Catalina Dowbley – Cosecha Roja.-
“Nosotros no olvidamos y no vamos a bajar los brazos hasta saber dónde está Miguel”, dijo Rosa Bru en la vigilia por el 21º aniversario de la desaparición de Miguel, su hijo. Desde atrás la miraba su esposo Néstor.
La luz fluorescente de la comisaría 9na de La Plata alumbró una vez más el escenario el domingo. En la puerta las imágenes con la cara de un pibe se multiplican. Está en los árboles y en las paredes, en las pantallitas de las velas. Su nombre está impreso en una placa de bronce, adherida a la pared de la comisaría. Ahí también quedó la vida de Miguel Bru.
Veintiún años después de la última vez que tuvieron rastros de él, la familia, los amigos y los compañeros volvieron a encender el ritual. Y repitieron la pregunta que los acompaña desde 1993 ¿Dónde está?
Joaquín, el sobrino de Miguel, tocó la armónica y enganchó un tema propio con el ritmo de una canción que conoce desde que nació: “Yo sabía que a Miguel lo mató la policía”. El resto de sus sobrinos, a los que nunca conoció, se encargaron de prender las velas que estaban debajo de la placa.
“Cualquiera que lo conoció a Miguel sabe que era un tipo simple, un chico más, solidario, comunicativo, no tenía maldad para nada. Y si la tuvo lo hubieran detenido, lo hubieran juzgado y lo hubieran llevado a una cárcel. Y yo hubiera ido hasta el último día de mi vida. Hasta que él hubiera salido yo habría estado ahí”, dijo Rosa.
En 1993 Miguel Bru denunció que la policía había allanado ilegalmente su casa. Desde ese día las amenazas y las persecuciones no cesaron. El 17 de agosto de ese año cuidaba la casa de unos conocidos camino a Magdalena. Por algunos meses ese fue el último rastro que tuvieron de él sus compañeros. Miguel había desaparecido. Nadie quería creer en la hipótesis de que la policía estuviese involucrada.
Con el correr de los días se fueron abriendo distintas puertas, distintos relatos y entonces lo supieron: Miguel había sido torturado y asesinado en la comisaría novena. Fueron algunos de los detenidos esa noche en la comisaría quienes con sus testimonios ayudaron a que sus asesinos fueran encarcelados.
Dos policías bonaerenses fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de Miguel: Walter Abrigo y Justo López. Uno de ellos murió y al otro le denegaron dos veces la libertad condicional.
El pacto de silencio que trazaron esa noche los bonaerenses de la comisaría novena no tuvo ni tiene una sola grieta. Nada se supo del cuerpo de Miguel.
Y entonces la pregunta se repitió con la insistencia de todo aquello que todavía no encuentra respuesta. Fue un 17 de agosto más en el que la incertidumbre es la única pista sobre la pregunta que se multiplica ¿Dónde está Miguel?
Ese pibe, ese estudiante de periodismo al que vieron por última vez hace veintiún años. Al que sacaron muerto de comisaría novena de La Plata la madrugada del 18 de agosto de 1993. Al que todavía sus amigos, compañeros y familia siguen esperando.
Fotos: Gabriela Hernández
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