Además de diputada, Alejandra Rodenas es abogada y ex jueza, reconocida por investigar a la banda de Los Monos, en la ciudad de Rosario. Para justificar su voto a favor de la legalización del aborto, detalló en el recinto el caso de Julia, una adolescente de 16 años que murió víctima de un aborto clandestino. Reproducimos su discurso completo.
Sr Presidente: le voy a pedir autorización para leer un resumen de lo que fuera un caso – uno de tantos- que tramitara ante el juzgado de la que fui titular durante 17 años en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe.
He preservado, como éticamente corresponde, todos aquellos datos que pudiesen afectar a las personas oportunamente involucradas.
Son las cinco de la mañana de un día del 2010.
Del otro lado del celular una voz distante me informa que, en el Centro de Salud de una localidad vecina a Rosario, pero que pertenece a nuestra competencia territorial, ha ingresado una femenina de 16 años en una ambulancia del SIES acompañada por su madre, con un cuadro convulsivo que no le permite hablar y una fuerte hemorragia que hace suponer que ha sido objeto de una práctica compatible con un aborto. La acompaña su madre, femenina que dice desconocer qué le pasa a su hija, que hace una semana que está con fiebre y que ha sido medicada con ibuprofeno. Que en el día de la fecha la fiebre aumentó considerablemente y que la encontró desvanecida en el baño sobre una gran mancha de sangre. Que el médico de guardia sugiere que sea derivada inmediatamente al HECA.
– ¿La derivaron? – pregunto a quien me lee el “parte preventivo”.
-Si Dra.- me contesta una voz distante -pero me dice el médico de guardia que el cuadro es crítico y para colmo la madre no habla, dice que no sabe nada… vio como son… no abren la boca.
-Nada de qué- le pregunto.
-Del aborto Dra.- me dice el médico que apenas la examinó se dio cuenta que tenía puesta una sonda, usted sabe, lo que les hacen a estas chicas.
El lenguaje del agente policial que hacía la consulta no fue la causal de mi enojo. Ni eso, ni la habitual pregunta que seguiría a la descripción del estado de la madre: “no larga prenda la señora… pero usted vio… en estos casos protegen a la hija y a la abortera… son así… si uno ya las conoce” en una clara referencia que ya las estigmatizaba.
Mi disgusto surgió cuando ese oficial sin la formación requerida para estos casos y obligado por una legislación vetusta e inquisitorial pregunta:
– ¿A qué hora le mando a pedir las órdenes de allanamiento? Usted vio, Dra., si vamos a la casa tempranito mientras ellas están en el hospital por ahí encontramos alguna prueba.
Una chica de 16 años se estaba muriendo y el Estado le podía allanar su casa.
Sí, lo puede hacer.
Estas consultas atravesaron mi carrera como jueza penal de la ciudad de Rosario.
En las primeras confieso que mi enojo, más de una vez, fue dirigido a quien desde el otro lado del teléfono repetía monocorde y despojado de cualquier tipo de sensibilidad el precario protocolo que objetiva una escena, la escinde de sentido y la ubica en un hecho más.
Un hecho que debe ser “aclarado” en el marco de una investigación penal que pretende encontrar responsables directos e indirectos, cadenas de complicidades o encubrimientos. E incluso, aun encontrándose frente a una joven que va camino a un centro de alta complejidad en el cual intentarán salvarle la vida, el Estado insistirá en buscar algún rastro domiciliario que nos lleve a “la verdad”.
-No haga nada- le digo -me llama apenas sepa cómo evoluciona. Y algo importante: ¿Cómo se llama la joven?
-Julia R Dra. Dice la madre que se llama Julia, pero el documento no lo trajo.
-Deje a esa mujer en paz. Deje que acompañe a su hija en la ambulancia y me llama en un par de horas.
– ¿No allanamos?
– ¿Alguien le prohibió el acceso a la casa?
-No Dra., están los dos hermanitos más chicos con una vecina. El padre es viajante.
-Entonces, ¿cuál es el sentido de allanar? Pídale a la vecina que no toque nada y esperemos unas horas a ver como evoluciona el cuadro de Julia.
