Por Laura Tatiana Peláez Vanegas en Manifiesta
*Las vacunas contra COVID-19 son seguras y salvan vidas. Apenas estés priorizadx, acepta la que esté disponible.
Catalina*, de 25 años, tomó un vuelo a Miami el pasado 18 de mayo para vacunarse contra la COVID-19. Decidió hacerlo porque no estaba priorizada para el plan de vacunación en Colombia, que inició el pasado 17 de febrero. Eligió la vacuna de Janssen de la farmacéutica Johnson & Johnson, “La de una sola dosis porque no tengo los recursos para hacer otro viaje a Estados Unidos en el corto plazo”, afirma ella.
Casi doce horas después tuvo los efectos secundarios que le advirtieron: fiebre, escalofríos, cansancio y dolor en el brazo, que se prolongó por un par de días. El 26 de mayo debía menstruar. Sin embargo, “No vino. Me empecé a preocupar porque mis periodos son muy regulares. Siempre llega cuando debe”. El dos de junio, seis días después, Catalina menstruó con un sangrado inusualmente abundante durante los dos primeros días y un dolor menstrual muy fuerte, algo nuevo para ella.
“Fue muy raro, el retraso, el sangrado tan fuerte y el dolor”, el cual pudo aplacar con Ibuprofeno y una bolsa de agua caliente. Para junio, su periodo se estabilizó. “Ahora me pregunto si la vacuna tuvo algo que ver”.
Cindy, de 24 años, también viajó a Miami en junio con el mismo objetivo de Catalina. Como ella, experimentó los efectos secundarios advertidos: fiebre, cansancio y dolor en el brazo. “Lo único inusual que experimenté fue que la regla se adelantó nueve días, una semana después de haber recibido la vacuna”. Cindy también se pregunta si la vacuna pudo alterar su ciclo.
María, de 27, fue priorizada por el plan de vacunación en Colombia y recibió la primera dosis de AstraZeneca el 24 de junio. “Experimenté efectos secundarios fuertes como dolor de cabeza, temblores, escalofríos, fiebre, pero además llevo varios días de retraso”.
En MANIFIESTA hicimos un sondeo: ¿La vacuna ha afectado tu ciclo menstrual? De las 70 mujeres que nos respondieron, 32 accedieron a vacunas anti COVID-19 tanto en Colombia como en Estados Unidos. De ellas, ocho percibieron cambios inusuales en sus ciclos menstruales relacionados con sangrado intermitente, adelanto de la regla, retraso o cólicos menstruales inusuales. Las vacunas que recibieron fueron Janssen y las primeras dosis de Pfizer y AstraZeneca. Todas se preguntan si existe alguna relación con la vacunación y a ninguna le avisaron sobre la posibilidad de estos síntomas.
Estos registros de posibles efectos de las vacunas en el ciclo menstrual se multiplican por miles al fijarnos en otros países Pero al revisar si algún estudio de vacunas se había preocupado por analizar este tema, no encontramos información suficiente. ¿A qué se debe esta falta de información? Nos preguntamos entonces. ¿Acaso esta obedece a una dinámica científica histórica donde solo los cuerpos de los hombres son objeto de estudio?
¿Las irregularidades menstruales pueden ser un efecto secundario de las vacunas anti COVID-19?
La inmunóloga reproductiva Victoria Male, del Imperial College de Londres cree que puede haber una reacción de nuestros ciclos a las vacunas. En una entrevista con las periodistas Olga Robinson y Rachel Schraer, expertas en salud y desinformación del medio británico BBC, afirmó que “Mujeres posmenopáusicas y personas que toman hormonas que detienen sus periodos han reportado sangrado”.
Para Victoria, una posible explicación apunta al endometrio y su relación con el sistema inmunológico. “Las células inmunitarias desempeñan un papel en la construcción, mantenimiento y descomposición del revestimiento del útero, que se espesa para prepararse para un embarazo y luego se desprende en forma de periodo si el óvulo no se fertiliza”, le dijo a las periodistas. Luego de la vacunación circulan señales químicas que pueden afectar a las células inmunitarias y esto podría provocar un desprendimiento del endometrio. Lo cual se traduce en manchas o periodos tempranos.
Para la ginecóloga canadiense y doctora en biología Jennifer Gunter hay tres formas en las que las vacunas anti COVID-19 podrían afectar los ciclos menstruales. En su blog ‘The Vagenda’ explica que la vacuna podría tener tres impactos: en los mensajes químicos del cerebro a los ovarios, en los químicos de los ovarios al útero o impacto directo en el endometrio.
