Ninguno de lxs ex hermanos y hermanas de la congregación del cura Agustín Rosa Torino pudo dormir anoche. Al WhatsApp de la ex monja Valeria Zarza no paraban de llegar notificaciones. Incluso durante la madrugada.
“Pase lo que pase, hoy se acaba para nosotrxs”, coincidieron Valeria, Yair Gyurkovits y Jonatan Alustiza, lxs tres denunciantes de Rosa Torino.
El sacerdote fue condenado este jueves a la pena de 12 años de prisión efectiva por los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante por la duración y por ser ministro de culto reconocido, en perjuicio de Zarza y Gyurkovits, y abuso sexual simple agravado por ser ministro de culto reconocido en perjuicio de Alustiza.
El de Rosa Torino es el primer caso de acusación de abuso eclesiástico que llega a juicio en la provincia de Salta. Los abusos ocurrieron entre 2009 y 2012, en el ámbito de “Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista”, la congregación fundada por el sacerdote. El instituto funcionaba en la capital salteña y en octubre de 2015 fue intervenido por decisión del Vaticano, que también desplazó a Rosa Torino de su cargo.
La congregación tenía otras 19 diócesis en Argentina y sedes en Chile, España, Israel y México.
Unas horas antes de la sentencia, siguiendo los alegatos finales por YouTube, Zarza habló con Cosecha Roja. “Queremos una condena ejemplar, porque queremos poner un alto no solo a Rosa Torino, sino a todos los sacerdotes abusadores que, protegidos por la Iglesia Católica cometen delitos impunemente”, dijo.
Sobre el juicio, Zarza agregó: “Todos los testimonios han sido muy fuertes y contundentes. No somos tres personas locas que han denunciado, sino que hay muchos que apoyan y que han vivido lo mismo que nosotros”.
Durante los casi diez días que duró el juicio oral y público, se presentaron ante el tribunal integrado por los jueces Maximiliano Troyano, Roberto Faustino Lezcano y la jueza Norma Vera, testigos que denunciaron situaciones de abuso, reducción a la servidumbre y tratos inhumanos en las distintas sedes de la congregación. Situaciones que vivieron no sólo por parte de Rosa Torino, sino también de otrxs sacerdotes.
Zarza declaró y se sintió escuchada y respetada por lxs jueces. Y también destacó “el apoyo de la fiscal en todo momento” al explicarle el proceso judicial. Durante todo este tiempo, sintió el apoyo de “los periodistas que han estado incondicionalmente” y especialmente de organizaciones que “luchan para cambiar un montón la sociedad, las ideas patriarcales, el machismo y la violencia”.
Los dos novicios y la ex monja estuvieron acompañadxs todo el proceso por la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, así como una decena de otras organizaciones que visibilizaron la causa.
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Desde la Red de Sobrevivientes destacaron el alegato de la fiscal, Verónica Simesen de Bielke, quien había pedido una pena de 22 años para el cura. “Fue un alegato con perspectiva de género y con un posicionamiento clarísimo”, dijo a Cosecha Roja Liliana Rodríguez, psicóloga de esa organización.
No tuvieron las mismas palabras para el Tribunal. “Hubo momentos en los cuales coartó la expresión de las víctimas, de los denunciantes y también de los familiares”, consideraron.
Para Rodríguez, durante el juicio “quedó absolutamente todo demostrado y claro: desde el perfil de Rosa Torino, de cómo y por qué eligió a sus víctimas”.
“Si uno mira los diferentes peritajes de los curas abusadores, son calcados. No están enfermos, son absolutamente concientes del daño que están cometiendo, porque no les importa el dolor de sus víctimas”, explica Rodríguez. “No hay cura para ellos, porque no hay enfermedad: eso es lo que quedó absolutamente claro en este histórico juicio al cura abusador Rosa Torino”.
En el juicio declararon cuatro psicológxs del Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF) que entrevistaron a lxs denunciantes y no encontraron indicadores de mendacidad en sus relatos y, en cambio, encontraron indicadores de que fueron víctimas de abuso sexual.
Las últimas palabras de Rosa Torino antes de la sentencia
El miércoles fue la última audiencia antes de los alegatos y allí declaró Rosa Torino. Dijo que es inocente, se negó a contestar preguntas y apuntó a que las denuncias eran un complot armado desde Buenos Aires.
