Por Gabriela Filereto y Marcela Monserrat para Periódicas
Fotos de Priscila Pereyra
La postal se repitió en redes sociales y grupos de WhatsApp: la foto con la enfermera o estudiante de enfermería que les colocó las dosis de la esperada vacuna contra el Covid-19. También se multiplicaron los agradecimientos por la calidez, por el momento compartido, por la esperanza que da ese pinchazo. Después de 18 meses de pandemia, cuando los aplausos de las 21 se habían apagado hace rato, emergieron esas profesionales que muchas veces se sintieron olvidadas. Trabajan hasta 12 horas diarias de lunes a lunes en un operativo nunca antes visto. El medio feminista Periódicas fue al Centro de Educación Física N° 29 (CEF) en la ciudad de Santa Fe y charló con algunas de ellas para conocer cómo viven esta instancia, qué es lo que dejaron de lado por su trabajo y si, pese al cansancio y el desgaste, renovaron el amor por una profesión que tiene el rol fundamental de acompañar desde el primero hasta el último tramo de la vida.
Al frente, la capitana
Mónica Bastistella es licenciada en enfermería desde hace 34 años, con experiencia en todos los niveles, y tiene a su cargo la coordinación general de los centros vacunales de las ciudades de Santa Fe y Santo Tomé. Su trabajo consiste en pensar la organización y la gestión del recurso del personal de enfermería, profesionales de años, recién recibidos y algunes estudiantes que realizan sus prácticas profesionales. Mónica reparte su tiempo casi sin descanso entre La Esquina Encendida, el CEF y La Redonda en la capital provincial y el Camping Municipal santotomesino, a veces descansa los domingos.
Le dijo a Periódicas que “acá confluye todo mi recorrido” y que eligió ser enfermera porque le gusta estar al servicio de la gente. “Mi mamá, que también es enfermera, me decía que no lo hiciera, que era una profesión sacrificada. Pero cuanto más te dicen que no, más una lo quiere hacer. Siento pasión por lo que hago, con la suerte de que me pagan por hacer lo que me gusta. Una va buscando sus preferencias, si te gusta trabajar con niños o adultos, en la internación o la prevención. A mí me gusta la gestión y la docencia, donde llegué pasando por todas las etapas. Trabajé en internación del hospital Cullen, luego en centros de salud y en 2003 pasé a coordinar el trabajo de los centros de salud de la ciudad porque mi compañera supervisora se inundó. Allí comencé a trabajar en gestión, creo que todas las situaciones de crisis fueron desencadenando otra cosa”.
Mónica hizo un paralelismo entre la tragedia hídrica de Santa Fe de 2003 y la sanitaria que atravesamos ahora. Recordó el sufrimiento y padecimiento de la gente en ese entonces y, al igual que en la actualidad, le resulta desgarrador. “Me venían imágenes de la inundación, de la gente llorando por haber dejado todo lo que les llevó una vida tener o que no se encontraban con integrantes de la familia. Ahora, cuando entrás a una terapia intensiva, ves a los pacientes cómo están y que los familiares no se pueden despedir o estar en ese momento. Ahí ves cómo acompañar, tocando la mano a veces porque no podés hacer nada más que sostener. En verdad, esta pandemia va a dejar heridas muy profundas y hay que empezar a pensar en la pos pandemia; esta situación se está prolongando en el tiempo pero en algún momento va a terminar”, afirmó.
¿Qué ves cuando los ves?
Sobre les santafesines que llegan a los centros de vacunación, Mónica contó que en sus rostros puede ver “emoción, gratitud, te agarran la mano, te agradecen, lloran… la vacuna es una esperanza. Comenzamos vacunando a los mayores de 90 años, que hacía meses no salían de sus casas, que no veían a los nietos, los hermanos, a los hijos; porque en el afán de cuidarlos trataban de que estén adentro. Fue emocionante ver cómo les caían las lágrimas, nos decían que iban a poder ver a los nietos, a los hijos…. es impagable”.
Al ser consultada sobre si hubo conversaciones del equipo respecto al trato humano, sostuvo que fue algo que “dos veces por semana hacemos reuniones para coordinar y planificar, ahí se destaca la empatía, el trato, la comunicación, la tolerancia; porque hay gente que viene enojada, porque no le llegó el turno o es la vacuna que no quiere, prefiere otra porque tiene que viajar, o está insegura, porque la información que escuchó no viene de fuentes correctas. Por ahí tenemos que pasar situaciones que no son tan lindas, pero nosotros tenemos que escuchar y decir lo que corresponde”.