El primer impacto podría explicar los retrasos en la menstruación, pero no los sangrados adelantados. El segundo también explicaría los retrasos, si la vacuna fuera administrada en la primera mitad del ciclo menstrual. Pero es el tercer impacto el que podría explicar los sangrados tempranos. Siguiendo la misma línea argumentativa de Victoria, “Hay muchas interacciones complejas del sistema inmunológico en el endometrio que también están involucradas en la menstruación”, afirma Jennifer.
Ahora, hay tres formas conocidas en las que una vacuna anti COVID-19 puede impactar el endometrio. Todas tienen que ver con la activación de receptores o mediadores claves para el sangrado menstrual a través de la aplicación de la vacuna, del ARN (ácido ribonucleico) que contienen o una respuesta inflamatoria tras su aplicación.
En pocas palabras, estas explicaciones apuntan a un efecto por la inflamación del endometrio. Jennifer añade que “El impacto en el endometrio a través de mecanismos inmunes compartidos también podría explicar un periodo más doloroso. Además, podría explicar los brotes de dolor por endometriosis”. El estrés también puede ser un factor que afecte el ciclo menstrual, desencadenando una respuesta inmunitaria que retrase la menstruación.
¿Por qué la ciencia no se preocupa por los efectos de las vacunas en los cuerpos de las mujeres?
Para las médicas de la Universidad de Yale, Alice Lu-Culligan y Randi Hutter Epstein “Hasta ahora, no hay datos que relacionen las vacunas con los cambios en la menstruación. Incluso si hay una conexión, un periodo inusual no es motivo de alarma” opinan en esta columna de The New York Times. Pero al mismo tiempo se preguntan: ¿Por qué no sabemos más sobre cómo estas vacunas, o cualquier otra, afectan la menstruación? La respuesta, para ellas, tiene que ver con que “Es parte de una larga historia de medicina que no se toma en serio el cuerpo de la mujer”.
En conversación con MANIFIESTA, Victoria resalta, por su lado, la exclusión de las mujeres en la ciencia. “Históricamente, las mujeres también han sido excluidas de cosas como los ensayos clínicos, y parcialmente en caso de estar embarazadas, también porque se pensaba que sería más fácil ver los resultados sin que las hormonas cíclicas de las mujeres se interpusieran”.
De acuerdo con ella, las implicaciones de lo anterior se traducen en que la comunidad científica sabe muy bien cómo funcionan medicamentos, tratamientos y vacunas en los hombres. Por lo anterior, la comunidad asume que funciona de la misma manera en las mujeres, “Pero no podemos estar seguros”, concluye.
Para Alice y Randi, los ensayos clínicos deben rastrear y documentar los cambios menstruales al igual que otros efectos secundarios. “De la misma manera que las fiebres informadas después de las vacunas, un cambio transitorio en el periodo puede no ser malo para su salud en general ni tener efectos duraderos, pero sigue siendo informativo”. Jennifer Gunter concuerda. “Esta falta de información es exasperante. No porque crea que le está sucediendo algo dañino al útero después de la vacunación, sino porque es algo que debemos entender. Y a las personas les gusta que se les advierta de antemano sobre los efectos secundarios”.
Si las personas y las mujeres no saben de “Un efecto secundario inesperado, como un periodo inusualmente intenso, puede provocar miedo y socavar la confianza del público en las vacunas”, concluyen Alice y Randi.
¿Cómo nos han excluido a las mujeres y a nuestros cuerpos en los ensayos clínicos? La médica Mandy Armitage da luces sobre las posibles razones en este artículo que escribió para ‘GoodRx’. Según ella, las mujeres que están en edad fértil por lo general no se incluyen en los ensayos clínicos a menos de que estén tomando algún anticonceptivo. “Esto se debe en parte a que los investigadores están preocupados por los posibles efectos de un nuevo fármaco en el feto”, explica. “También se debe en parte a que no fue hasta la década de 1990 que la inclusión de mujeres en los ensayos fue regulada en los EE. UU. Por lo tanto, obviamente hay que ponerse al día en lo que respecta a la salud de la mujer”.
Fue hasta 1993 que una ley federal en Estados Unidos ordenó la inclusión de mujeres en ensayos clínicos financiados por el gobierno. La ley pasó por presión de activistas que argumentaban que poco o nada se sabía sobre cómo nuevos medicamentos y tratamientos afectaban nuestra salud.
Otra razón, afirma Mandy, tiene que ver con que a las mujeres que participan en ensayos clínicos no se les pregunta específicamente sobre los efectos secundarios relacionados con los cambios menstruales. “El público suele desconocer si dichos cambios se registran o no en los informes de ensayos clínicos”. Probablemente esta información se excluya porque “Si los cambios de periodo no fueron lo suficientemente graves como para requerir algún tipo de atención médica, probablemente no se registraron”, concluye la médica.