-Otra cosa Dra.
-Sí, lo escucho.
-Me dicen los pibes de la cuadra que no es de las “rápidas”, que es buenita. Va al Colegio, está en cuarto año. Digo por si usted quiere saber de qué clase de piba estamos hablando.
– ¿A usted le parece que esos detalles que usted nos está brindando son relevantes? Preserve la prueba, trate que los hermanitos no vean la escena del baño y apenas le den el primer parte médico, nos avisa.
Tres horas después, el Oficial llamó. Julia había muerto. Ingresó muerta al Hospital, la madre no para de llorar, no quiere declarar, la vecina tiene miedo, uno de los hermanitos vio más sangre en la habitación, y el padre está en camino de regreso.
La joven muerta se llamaba Julia y tenía 16 años.
Sangre, muerte y clandestinidad.
Un médico de guardia angustiado e impotente, una madre amorosa que medicó a su hija con ese jarabe para bajar la fiebre. –¿Qué raro Julia, te duele la garganta? Para mi es la regla, a veces viene con fiebre y esos dolores. A mí me pasaba a tu edad. Y eso se hereda.
Sangre, muerte y clandestinidad
Y la inocencia de esos padres que cuando pasados los primeros días vinieron a declarar al juzgado y brindaron uno de esos testimonios que nunca voy a olvidar.
En aquel tiempo no imaginé que iban a ser el sostén de mi intento de echar luz sobre los velos que se han tendido para que una ley, no solo despenalice las conductas que anteriormente describiera, sino que acompañe un proceso de legalización que destierre definitivamente estos escenarios de extremo dolor.
Extremo dolor y precarización conceptual: La simbiosis que acompaña desde distintos ámbitos a una problemática que debería ser tomada por el Estado como una de sus políticas centrales de Salud Pública.
Sangre, muerte y clandestinidad
La madre de Julia llora y se avergüenza.
Su testimonio cargado de silencios, la austeridad y el temor de quien, además de haber enterrado a su hija hace una semana, supone que puede quedar implicada en una causa penal.
-Dra. tengo dos hijos más, yo le juro que no sabía nada. Vaya a saber quién le pasó el dato de la abortera. Yo le juro que no.
Le explico que nada le va a pasar, que ya veremos el tema de la abortera, que no tenemos más evidencia que los comentarios del barrio, que de a poco iremos hablando con sus amigas, que se calme, que cuide de sus hijos.
-Dra. ¿sabe lo que más me duele? Que no me di cuenta. Que estuvo peleando solita contra todo esto. Que cuando yo me iba a hacer los mandados me dijeron que compró dos paquetes grandes algodón en el kiosco de la esquina. Que le dolía mucho. Que el jarabe que le doy a los chicos no le hizo nada y los pañitos tampoco. Que se me fue muriendo enfrente de los ojos. Y usted vio, como es la vida: la casa, los chicos, mi suegra enferma, la plata que no alcanza y mi marido viajante… una no puede con todo.
-Pero si ella me hubiese dicho, yo la habría acompañado. ¿Cómo se me va a morir así mi Julita? Era un amor mi Julita. Usted vio cómo están las amigas y el noviecito. Pobre chico, ya le dije que él no tiene la culpa, ¿quién tiene la culpa, Dra.?
La culpa
¿Quién tiene la culpa?
-La culpa -le digo a la madre de Julia R, una adolescente santafesina que murió producto de un aborto practicado en condiciones de salubridad deficientes, que pasó los últimos días de su vida sumida entre el miedo y el dolor, entre la angustia y un mutismo que solo pudo quebrar cuando a bordo de una ambulancia era llevada a un centro de alta complejidad en el cual no pudieron salvarle la vida porque estaba séptica (así lo confirmó la autopsia). -La culpa –reitero y se lo digo a una madre que debería estar siendo asistida por alguien que la contenga y refuerce su capacidad de reflexionar acerca de lo que les tocó vivir y tal vez le lleve su vida entera asumir.
