Si para algo sirvió la prohibición del lenguaje inclusivo en las escuelas públicas y privadas de la Ciudad de Buenos Aires fue para que nos den más ganas de usarlo. Pero también para debatir en torno a cómo nos comunicamos, que es lo realmente importante.
Este fin de semana, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, confirmó que les docentes que se atrevan a transgredir la resolución, serán sancionades. Y hubo más repercusiones: en la Legislatura bonaerense los diputados Guillermo Castello (Avanza Libertad) y Matías Ranzini (Juntos por el Cambio) presentaron un proyecto de ley para replicar la prohibición en las escuelas de la provincia de Buenos Aires.
Un grupo de profesionales* de la lingüística reunieron algunas preguntas y respuestas clave sobre el tema.
¿Por qué se dice que este lenguaje es “inclusivo”?
El uso habitual del español considera que el género masculino es “genérico” o “no marcado”, es decir, el género estándar, que no solamente designa a varones, sino también a grupos de individuos sin importar su sexo o identidad de género. Así, al decir “hola, chicos” en una escuela nos estaríamos refiriendo a un grupo de personas en edad escolar, sin importar si son varones, mujeres o LGBTI+. Sin embargo, muchos grupos sociales quedan excluidos en ese tipo de usos: ¿por qué, si una audiencia está compuesta por más mujeres que varones, se usa el masculino? Más aún, ¿por qué el género masculino es el elegido para representar a los demás géneros?
¿Es un fenómeno exclusivamente argentino?
No. El lenguaje inclusivo se presenta en muchos países de Latinoamérica y no es un fenómeno nuevo. Por mencionar algunos ejemplos, Uruguay cuenta con una Guía de lenguaje inclusivo desde 2010, México desde 2015 y Perú desde 2017, mientras la discusión sobre iniciativas no sexistas e inclusivas se da en Costa Rica desde 1992.
¿Es cierto que el lenguaje inclusivo dificulta la comprensión?
No. En nuestro país se realizaron dos estudios recientes en más de 500 personas sobre el tema. En uno de ellos se comprobó que, en palabras estereotípicamente masculinas, el masculino genérico es menos eficaz que el inclusivo para representar un grupo de personas diversas: si digo “camioneros” me imagino un grupo conformado sólo por varones, mientras que si digo “camioneres”, me imagino un grupo de personas de distinto género. En el segundo estudio, se midió el tiempo de procesamiento de formas masculinas genéricas (“los plomeros”) e inclusivas (“les plomeres”) y se encontró que no había diferencias significativas. Es más, en general se tarda menos en comprender las formas no binarias. En suma: las formas no binarias comunican la diversidad de género mejor que el masculino y se procesan igual o más rápidamente.
¿Es cierto que el lenguaje inclusivo dificulta la adquisición de la “lectoescritura”?
En primer lugar, es importante señalar que la investigación lingüística diferencia “lectura” de “escritura” como dos procesos muy cercanos pero diferentes, tanto en términos sociales como cognitivos (por eso no hablamos de “lectoescritura”). En nuestro país no se han realizado estudios que comparen la comprensión lectora de formas masculinas y no binarias en niñes, de manera que no sabemos cuál es mejor. Las pruebas estandarizadas que se realizaron recientemente, y que arrojaron resultados muy críticos sobre la comprensión lectora en la escuela, fueron realizadas usando la morfología tradicional, del masculino genérico, así que no puede responsabilizarse en ese caso al lenguaje inclusivo por los resultados obtenidos.
¿El lenguaje inclusivo está cambiando la lengua española?
Un estudio reciente sobre el uso del lenguaje inclusivo en Twitter en Argentina muestra que sólo 4 palabras reúnen el 74% de usos inclusivos (con -e, -x, etc.): todes, amigues, elles y chiques. Esto parece indicar que, por ahora, es más un fenómeno de creación léxica (es decir, de incorporación de nuevas palabras o formas de algunas palabras) que de innovación gramatical (es decir, de introducción de un sistema de género gramatical no binario en la lengua).
Te puede interesar
Carta al ministro de Educación Soledad Acuña
¿El lenguaje inclusivo es exclusivo de una minoría?
En una encuesta realizada sobre 2300 casos se observó que el 73% de las personas que respondieron aceptaban su uso al comienzo de la frase (“Chiques, ¿vamos al cine?”) y 65% lo aceptaban en la mitad (“Llamé a mis amigues para ir al cine”). Esto no significa que estuvieran dispuestas a usarlo: sólo el 60% lo usaría en posición inicial y el 51% en posición intermedia. ¿Qué significa esto? Que aunque no todas las personas encuestadas están dispuestas a decir “amigues” o “todes”, una enorme mayoría acepta su uso por parte de otras personas sin problema.
¿Qué función cumple la Real Academia Española?
