UNO
Un día después de las PASO, el periodista Flavio Azzaro “analizó” la derrota del oficialismo con su habitual perspectiva machista. “Se ocupan más del todes que de gobernar de verdad”. Y alertó sobre la extinción de los varones cis: “Ya en un momento sacaron el todos, ahora es todas. Ya ni estamos los hombres, ya llega un momento en que ser hombre es casi un testigo”. Siguió: “Basta, no necesitamos solamente políticas de género, se quedan con el boludeo progresista. Hagan cosas de verdad, la gente no tiene para morfar”.
El debate se instaló en las redes a este nivel de intelectualidad: ¿el Gobierno perdió votos porque usa lenguaje inclusivo? ¿la agenda de género no le importa a nadie? ¿el feminismo es el responsable de la derrota? ¡¡¡¿Dónde están las feministas?!!!
DOS
Esa misma semana, la dirigente social peronista Mayra Arena escribió una columna en Infobae con el título “Derrota electoral del Gobierno: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente”. Más allá de algunas verdades ya dichas en cuanto a la situación de crisis económica y social en la que se llegó a las PASO y la pasividad del Gobierno nacional ante esto, Arena terminó diciendo más o menos lo mismo que Azzaro, pero con mejor prosa.
Ya que le gusta hablar de ideología, toda la línea ideológica de su columna podría resumirse en este párrafo: “¿A cuántos incluís cada vez que decís todes y a cuántos dejás afuera? Si no se habla el mismo idioma, difícil que surja una identificación. El precio de sentirse inclusivo se paga caro: dejás afuera a muchos que todavía no resolvieron demasiados quilombos como para seguirte el tren. No me terminó de cerrar el feminismo y ya me estabas corriendo con la movida no binarie”.
El texto de Mayra logró seducir a propies y a ajenes. Y también se viralizó. Porque, como dijo Simone De Beauvoir y varias lo recordaron por estos días: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Y cuando las papas queman y se pierden unas PASO la escasa representación que supimos conseguir se achica y el gabinete nacional pasó de tener cuatro mujeres a cargo de ministerios, en 2019, a tener actualmente sólo dos. Ya no importa tanto la paridad ni aquel “volvimos mujeres”. Ahora es importante tener cuadros políticos fuertes, es decir: varones que siempre han gestionado los espacios y disputas de poder. Pero, eso sí: pronto tendremos decreto de paridad en las designaciones de funcionaries del Poder Ejecutivo Nacional.
A Mayra le rompe las pelotas la corrección política ideológica casi tanto como a los feminismos nos rompe el cerebro que nos reduzcan a un lenguaje inclusivo (¡que, encima, reducen al uso de la e!). Porque, dice, los pobres no tienen grandes ideologías. Ideologías que fomentamos las “minorías”.
TRES
A raíz de comentarios como el de Azzaro y columnas como la de Arena, en estos días se empezaron a instalar en el imaginario colectivo dos ideas: 1) las clases populares son un sujeto político homogéneo sin ideología donde no penetra el feminismo 2) la agenda del feminismo es sólo de una minoría.
A propósito de la homogeneización de “los pobres” fue bastante claro el escritor y cineasta villero César González en este hilo de Twitter: “Creo que el primer inconveniente es aglutinar a la fuerza a todes les habitantes de los barrios populares bajo una supuesta ideología total que rechaza las conquistas civiles por no ser económicas”, dijo.
Y específicamente sobre la agenda feminista como un lujo de los progresismos con necesidades básicas satisfechas, remató: “La fuerza y contundencia de la agenda de derechos para la mujeres e identidades no binarias de nuestro país es un orgullo transversal a las clases. Pero en lo concreto para los barrios populares ha sido una herramienta que ha empoderado y generado conciencia en miles de pibas”.
Pongámosle que nuestras luchas se redujeran a militar “políticas de género” de una minoría. El aborto legal, la Ley de Educación Sexual Integral, el cupo laboral travesti trans, el DNI no binarie y el reconocimiento a las tareas de cuidado no son simbólicas ni de minorías. Son reales, palpables y cambian vidas.
