Compartimos un adelanto del libro Quilmes, la Brigada que fue Pozo de Laura Rosso.
Silvia y Rosa: Conexión Hospital
A Silvia Mabel Isabella Valenzi sus compañeros la conocían como “la Gata” o “María Emilia”. Fue secuestrada el 22 de diciembre de 1976 en La Plata, cuando salía de la casa de un familiar. Tenía 20 años y estaba embarazada de cuatro meses. La detuvo la patota de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Primero la trasladaron a la Comisaría 5º de La Plata, donde estuvo unos pocos días, y luego la llevaron al Pozo de Quilmes. Cuatro días antes del secuestro de Silvia, había sido asesinado su compañero, Carlos, a una cuadra del Parque Saavedra de La Plata. Ambos militaban en Montoneros.
Al chupadero que se escondía detrás de la Brigada le quedaba cerca el Hospital de Quilmes, ubicado a una cuadra sobre la calle Allison Bell. El Hospital Zonal General de Agudos Dr. Isidoro Iriarte ocupa toda la manzana entre las calles Humberto Primo, Cevallos, Olavarría y Allison Bell. Había sido la quinta La Elisa, una de las residencias de verano del presidente José Uriburu. Era un hospital apabellonado, construido según el modelo francés: pabellones de cirugía, traumatología y clínica médica, donde también estaba la maternidad. Más tarde se construyó un nuevo módulo sólo para maternidad: con consultorios en planta baja, Neonatología en el primer piso, Obstetricia, sala de partos, quirófano y salita de internación para puerperios y embarazos de alto riesgo en el segundo. Todo con grandes ventanales que daban a Humberto Primo. El Hospital brindaba servicios sanitarios de carácter público pero atendía también a detenidos y detenidas ilegales. Funcionó como dependencia médica del Pozo de Quilmes.
En abril de 1977, Silvia, de 20 años, estaba embarazada de siete meses y las contracciones comenzaron prematuramente. Cuatro policías y Bergés la llevaron hasta la sala de partos. Llegó al hospital esposada, en mal estado y en franco trabajo de parto, probablemente por la tortura. Bergés se fue y los policías quisieron entrar al quirófano, pero el doctor Justo Horacio Blanco, Jefe de Guardia de Obstetricia, se opuso. Dentro de la sala, sin policías alrededor, Silvia dijo su nombre y su domicilio en La Plata, contó que estaba detenida y que la habían picaneado. Poco después, a las 3:15 de la madrugada del 2 de abril de 1977, Rosa nació, prematura, con 1,900 kilos y fue llevada a Neonatología. Bergés había ordenado la separación inmediata de madre e hija después del parto. Silvia pasó a la sala de puerperio y dos horas después un grupo de policías se la llevó de ahí caminando. La pusieron en la caja de una camioneta sin identificación. Blanco vio la escena desde el ventanal del segundo piso del hospital. Rápidamente se corrió la voz de lo que había sucedido. Al día siguiente, Blanco le dijo al doctor García, jefe de la Maternidad, que la policía se había llevado a una detenida sin decir nada ni dejar ningún papel. “Bueno, yo me ocupo”, respondió García.
Cuarenta años más tarde, Blanco se pregunta por qué a Silvia Valenzi la llevaron a parir a un hospital público “que no estaba consustanciado con la policía”. No utilizaron la conexión sistemática que tenía el Pozo de Quilmes con la maternidad clandestina del Pozo de Banfield. En general, los nacimientos ocurrían en las maternidades clandestinas de los Pozos y en las comisarías. Fue uno de los pocos partos de detenidas-desaparecidas embarazadas que tuvo lugar en un hospital público.
A la niña la anotaron en el libro de partos del Hospital de Quilmes con el nombre de Rosa Isabella Valenzi, aunque unas horas después el nombre fue tachado y corregido al costado como NN. En el libro de Neonatología, que se lleva junto con el de partos, figuran los datos completos con un agregado, del 7 de abril, que dice “falleció”. Roberto Iriarte, director del hospital, se reunió con Bergés y, luego de la cita con el represor, ordenó que se destruyera el registro del libro de partos. La historia clínica de Silvia desapareció del archivo del hospital.
“La gran pregunta es qué pasó con la beba. Es un misterio”, dice Blanco. Los pediatras a los que les preguntó, dijeron que había fallecido por prematurez. “No hay ni cuerpo, ni certificado de defunción. Neonatología era una salita bastante chica, con las cunas y las servocunas. Estaba todo cerrado. Pero la beba desapareció también. Una metodología salvaje. Quienes estaban ahí deben haber sabido qué pasó. Silvia estaba embarazada de siete meses”, dice Blanco, “y eso Bergés lo sabía. ¿Qué quiso hacer Bergés, que tenía sus negocios con esos nacimientos? Quiso que una vez que la beba naciera, la llevaran a Neonatología para que sobreviviera y poder vender a esa criatura”.
