Por Anaiz Zamora Márquez
Fotografías: Caminemos
Visitar Oaxaca es maravilloso. Vivir en ella no es tan sencillo. En la avenida que conecta a varios municipios de Oaxaca con Juárez, la violencia no pasa desapercibida: hombres que se masturban frente a las jóvenes que esperan el transporte, extraños que las “nalguean” o les pellizcan las piernas, miradas fijas en los pechos o en las piernas, frases sexuales que incomodan.
En diciembre de 2018, esa violencia, que parecía solo vivir en la periferia, comenzó a invadir Xochimilco, uno de los barrios más visitados por los turistas. Tres jóvenes fueron secuestradas durante el día. Otra logró escapar cuando corrió al lado contrario de la calle para refugiarse en una esquina.
A las mujeres les enseñan que el espacio público no les pertenece. Aprenden a leer los contextos e identificar los riesgos. Sienten que puede haber un peligro cuando una persona o un auto se acerca, cuando el transporte se queda vacío, cuando la calle está muy oscura, cuando hay un grupo de hombres bebiendo en la banqueta (vereda/acera). En esos momentos lo común es buscar un lugar para refugiarse y luego decidir si es mejor llamar a un taxi, contactar a alguien de confianza o si ya pasó el peligro y es posible continuar la ruta.
Elizabeth Mosqueda Rivera y Carmen Calvo Cruz son dos jóvenes oaxaqueñas con rutinas completamente distintas a las del turismo. Ellas se enfrentan cada día a un transporte deficiente, comparten taxis colectivos, caminan por calles sin luz y sin pavimentar en donde rara vez pasa una patrulla. A partir de sus experiencias y de los relatos que escuchaban de jóvenes con las que trabajan en la organización Consorcio Oaxaca, una organización civil feminista que promueve la igualdad de género, crearon “Caminemos, red de espacios seguros para las mujeres”, en donde juguerías, cafés, restaurantes y estéticas se unieron para “ser un foquito” seguro en los municipios de Oaxaca, de Juárez y de Xoxocotlán.
La idea central es que ante un riesgo o una experiencia de violencia, estos negocios representan un espacio de resguardo, “un lugar para calmarte, para tomar un respiro, para que alguien te escuche desde la empatía y te recuerde que no estás sola, y no es tu culpa”.
Primero presentaron la idea a Consorcio Oaxaca. Juntaron a otras mujeres del equipo, fueron a universidades y preparatorias a platicar con las estudiantes y saber si algo así podría funcionar. Al mismo tiempo buscaron cifras de denuncias y delitos, notas de periódico y testimonios para ubicar los puntos rojos de riesgo, y aunque la red no está activa en todos los lugares, los negocios sí están en calles y avenidas que las mujeres recorren para ir a la escuela y al trabajo.
También diseñaron un taller para capacitar a quienes atienden los comercios. Por al menos siete meses se reunieron con las y los propietarios y sus empleados, les explicaron a qué se refieren los movimientos feministas cuando hablan de violencia de género, cómo escuchar sin juzgar a las víctimas y les compartieron un kit con aromaterapia, pastillas acidas y una pelotita que se puede usar para bajar la ansiedad. Cosas sencillas que se pueden usar para apoyar a alguien que está atravesando una crisis. En esos talleres también les compartieron un directorio con números telefónicos de a quiénes llamar cuando ocurre una agresión: policía, ministerios públicos, centros de justicia, y otras autoridades responsables. La idea detrás del proyecto es que “No tienes que ser feminista para poder auxiliar a una mujer en riesgo”.
Algunos de los que aceptaron la invitación, además de ser un negocio, tienen una apuesta artística y social, por lo que fueron ideales para que además de los talleres se hicieran allí encuentros para conversar en profundidad sobre el derecho al espacio público y el derecho a la ciudad para las mujeres. Tenían en mente organizar proyecciones de películas y otras actividades, pero en marzo de 2020, solo una semana después de presentar Caminemos a medios de comunicación local, se estableció la cuarentena obligatoria.
Antes de la pandemia de COVID 19, la red se integraba por 100 negocios, pero las medidas de resguardo no sólo representó una pausa, significó la sobrevivencia de su sustento, muchos espacios tuvieron que cerrar por un tiempo, adaptar sus horarios, entrar a plataformas de entrega a domicilio, enfrentar cambios de personal, e incluso no sabían si iban a poder seguir en pie tras las pérdidas económicas.
Durante los primeros meses de las medidas existió un silencio en la red, pero después el tiempo se aprovechó en repensar las metodologías, lanzar y perfeccionar la app “Caminemos” que muestra los negocios de la red en un mapa, e incluso reflexionar sobre internet como un espacio público que también necesita lugares de resguardo.
Caminemos “es una alternativa más, no es la única y no la va poder ser porque la problemática es muy compleja”, explican sus creadoras.
La red no pretende garantizar el derecho a la ciudad o al libre tránsito, pero sí busca salvar la vida de una joven. Más allá de contabilizar cuántos casos han atendido, para Carmen y Eli uno de los logros más importantes es que lograron conversar sobre la libertad y seguridad de las mujeres con personas que no son activistas, defensoras o académicas, y para quienes estos temas no eran importantes. “Los espacios seguros son posibles, pero todas las personas se tienen que involucrar en su construcción”.
Este artículo es parte de El último techo, un especial transnacional del Laboratorio de Periodismo Situado.