Y, así no lo fueran, la reducción es errónea. Nuestra agenda es interseccional y transversal. En esta nota lo explica la periodista travesti Victoria Stéfano, con datos y experiencia de barrio.
Durante la pandemia quedó evidenciado más que nunca que las mujeres hacen malabares para combinar trabajo pago y tareas de cuidado. Y en los barrios populares y villas de todo el país, mucho más. Las mujeres se pusieron el barrio al hombro. Comedores, merenderos, emprendimientos textiles, ollas populares, organización de testeos y vacunación, reparto de bolsones de comida y kits de higiene, reclamos ante los gobiernos, trámites para cobrar el IFE. Todo eso estuvo en su gran mayoría a cargo de mujeres jefas de hogar.
“Las mujeres somos las que desarrollamos las ollas populares, el acompañamiento a personas en situación de violencia de género, el acompañamiento a les pibes para que no pierdan la continuidad pedagógica y la promoción de la salud con el relevamiento de personas adultas mayores y en los operativos Detectar, donde cumplimos un rol fundamental acompañando a vecinos y vecinas para que se realizaran los testeos”, contaba Mónica Córdoba, “Mona”, para les amigues, hace unos meses a Cosecha Roja. Ella es referenta barrial de “Somos Barrios de Pie” y “Marea Feminismo Popular”.
¿O acaso no fueron las mujeres, lesbianas trans y travestis las que organizaron una resistencia feminista en la toma de Guernica y gritaron Ni Una Menos sin vivienda?
Que la pobreza afecta más a mujeres y disidencias no es un mito feminista. En Argentina la cifra ya es un clásico: las mujeres ganamos un 27 por ciento menos que los varones. Y la desigualdad creció en pandemia.
También somos las que más aportamos al PBI con tareas de cuidado que nadie paga. Un informe de la Dirección de Economía, Igualdad y Género del ministerio de Economía de la Nación lo resumió así: “Las mujeres aportan 3 veces más al PBI en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional”.
La brecha en los cuidados no es igual para todas: las más afectadas son las mujeres y diversidades pobres que no pueden tercerizar esas tareas.
Según el Registro Nacional de Barrios Populares, el 63,7 por ciento de las viviendas tiene de responsable de hogar a una mujer. Los hogares monoparentales son el 8,5 por ciento del total y casi el 90 por ciento está a cargo de mujeres.
Y hay más. Las mujeres somos minoría en la economía formal: sólo el 32.9%. En cambio, llevamos delantera en la economía popular, esa que, a falta de oportunidades y contratos y a fuerza de creatividad y voluntad, hoy representa cerca del 10 por ciento de la población.
Carolina tiene 34 años y cuatro hijes. Nunca tuvo un empleo formal. Entró a la economía popular por una amiga que la llevó al Movimiento de Trabajadorxs Excluidxs (MTE). Hoy es la encargada del taller textil “Hilo y puntada”, del MTE Rosario. El taller abrió una semana antes de la cuarentena estricta. Arrancaron haciendo bufandas y almohadones y rápidamente tuvieron que ponerse a hacer barbijos.
Ella integra el casi 60 por ciento de mujeres anotadas en el Registro de la Economía Popular. No vive de “planes”, no. Como el sueldo no alcanza, los fines de semanas vende en ferias de la zona.
En Santiago del Estero, las mujeres del MTE no sólo tienen que ocuparse de las demandas de pan, techo y trabajo, sino de las denuncias de violencia de género. Tener garantizados todos esos derechos es justicia social, dice la referenta Noelia Ibarra.
En momentos de crisis, fuimos las mujeres, lesbianas, trans y travestis quienes le hicimos el primer paro nacional a Mauricio Macri. Y no fue precisamente para instalar una agenda insignificante de minorías: fuimos los feminismos quienes pusimos en agenda el rechazo al endeudamiento con el FMI. Durante la pandemia, fueron las mujeres de los barrios las que contuvieron, armaron redes y sostuvieron. Y también las que más pobres contaron. Si eso no es feminismo ¿dónde están las feministas?