La Real Academia Española (RAE) fue fundada en España en 1713 con el objetivo de controlar la diversidad cada vez mayor del español que se expandía por las colonias. Al elaborar su diccionario, su gramática y su ortografía, la RAE elige las formas y los significados que considera “correctos” (mejores, más “precisos”, más “elegantes”) y descarta los otros. ¿Cuál es la variedad del español que la RAE seleccionó siempre para elaborar estas herramientas? La que hablan los sectores medios y altos de Madrid y sus alrededores.
Desde la independencia de las naciones americanas, muchos intelectuales comenzaron a criticar a la RAE: ¿por qué un gobierno extranjero nos tiene que decir cómo hablar? ¿No deberíamos tener independencia lingüística, además de política? En la actualidad, la RAE sirve fundamentalmente para tratar de detener el cambio constante de la lengua, porque cuando más personas hablan de una manera determinada, más fácil es venderles textos, doblajes, traducciones, enseñanza de lenguas, etc. en un mercado de, según el Instituto Cervantes, alrededor de 164.000 millones de euros cada año en todo el mundo.
¿Puede enseñarse en las escuelas el lenguaje inclusivo?
Los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios del Consejo Federal de Educación indican que la escuela debe alentar la reflexión sobre el lenguaje. En ese sentido, conocer cómo funciona el género gramatical y entender el surgimiento de formas no binarias representa una invalorable oportunidad de aprendizaje. Otro de los contenidos escolares del área de lengua es la normativa del español. En relación con la normativa ortográfica, el lenguaje inclusivo no representa ningún problema, puesto que se escribe con las mismas reglas ortográficas unificadas para todo el ámbito hispánico. El debate normativo surge porque esos nuevos usos no están reglamentados y, por lo tanto, no hay una referencia desde la cual determinar si están “aceptados” o son “correctos”. Precisamente, debido a la novedad, es imposible que estas formas estén presentes en diccionarios, gramáticas o libros escolares, puesto que estos instrumentos sólo registran los usos ya asentados en las comunidades.
¿Quién define si un uso es “correcto” o “incorrecto”?
La necesidad de determinar la corrección lleva a les hablantes muchas veces a consultar a la RAE, que se presenta como si fuera una institución científica y neutral. Sin embargo, aunque tiene un indudable rol en las decisiones en materia de regulación lingüística, eso no significa que sea la única ni tampoco las más autorizada. Existen universidades, institutos y centros de investigación, y asociaciones de especialistas que a lo largo de todo el ámbito hispánico se ocupan de analizar y difundir, a partir de metodologías rigurosas, fenómenos lingüísticos históricos y contemporáneos del español. Por el contrario, mientras que las academias buscan prescribir cuál es la opción “correcta” y cuál la “incorrecta” en el uso de la lengua mediante muestras lingüísticas selectivas y arbitrarias, otras instituciones se ocupan de describir, comprender y explicar cuáles son las opciones efectivamente existentes, quiénes las usan y por qué.
¿El lenguaje inclusivo es un fenómeno lingüístico o político?
Las dos cosas. Si bien la polémica sobre el lenguaje inclusivo es relativamente novedosa en la Argentina a nivel social, el debate sobre la existencia de formas sexistas en el uso del lenguaje lleva ya varias décadas. La actual difusión del debate en nuestra sociedad no parece responder tanto a un repentino interés suscitado sobre el lenguaje mismo sino, sobre todo, a las sucesivas luchas de los movimientos feministas y LGBT+, que han logrado instalar en la agenda pública temáticas de género que en otras etapas han estado invisibilizadas o relegadas a espacios muy restringidos y han logrado plasmar muchas de esas demandas en leyes que reconocen derechos antes negados. Como todo fenómeno político de peso, estos procesos también toman a la lengua como un campo de disputa. Las palabras “juez” o “presidente” comenzaron a flexionar en femenino cuando se abrió la posibilidad de que las mujeres fueran “juezas” o “presidentas”. En la actualidad, el cuestionamiento de una concepción binaria y patriarcal de la identidad de género tiene su correlato en el cuestionamiento del masculino genérico y otras formas sexistas del lenguaje. Esto muestra que el papel del lenguaje es central en la producción y reproducción de las desigualdades, pero que también puede contribuir a la transformación y subversión de subjetividades e identidades colectivas.
En suma: todo fenómeno lingüístico tiene una dimensión política, y todo fenómeno político tiene un correlato en el uso de la lengua.
*Juan Eduardo Bonnin (CONICET/UNSAM), Gabriel Dvoskin (CONICET/ UBA/UNIPE), Daniela Lauria (CONICET/UBA/UNIPE), María López García (CONICET/UNSAM), Paula Salerno (CONICET/UNSAM/UBA), Carolina Tosi (CONICET/UBA/UNLZ), Gabriela Mariel Zunino (CONICET/UBA).