La culpa
-ESA CULPA ES DE UN ESTADO QUE ELIGE PENALIZAR CUANDO PODRIA LEGALIZAR.
-DE UN ESTADO QUE ELIGE O PERMITE QUE LA CLANDESTINIDAD SE HAYA NATURALIZADO,
-DE UN ESTADO QUE DISTORSIONA SUS OBJETIVOS CUANDO QUIEBRA EL MANDATO PARA EL CUAL HA SIDO ORGANIZADO.
-DE UN ESTADO QUE VIOLA LA LIBRE ELECCION DE SUS CIUDADANAS Y CIUDADANOS SOBRE EL AMBITO PRIVADO QUE IMPLICA SU PROPIO CUERPO.
LA RESPONSABILIDAD ES DE UN ESTADO QUE ASUME LOS DISCURSOS SIMPLIFICADORES EN LOS QUE SE SUELE CAER CUANDO SE CONFUNDE EL ORDEN JURIDICO CON EL ORDEN MORAL.
CUANDO APELA A LA METAFÍSICA PERTURBANDO EL JUCIO CRITICO Y SUPONIENDO QUE ESA VERDAD, POR VALIDA QUE SEA, PUEDA ERIGIRSE EN UN VECTOR UNIVERSAL SIN FISURAS, SIN QUIEBRES, SIN MATICES, SIN DIFERENCIAS.
NUESTRO ESTADO, Sr Presidente,TIENE LA OBLIGACIÓN DE PROVEER A LA SOCIEDAD DE UNA HERRAMIENTA EFICAZ QUE DEJE DE LADO LOS DILEMAS MORALES QUE CADA UNO DE NOSOTROS PODAMOS TENER Y CON ELLOS CONVIVIR, PARA DAR PASO A UNA LEGISLACION ABARCATIVA E INCLUSIVA.
DE MODO TAL QUE AQUEL QUE NO ESTE DE ACUERDO CON SUS PRECEPTOS NO LA UTILICE Y EN CASO DE CONSIDERAR QUE COINCIDE CON AQUELLO QUE ELLA PRESCRIBE HAGA USO DE SUS CONSIDERACIONES Y SE SIENTA AMPARADO EN SUS DERECHOS
LEGALIZAR UNA PRACTICA NUNCA IMPLICARÁ PROMOVERLA O INCITARLA.
NINGUNA LEY DE ESTAS CARACTERISTICAS OBLIGA A NADIE A HACERLA PROPIA.
¿POR QUÉ?
PORQUE NADIE HARA AQUELLO EN LO QUE NO CREE O NO DESEA.
SI LEGALIZAMOS AQUELLO QUE HASTA HOY HAN SIDO PRACTICAS CLANDESTINAS.
SI NOS ATREVEMOS A PENSAR QUE UN ESTADO MODERNO NO DEBE CLAUSURAR LOS DILEMAS MORALES, SINO UBICARLOS EN LA INTIMIDAD DE CADA SUJETO.
SI ENTENDEMOS QUE SE RECURRIRÁ A ESTAS PRACTICAS EN UN MARCO DE PROTECCION Y AMPARO, EXIGIENDO LA PLENA VIGENCIA DE LA LEY DE EDUCACION SEXUAL INTEGRAL HOY INCUMPLIDA Y DESFINANCIADA.
SI TODO ELLO OCURRE, SR PRESIDENTE, ESTAREMOS CONTRIBUYENDO A SANCIONAR UNA LEY, QUE, COMO TODA LEY, IMPLICA HACERSE CARGO DE LAS DEMANDAS Y TENSIONES SOCIALES PREEXISTENTES.
SERÁ LA LIBRE DECISION DE QUIEN HACE USO DE ELLA LA QUE LE OTORGUE EL SENTIDO ULTIMO, QUE ES TAN SIMPLE COMO ENORME:
EVITAR LA SANGRE, LA MUERTE Y LA CLANDESTINIDAD.
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POR JULIA, SR PRESIDENTE, POR JULIA Y TODAS LAS JULIAS DE LA REPUBLICA ARGENTINA.