la pregunta que desató su duda: “estábamos en mi casa y mi mamá me dice -ay Bianca que gorda que estás, parecés embarazada-. Yo siempre fui gorda, pero me dijo eso y me quedó dando vuelta en la cabeza”. Hasta ese momento nunca había tenido sexo con otra persona.
Con la idea del embarazo un día que estaba en la facultad cruzó a escondidas a la farmacia a comprar un test y se lo hizo en el baño. Le dio positivo. “Lloré todo el camino, la única solución para mí era matarme, nunca hablar, porque tenía terror de que le hiciera algo a mi familia y a mí. Además, como está la Justicia hoy en día, nadie me aseguraba que él iba a estar preso si yo hablaba”.
Ese día llegó a su casa decidida a matarse, pensó en su mamá y no lo hizo. “Pensaba que mi mamá me iba a extrañar un montón, pero a su vez decía ¿Qué hago?, porque ¿Quién me iba a creer que era de otra persona si yo nunca estaba con nadie?”.
Ese mismo día, él la volvió a obligar a ir a su cama. Ella le dijo que no, que estaba cansada, que basta. Y él la desafió: “¿Qué te pasa? ¿Tenés miedo? No vas a quedar embarazada si no quedaste hasta ahora”. Bianca se lo dijo: “ya estoy embarazada”. Recuerda que Pochón comenzó a dar vueltas alrededor de la mesa desconcertado, pero rápidamente le dio la orden: tenía que decir que el embarazo era de un compañero de la facultad, que era de Entre Ríos y que no se iba a hacer cargo. Bianca siempre supo que su madre no le creería, porque nunca iba sola a la facultad ni a ningún lado, le explicó eso a su padre, pero él insistió en esa historia y la obligó a que le envíe mensajes contando por Whatsapp a su mamá. También le dijo que dijera que él no sabía nada.
Con su madre ya estaba enterada del embarazo con la historia que él ideó. Un día fueron de compras a una casa de materiales de construcción en Rosario y Pochón les dijo a las dos: “¿Qué les pasa que están tan raras?”. Así obligó a Bianca a decirle que estaba embarazada, delante de su madre. La reacción de Pochón sorprendió a su esposa, que esperaba una escena de violencia por parte del padre celoso. “Bueno, no te preocupes hija, nos vamos a hacer cargo, te vamos a ayudar, en casa vamos a estar todos con vos”, dijo con calma el padre.
Bianca recuerda: “mi mamá se quedó helada, ella esperaba que me diera una trompada delante de la gente, porque era tan celoso conmigo”. La joven contó que luego se enteró que al volver a su casa, su madre llegó llorando y en ese mismo momento le preguntó en privado al hijo varón mayor: “¿te acordás si viste alguna vez a tu papá en algo raro, haciéndole algo raro a Bianca, yo desconfío mucho de la historia que me contó del embarazo y tu papá no reaccionó?”. Su hijo contestó: “yo me acuerdo una vez cuando éramos chicos que Bianca salía del baño y atrás salía papá”.
Al día siguiente, en el colectivo camino a un control médico a Rosario la madre le dijo: “¿Tu papá te hizo algo alguna vez?”, Bianca se desplomó en un sí. “¿También te hizo esto?” repreguntó la madre, y Bianca, en medio del llanto, contó todo.
Madre e hija lloraron todo el viaje a Rosario arriba del colectivo, fueron a hablar con una ginecóloga a la que le contaron la situación y cuando le hicieron la ecografía, el ecógrafo dijo las palabras menos esperadas: “ay mami, acá estamos embarazada de 36 semanas”. “Yo no tenía ni idea de cuánto estaba, con mi mamá nos quedamos heladas, porque la idea era, depende de cuántos meses estaba, abortar o darlo en adopción. No me iba a aguantar ocho meses más”, asegura. Ese día, Enrique Pochón las llamó sin parar.
La denuncia
El 25 de julio de 2019, el día después que Bianca le contara a su madre que el embarazo era producto de la violación de su padre, y que supieron que cursaba la semana 36, llovía torrencialmente. Esa noche, Pochón quedó detenido.
Temprano en la mañana madre e hija volvieron a Rosario para realizar la denuncia, las derivaron a San Lorenzo. En el centro de Orientación a la Víctima de la Unidad Regional XVII le tomaron la denuncia y le dijeron que iban a hacer una expulsión del hogar y una medida perimetral para que no se acerque a la joven. Llovía y Bianca lloraba. “Les dije que, si a él no se lo llevaban preso, nos mataría. Les dije que mi abuelo que vive al lado es retirado de la armada, que tenía armas, que si no lo llevaban preso nos iba a matar a todos, porque es lo que él decía siempre”. Ese día, en la denuncia, además del resultado del embarazo, Bianca mostró su ojo golpeado por él, sobre lo que también le había hecho mentir.