¿Qué opinan en Colombia?
En el país la discusión sobre si las vacunas contra la COVID-19 afectan nuestro ciclo menstrual o no, está empezando de a pocos. Por su parte, Claudia Vaca, farmacoepidemióloga de la Universidad Nacional y directora del Centro de Pensamiento, Medicamentos, Formación y Poder afirmó a MANIFIESTA que “Hay componentes de la respuesta del sistema inmune que están asociados con el ciclo menstrual, lo mismo que procesos proinflamatorios”. Para ella, cuando el sistema inmune se activa con la vacunación, podrían alterarse ciertos componentes que tienen incidencia sobre el ciclo menstrual. Sin embargo Claudia aclara que “No está completamente establecida esta relación”.
En cambio, para Juanita Vahoz Zambrano, química farmacéutica de la Universidad Nacional y coordinadora del repositorio especializado ‘Dime COVID-19’, donde se presenta información validada y resumida sobre el virus y las vacunas, la poca existencia de investigaciones relacionadas con la vacuna y el ciclo menstrual no necesariamente se debe a un tipo de exclusión de las mujeres. “Estas vacunas se aprobaron en un tiempo récord. Lo que vieron los investigadores era que fuera vitalmente segura, que no tuviera ningún efecto adverso grave”.
De acuerdo con Juanita, hay que tener en cuenta que muchos efectos no deseados de la vacuna no se pueden observar en los ensayos clínicos. Sobre todo en los previos a la comercialización. “Estos ensayos son súper controlados y la cantidad de personas no se compara a las dos billones de dosis aplicadas en este momento en la vida real”. Para ella es cuestión de tiempo para que las investigaciones sobre las vacunas y el ciclo menstrual empiecen a aflorar.
La opinión de Claudia va en otra dirección. “Yo tengo la certeza de que hay un sesgo de género en la forma en la que se conduce la investigación clínica y epidemiológica en el uso de medicamentos”. Afirma que hay pruebas de que las mujeres están menos representadas en los ensayos clínicos. Al menos cuando se trata de intervenciones farmacológicas, con el objetivo de proteger a las mujeres en edad reproductiva.
Pero lo anterior se ha traducido en menos información sobre eventos adversos o no deseados en nosotras. “Esta señal en farmacovigilancia (los cambios en el ciclo menstrual) nos sugiere una hipótesis que yo creo que es muy seria. Cuando se hizo el ensayo clínico de las vacunas no hubo una perspectiva de género de haber estado pendiente para saber cuáles eran los efectos de las vacunas sobre el ciclo menstrual”.
Claudia opina que pudo ser porque “De pronto la mayoría de personas que dirigieron los ensayos son hombres o de pronto no incluyeron la cantidad de mujeres necesarias para notar ese efecto en el ciclo menstrual”. Para ella, todavía son muchas las respuestas que nos debe la ciencia.
¿No hay suficiente información porque ‘no es un tema importante’?
Jennifer Gunter contactó a los investigadores principales encargados de los ensayos clínicos de la vacuna Pfizer y les preguntó si habían tenido en cuenta cambios en el ciclo menstrual, si al menos lo habían preguntado o habían registrado información al respecto. “No recibí respuesta”, dice.
Las cifras también indican que la exclusión sigue siendo real. Un estudio publicado el 6 de julio por la revista científica de acceso abierto Nature Communications analiza una muestra de 4.420 investigaciones sobre COVID-19. Todas publicadas en la plataforma ‘Clinical Trial’. –Que hace parte de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU–. El estudio encontró que solo el 4 por ciento de las investigaciones considera la variable sexo, como una variable analítica. “Nuestra investigación demuestra muy claramente que, incluso con el consenso general del impacto del sexo y género en una enfermedad, las dinámicas de investigación no cambian automáticamente”. Dijo Sabine Oertelt-Prigione, una de las autoras del estudio al periodista Alberto Quero, en este artículo de El País.
Para Sabine, es necesario que las agencias regulatorias pidan más transparencia y que los medios científicos apliquen reglas más estrictas a la hora de informar. Juanita coincide con Sabine “Ahora, si queremos que sean más equitativos con el estudio del cuerpo de las mujeres, son las agencias regulatorias las que deben poner la raya y no aceptar estudios que estén concebidos sin esa perspectiva de género”. La implicación más significativa para las mujeres, sería que “Posiblemente podríamos haber tenido discusiones más informadas sobre cómo asignar las vacunas, basadas en el riesgo de determinados efectos secundarios y podríamos haber sabido mejor qué esperar”, afirma Sabrina.