Cuidar dentro y fuera del hogar
Respecto a uno de los temas que más se pusieron sobre la mesa durante el transcurso de la cuarentena, el papel de las mujeres en las tareas de cuidado dentro del hogar, Mónica contó cómo fue conjugarlas con un trabajo con horarios poco delineados.
“Son muchas horas fuera de la casa, yo tengo hijos grandes pero muchas compañeras que egresaron hace poco tienen más chicos. Es toda una adaptación. Estamos hasta las 18 todos los días, y desde hace un mes y medio se comenzó a vacunar de lunes a lunes, con la llegada de más vacunas se ampliaron los turnos y, por ende, estamos más tiempo. Es un aprendizaje, tanto para ellas como nosotras que tenemos más experiencia”.
Además de las vacunadoras, están también las personas que colaboran en el ingreso, la provisión de elementos, el pos vacunal. “Hay casi 200 personas trabajando en el CEF y la Esquina Encendida. Es como un pequeño Samco”, relató.
Renovando la vocación
En sus principios la enfermería se realizaba por voluntariado, era tomada como una obra de caridad. Con el tiempo se profesionalizó con carreras terciarias y universitarias, y apoyada en el conocimiento científico. Tener el reconocimiento de la comunidad da satisfacción, pero es necesario jerarquizar la profesión.
Mirando atrás, sus años recorridos, Mónica afirmó sin dudarlo que volvería una y otra vez a elegir su profesión. “Estoy trabajando en lo que me gusta y siendo parte de la historia. Jamás vivimos una campaña de vacunación de estas dimensiones. Planificar y ejecutar la campaña de vacunación, implicó entender que hay diversos grupos sociales a los que asistir con logísticas diferentes. La gente acude a los centros vacunatorios, pero también nuestras enfermeras acuden a la gente: en diferentes etapas el equipo se acercó a geriátricos, residencias de adultos mayores y centros de día, no sólo en la ciudad de Santa Fe sino también en los alrededores. Además, actualmente están vacunando a personas en situación de calle, como también a trabajadoras sexuales en articulación con el Ministerio de Género. No estoy sola. Me acompaña un gran grupo, con muchas ganas de trabajar.”
Las “todo terreno”
Elizabeth Juanovich es la enfermera coordinadora de la Esquina Encendida y aseguró que “la pandemia marcó a la enfermería, porque nos sobrecargamos. La vacunación es algo muy lindo porque podemos pensar en que volveremos a una vida medianamente parecida a la que teníamos. La gente a veces entra con dudas y termina contenta, se va agradecida. Tengo dos hijos, estoy sola con ellos, atravesamos un momento importante, una se aísla de todo pensando en ellos y el trabajo, porque si te infectás no podés volver y hay compañeros y compañeras que te esperan en una sala y más en el vacunatorio, que somos unos 80. Vamos viendo cómo sobrellevarlo, también nuestros hijos, que son quienes nos esperan día a día en nuestras casas. A ellos los marcó, piden salir, hacer actividades que no se pueden, entonces uno trata de explicarles pero con la ayuda de la seño también tratan de entender qué es esta pandemia”.
Para Nerea Cáceres Wilhem, coordinadora del CEF 29 recibida en 2017, “la pandemia nos atravesó mucho”. El año pasado trabajó en el Mercado de Abasto haciendo triage a todo el que ingresara, alrededor de cuatro mil por día. El 28 de diciembre comenzó con la vacunación. Sostuvo que es “una situación especial, a todos nos toca de un modo diferente. Por ejemplo, yo tengo a toda mi familia en Entre Ríos, no podés salir a verlos, tenemos que recargarnos en el trabajo; la gente a veces viene dolida, para todos genera una situación particular. Aprendí mucho, desde la enfermería pero también desde lo humano, de la gente, que día a día nos enseña”. Expresó que para ellas este proceso fue de “aprender todo, lo técnico de enfermería ya lo teníamos pero toda la logística que conlleva una vacunación así, es diferente. Y trae una esperanza enorme”.