Llovía y las horas pasaron, de las 4 de la tarde hasta las 9 de la noche Bianca suplicó que no lo dejen en libertad. Pochón llamaba, llamaba, otra vez, sin parar.
“A eso de las 9 de la noche seguía lloviendo torrencialmente, parecía una película de terror, no paraba un segundo”, recuerda Bianca sobre el momento en que al fin llegó su tranquilidad: lo dejarían preso.
Dos camionetas de policía fueron hacia la casa, Bianca y su mamá atrás en el auto de unos amigos, mientras Pochón llamaba desesperadamente para saber por qué no habían vuelto desde la mañana. Él gritaba desde la vereda por teléfono, allí la policía lo detuvo. “Yo escuchaba desde la esquina que él gritaba Bianca, Bianca ¿Dónde estás?”.
Pochón quedó detenido y Bianca y su madre inmediatamente le contaron la verdad a los hermanos, que en ese momento tenían entre 22 y 11 años. Esa misma noche, Bianca se lo contó también a sus amigas, que corrieron a su casa a abrazarla, nunca imaginaron nada.
ADN y adopción
Bianca comenzó el proceso de conocer cómo dar en adopción a la bebé después de la detención. Se comunicó con “Las Mirabal” un espacio con perspectiva de género de Granadero Baigorria y allí comenzó el acompañamiento para lograr un parto seguro y respetado. Un mes después de la detención de Pochón, el 28 de agosto de 2019, le realizaron la cesárea programada a Bianca en el Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. “Fue un parto respetado, yo quise que fuera por cesárea, porque pensaba que cuanto antes tuviera a la bebé, antes iba a tener el ADN, era lo único que se me pasaba por la cabeza”. Ese día la acompañaron su mamá, su abuela materna, sus amigas y las chicas de “Las Mirabal”.
Capitán Bermúdez es una ciudad chica, Bianca recuerda que cuando vecinas y vecinos se enteraron tuvo que soportar todo tipo de hipótesis y prejuicios. “He tenido que aguantar que digan que mi mamá también era culpable, que lo sabía y que lo encubría. Después de que nació la bebé tuve que aguantar que digan que yo no hablaba de la bebé porque la había vendido, la había cambiado por plata o por cosas”, recuerda y agrega: “nunca me sentí culpable, me sentía asquerosa”.
Después de la cesárea, Bianca debió realizar el acta de nacimiento de la beba, tuvo que ponerle un nombre para hacer el DNI y poder hacer el ADN que fue una prueba fundamental para el juicio. Decidió conocerla: “la fui a ver porque yo quise. Estaba en neo, me acompañaron hasta la puerta las chicas de Mirabal, porque mi mamá no quería entrar, la entendía y tampoco la iba a exponer a eso. La tuve un ratito y me volví”, recuerda y enfatiza: “yo creo que fue lo mejor que pude haber hecho. Sentía que la misma oportunidad que me estaba dando a mí, en haberlo denunciado a mi papá y poder vivir, se la estaba dando a ella. Porque iba a ser tener todos los días enfrente lo que me había pasado y que ella en algún momento se entere, porque Bermúdez es chico, y así como me miraban mal a mí, la iban a ver mal a ella, entonces era darnos una oportunidad a las dos, yo así lo sentí”.
“No era a mí sola”
Bianca mantuvo esta larga entrevista segura de que necesitaba contar lo que sufrió, por ella, pero también por muchas mujeres que pasan por situaciones de violencia. “Lo que me pasó a mi le pasa a un millón de chicas y cuesta hablar, yo no sé si alguien hablará después de que yo hable, pero he tenido situaciones de chicas que me han contado situaciones similares. Cosas que vos decís, al final, no era yo sola. Después de que vos hablás, escuchás un montón de casos, antes no escuchaba nada y daba miedo. No estamos solas, es verdad”, dice Bianca.
La joven quiere retomar la carrera de abogacía, para algún día acompañar a víctimas de situaciones como la suya: “me gustaría hacer Derecho Penal, yo creo que me interesó siempre porque me gustaría poder escuchar a más chicas que les pasa lo mismo, porque capaz sea distinto para ellas que la abogada que les toque haya pasado por algo similar”.
Hoy Bianca volvió a bailar danzas folclóricas, disfruta de sus amigas, de sus hermanos y sobre todo de su mamá. “Soy mamenga”, afirma orgullosa. “A mi me salvó tener tanta gente, porque fue todo re duro. Vengo haciendo el duelo desde que tengo ocho años, pero creo que lo voy a terminar de hacer con el juicio y que voy a soltar a esa nena”.