Por su parte, María Teresa Ruiz-Cantero, académica de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante considera que contar con datos desagregados por sexo podría haber ayudado a señalar grupos de riesgo para ciertas vacunas, como es el caso de las mujeres fértiles con la vacuna de AstraZeneca. En la entrevista que le concedió a Alberto afirmó “Sé que han estado haciendo estudios desde Europa, que han evidenciado que hay una serie de efectos secundarios en mujeres jóvenes. También en algunos hombres, pero sobre todo son mujeres”. Según ella, AstraZeneca utilizó una muestra mayor de mujeres que hombres en los ensayos, pero no segregó los resultados por esta variable.
En MANIFIESTA revisamos una base de datos de la plataforma ’Clinical Trial’. La data contiene los estudios realizados entre marzo de 2020 y julio de 2021 respecto a las infecciones de COVID-19 y las vacunas contra COVID-19. De los 814 estudios, encontramos que 108 tienen que ver con las vacunas. De ellos, solo nueve (el 0.08 por ciento) se llevaron a cabo en población exclusivamente femenina. Y apenas un estudio se enfoca en los posibles efectos de la vacuna en el ciclo menstrual.
Este involucró a 300 mujeres entre los 18 y 35 años en Estambul, Turquía. Aunque la investigación ya se completó, aún no hay resultados disponibles. Los demás estudios se centran en los resultados de nacimientos adversos en mujeres embarazadas vacunadas contra COVID-19, nacimientos prematuros, muerte fetal o neonatal después de la vacunación y abortos espontáneos. También estudian la hinchazón de los ganglios linfáticos en mujeres con cáncer que accedieron a vacunas de ARN contra COVID-19. Otros observan la presencia de anticuerpos en la leche materna y en el cordón umbilical.
Lo anterior apoya la afirmación de Alice y Randi. “Incluso hoy en día, la investigación sobre la menstruación tiende a centrarse en la fertilidad o la anticoncepción. De lo contrario, los periodos se han considerado un inconveniente”. De hecho, el doctor Hugh Taylor, presidente del departamento de obstetricia, ginecología y ciencias reproductivas de la Facultad de Medicina de Yale les dijo “La menstruación es algo de lo que no sabemos lo suficiente (…) Y es un indicador importante de la salud de una persona, como cualquier otra función corporal”.
Para Claudia es muy diciente que no haya información sobre el ciclo menstrual y las vacunas. “Para una mujer es supremamente importante que le digan si su ciclo se va a ver afectado por el consumo de un medicamento o de una vacuna. Eso incide en decisiones sobre su vida sexual, reproductiva, sobre su vida en general. El sesgo de género es innegable”.
También se pregunta si la inclusión de una perspectiva feminista en la ciencia puede llegar a equilibrar las consecuencias de esa tendencia “neutra” en la variable del sexo en las investigaciones. “Me pregunto si no sería deseable tener una perspectiva de género y feminista en el diseño del ensayo clínico (…) pues tener la perspectiva feminista me permite identificar cosas que no habría contemplado en un ensayo ‘sin sesgos’”. Claudia se refiere a las investigaciones que podrían estar sobrecargando costos o efectos en las mujeres porque nunca estudiaron o desestimaron los efectos sobre nosotras.
A pesar de que la inclusión de mujeres en los estudios clínicos es una realidad hace 28 años el país con mayor producción científica, queda claro que la materialización de la inclusión va muy lento y de que la ciencia tiene muchas deudas con nosotras. “Ciertamente la investigación específica sobre la salud de la mujer tiende a carecer de fondos suficientes, y podríamos especular que esto se debe a que las decisiones de financiación tienden a ser tomadas por hombres, pero eso es otro tema. Otras preguntas que surgen en el camino y que merecen respuestas”, concluye Victoria.
En este momento, la doctora Kate Clancy, de la Universidad de Illinois, está liderando un grupo de investigación que quiere estudiar la posible relación entre las vacunas y la afectación del ciclo menstrual. Ella fue una de las mujeres que reportó a través de Twitter cambios en su ciclo después de la vacuna. “Fíjense que son las mujeres, las científicas, incluso las antropólogas, las que están pullando y presionando para estudiar esto. Somos las mujeres las que investigamos porque somos las que sufrimos ese silencio alrededor de nuestros cuerpos”, dice Claudia.
Aquí te dejamos la encuesta que diseñó Kate junto a su equipo, por si quieres participar en el estudio.
https://redcap.healthinstitute.illinois.edu/surveys/index.php?s=LL8TKKC8DP