Florencia Kirschink se recibió hace seis meses y desde hace uno trabaja en la campaña de vacunación. Recordó que “siempre me gustó la dinámica de un hospital, de chiquita me gustaba el trabajo de las enfermeras”. Así como destacó el lado satisfactorio de este momento, en el que “la gente viene ansiosa, contenta, es un momento esperado por ellos”, no deja de pensar en el otro: “vienen personas que perdieron a algún familiar, se ponen a llorar, pero tratamos de contener, de brindarles seguridad”. Aseguró que si bien transitó otras carreras, la enfermería superó sus expectativas.
Florencia Kettler se recibió de enfermera en mayo de este año y eligió esta profesión porque “tuve la experiencia de familiares internados y cuando me tocó cuidarlos vi el trabajo que se hacía, me gustó y quise agradecer lo que me dieron” y destacó que “la gente viene muy agradecida, esperan ser vacunados, están ansiosos, quieren estar protegidos y una tiene que estar tranquila, paciente, colaborar, porque muchos están asustados. Tenemos que tratar de contener porque vienen a buscar acá además de la protección, un apoyo”.
María West, es enfermera desde 2017, trabajó muchos años en el área programática del Hospital Sayago y allí nació su entusiasmo. Tiene tres hijas y dijo que fue difícil repartirse entre el trabajo y la familia, sostuvo que su tiempo recién se acomodó en junio: “trabajo en Pami con los abuelos y amo pasar tiempo con ellos, estaba en un geriátrico, hacía domicilio, venía acá, llegaba a las 23 a mi casa. Fue un sacrificio total, pero amo el servicio, mi trabajo y ser enfermera”. Reflexionó también sobre el cuidado que debe tomar la sociedad respecto al virus y resaltó que “los abuelos son los que toman más conciencia, respetan, están guardaditos, son los que más se cuidan” e insistió en concientizar a los jóvenes para que se cuiden y se anoten en el registro de vacunación.
Betiana Domínguez es enfermera desde hace 20 años y trabaja en un centro de salud. Le contó a Periódicas que salió a vacunar a personas en situación de calle, “ves otra realidad, es gente que es muy consciente de lo que está pasando pero no tiene los medios necesarios para cuidarse; además, la sociedad los hace a un lado y si no salís a ellos no hay manera de que ellos lleguen. Nos veían llegar y venían corriendo porque querían que los vacunemos, ellos sabían lo que pasa y nos pedían que por favor los vacunemos. Llegás a tu casa y estás calentita, tenés una comida y ellos no, no es fácil”.
Daiana Benitez es enfermera desde hace cinco años y en febrero fue a vacunar a adultos mayores a residencias de Santa Fe y otras localidades. Recordó que “los abuelos te esperaban con los brazos abiertos, felices, porque nos contaban que hace un año que estaban encerrados, que no veían a sus familias. Para ellos era una gotita de esperanza. En este vacunatorio también, se venían preparados porque hace mucho que no se arreglaban, las abuelas pintadas, vino un abuelo de traje con una corbata azul para la primera dosis y una roja para la segunda”.
El reconocimiento no son sólo aplausos
Todas coincidieron en que durante la campaña de vacunación sintieron el reconocimiento “por parte de la población; para el resto seguimos invisibles, todavía la enfermería no tiene el rol de esencial y merecemos el reconocimiento. Más allá que es un trabajo en equipo con los ministerios, sin enfermería no se hubiera logrado nada. La enfermera cubre todo, no lo hace otro profesional. No nos limitan los espacios ni las condiciones para poder desplegar el dispositivo, nos arreglamos con lo que hay y hacemos lo que tenemos que hacer”.
Ahora, ese reconocimiento llega de la mano de la gente con un dibujo, una notita, una carta; “los que van pasando por los boxs te dejan algo, eso da satisfacción. Pero como profesionales, la remuneración es importante, a eso hay que tenerlo en cuenta, la jerarquización de la profesión, todo eso hace a que una se sienta bien trabajando y pueda seguir”, sostuvo Mónica.
Además, explicó que cuando se habla del personal de salud se lo identifica sólo a los médicos pero que en realidad se trata de un equipo: “Están también las enfermeras, el personal de limpieza, el de mantenimiento, porque aislados no podemos trabajar, necesitamos al otro que nos esté sosteniendo y acompañando”.
Para finalizar, llamó a una reflexión: “La gente tiene que aprender a cuidarse. Las enfermeras son pocas y hay compañeros que han dejado su vida en esta pandemia. Nos queda esperanza. Sólo esperanza”.