Ensayo fotográfico por Wara Vargas
Mucho antes de la llegada de las semillas importadas, los agricultores bolivianos producían semillas de sus propias cosechas. Después de tres o cuatro producciones, las semillas perdían fuerza. Por eso acostumbraban a hacer trueque. Eso les permitía renovar las semillas con otras de diferentes territorios. Esta actividad hoy es casi inexistente: ahora los agricultores prefieren comprar semillas enlatadas.
Rosa Blanco tiene 51 años. En sus terrenos, sobre las faldas del nevado Illimani, cultiva lechuga, zanahoria y una gran variedad de hortalizas. Durante su infancia y adolescencia acompañaba a su familia al Mercado Rodríguez para comprar semillas. Aún hoy compra en esas mismas tiendas. La diferencia es que ahora esas semillas vienen en una lata directo desde China.
Desde hace 12 años el ingeniero Jose Luis Escobar, de la tienda Multiagro, distribuye semillas en el mercado de La Paz. Sus semillas llegan de Estados Unidos, Italia, Brasil y China. También de Bolivia, principalmente de zanahorias y zapallos de Cochabamba. Pero, según Jose Luis, no permiten abastecer a todo el mercado boliviano.
Hoy la agricultura del país depende de la importación de semillas. Sin ellas la cadena alimentaria podría verse afectada.
Todas las semillas que vende Jose Luis están tratadas con químicos para que no les entre la plaga. “Con la llegada de las nuevas especies de semillas han aparecido más plagas. Y estas plagas son cada vez más resistentes”, comenta. En su trabajo como agrónomo y vendedor de semillas intenta enseñar a los agricultores un uso consciente de plaguicidas con las medidas adecuadas.
A dos cuadras de la tienda de Jose Luis, en el Mercado Rodríguez, tiene su puesto Herminia Laura de Tapia, que desde hace 35 años produce y vende semillas de papa provenientes de Cochabamba. De una de sus semillas se pueden producir entre 30 a 50 papas. Su semilla está fertilizada con abono de oveja. Es uno de los productos bolivianos que mantiene la utilización de semilla nativa.
En el Oriente de Bolivia está la comunidad indígena Dolores. Benito Aguilar, nativo del lugar, cuenta cómo consiguen la semilla de sus propios cultivos de maíz, una actividad muy común en su territorio. Las mejores mazorcas de maíz de sus cosechas son seleccionadas y guardadas. Después de un tiempo, solo tres dientes del maíz son plantados en un hueco de 10 centímetros de profundidad con ayuda de un aparato manual que les permite trabajar un terreno grande. Una parte la utilizan para sus plantaciones, otra parte la venden. Su pequeña producción no requiere de plaguicidas ni de ningún tratamiento para su semilla.
La producción agrícola masiva, que alimenta el cambio climático, está alejando a los agricultores de su semilla nativa, libre de agrotóxicos y más sana para los consumidores.
Este artículo es parte de Los insaciables, un especial transnacional del Laboratorio de Periodismo Situado de Cronos Lab.