Aclaró además que sigue siendo sacerdote y que no se le inició en la Iglesia un juicio canónico, sino un sumario administrativo. Y destacó que llegó al juicio en libertad.
“Los diarios, los periodistas, han hecho de mí lo que han querido”, dijo.
Sobre Valeria Zarsa dijo que ella “renunció a ser católica para ponerse el pañuelo verde”.
Escucharlo, a Zarsa le revolvió el estómago: “Es impresionante la frialdad y la impunidad con la que se mueve y con la que le habla a los jueces para ponerlos de su parte”.
“Cómo hablaba de Su Santidad y sus buenas obras… ¡obras que él nunca hacía!. Los que salían a pedir donaciones, a buscar frutos y verduras y cocinaban para los pobres eran los hermanos”, recuerda.
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Para Valeria, Yair y Jonatan, en sus palabras finales hacia lxs jueces, Rosa Torino también les estaba enviando un mensaje claro a ellxs: “El que se mete conmigo, se mete con la Iglesia” “El que daña a mi, daña a los inocentes”.
Desde las primeras denuncias en la Justicia, hechas por Gyurkovits en 2015, el camino no fue fácil. En junio de 2019, el juez de la Sala IV del Tribunal de Impugnación, Adolfo Figueroa, declaró nulo el requerimiento de la causa a juicio. Al mes siguiente, las fiscalas penales Verónica Simesen de Bielke y Cecilia Flores Toranzos reformularon el requerimiento de remisión de la causa a juicio, y el pedido fue firmado por el procurador general de la Provincia de Salta, Abel Cornejo.
En el nuevo pedido, plantearon que de la investigación “surge con claridad meridiana” que el imputado, valiéndose de su condición de “fundador y director” del Instituto de los Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, “guía espiritual” de la comunidad religiosa y aprovechando tal condición, “desplegó conductas deshonestas en claro menoscabo de la libertad sexual de las víctimas”.
Explicaron que esas conductas afectaron su dignidad humana al “producir sufrimientos y humillaciones tanto por la intensidad de su duración como por la repetición de tales conductas vejatorias, que dejaron huellas indelebles en sus psiquis”.
El pedido agrega que de la causa “surge el temor fundado que todas y cada una de las víctimas sufrió hasta poder llegar a denunciarlo pues, tal como lo manifestaron, jamás podrían expresar tales situaciones, porque inmediatamente eran humillados en público o gritados o insultados”.
El cierre de una etapa
¿Qué significa para Salta esta condena, la primera denuncia por abuso eclesiático en la provincia? “Es un golpe tremendo en el centro de la Iglesia, porque este sacerdote tuvo más de 800 jóvenes que han pasado por esta congregación”, dice Zarza y no se olvida del arzobispo de la Arquidiócesis de Salta: “Monseñor Cargnello pudo haber evitado más de 26 años de dolor. Pero miró para otro lado”.
Y también cargó contra los arzobispos José Luis Mollaghan y Carlos Alfonso Aspiroz Costa, quienes “lo siguen dejando (a Rosa Torino) como sacerdote dentro de la Iglesia protegido por esta institución”.
“Lo condenen o no, yo hice lo que tenía que hacer”, dice Zarza. “Yo lo admiraba mucho y lo mostraba a todo el mundo como si fuera un santo. Estaba tan ciega, no pude reaccionar durante todos esos años todo lo que viví”, cuenta.
Para ella, este proceso significó un acto de reparación: “Les creo a las víctimas de abuso porque yo también lo viví, juntos pudimos denunciar y cerrar una etapa”.
Para Yair y Jonatan esta también es una etapa cerrada. Pero los espera un nuevo juicio contra su primer abusador en esta congregación, el cura Nicolás Parma.
“Es un juicio histórico porque hay más denuncias contra otros curas abusadores en la provincia. Hay sobrevivientes peleando contra la dilación de la Justicia”, cuenta Rodríguez y denuncia que “hay abogados que, pagados por la Iglesia, utilizan artilugios legales y apelan a la prescripción”. “Tratan de desestabilizar a los denunciantes, de cansarlos, de deslegitimarlos socialmente”, agrega.
La psicóloga cree que la sentencia servirá para cambiar la mentalidad de una provincia: “Es un mensaje claro a la sociedad. Esperamos, además, que haya cárcel común y efectiva”.