Blanco declaró sobre el nacimiento de Rosa en todos los juicios realizados sobre el caso desde la llegada de la democracia y lo pagó caro. Le pusieron una bomba en la cochera de su casa, un garaje abierto sobre la vereda en el que colocaron 300 gramos de trotyl debajo del auto. En la madrugada del 24 de abril de 1987, la explosión voló el frente de la casa. Esa noche los hijos de Blanco durmieron en el piso de arriba porque habían invitado a unos amigos y tuvieron suerte: la explosión les habría costado la vida a los tres hijos.
Con la desaparición de Silvia, su familia comenzó una búsqueda a través de organismos y funcionarios que pudieran ayudar a encontrarla. Averiguaron en comisarías, hospitales y tribunales de menores. Concepción, la madre de Silvia, fue hasta la Brigada de Investigaciones de Quilmes, donde negaron conocer a su hija. El 11 o 12 de abril de 1977 fue al Hospital de Quilmes por primera vez. Le había pedido al cura de la parroquia Sagrado Corazón de City Bell que la acompañe; el cura primero accedió pero luego puso una excusa y no fue. El miedo o la complicidad hicieron su jugada. En el hospital, Concepción se entrevistó con el doctor García, que le dijo que la nena había nacido, le mostró el registro en el libro de partos, con el nombre de Silvia y de Rosa, y le dijo que vaya a ver al director. Generosa Frattasi acompañó a Concepción hasta la oficina de Iriarte, quien les negó el nacimiento. Generosa respondió: “Doctor, no hay nada que ocultar, el doctor García le mostró el libro”. Iriarte le gritó a Generosa que se dedique a sus tareas y que no se meta en lo que no le importa. A Concepción le dijo que se vaya, que ahí no había pasado nada.
Las visitas se repitieron muchas veces más. En uno de esos intentos por recuperar a su nieta, la respuesta fue que la beba había muerto por una afección pulmonar. La hipótesis de Rosaria, hermana de Silvia, es que Rosa estaba viva en el hospital cuando Concepción acudió a buscarla aquel 11 o 12 de abril. “El dato de que aparece como fallecida fue puesto después de ese día”, sostiene Rosaria. Concepción volvió al hospital muchas veces durante ese mismo mes y siempre le negaron el nacimiento de su nieta. Un enviado del consulado de Italia que hizo averiguaciones luego de la denuncia realizada por la familia de Silvia recibió la misma respuesta. El cuerpo de Rosa nunca apareció. Tampoco hubo certificado de defunción.
Rosaria declaró: “Cuando mi madre va al hospital, se cruza en la Maternidad con el doctor García, hoy fallecido, que le dice que nació la nena. Le muestra el lugar donde está anotado el parto y le dice que para pedir a la nena vaya a hablar con el director, que en ese momento era el doctor Iriarte, también fallecido. El director le niega absolutamente todo y una enfermera le dice: “Doctor, no le niegue porque el doctor García ya le dijo que ha nacido aquí”. El doctor García le pide que no lo comprometa. Mi mamá vuelve después de unos días. La vuelven a echar y le niegan absolutamente todo. Después se habla de encubrimiento y de que la nena fallece. Está anotada como fallecida pero no figura en ninguna partida de defunción. Los médicos que atestiguaron dicen que se lo contaron pero ellos no lo vieron. Nadie firmó la partida de defunción”.
La familia Valenzi apeló a la Justicia. Presentó Hábeas Corpus y se abrieron causas penales. También hubo una presentación ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y ante el gobierno italiano. Finalmente, Rosaria Isabella Valenzi, la hermana de Silvia, visitó a Monseñor Emilio Graselli para que la ayudara en la búsqueda. Graselli le respondió: “Si desapareció será porque en algo andaba”.
La familia de Silvia se había enterado del parto por una carta anónima. Después de varios años, ya en democracia, supieron que la carta había sido escrita por María Luisa Martínez de González, la jefa de parteras, que no estuvo en el hospital la noche del nacimiento. La carta denunciaba la desaparición de Rosa y había que quemarla luego de leerla. Días después del envío, secuestraron tanto a María Luisa como a GenerosaFrattasi. Primero, a María Luisa, el 7 de abril. Una semana más tarde, a Generosa. Una camioneta estacionó en la puerta del Hospital y la metieron adentro tapada con una lona. Su hermana Teresa contó que la desaparición se produjo un día después de que la enfermera acompañara a la madre de Silvia a preguntarle a Iriarte por el destino de la beba.
Norma Brola, la enfermera que asistió el parto de Silvia junto al doctor Blanco, era hermana de un ex comisario y también negó todo lo sucedido. Dijo desconocer la conexión con esas desapariciones y, según ella, Generosa y María Luisa fueron secuestradas “porque eran montoneras las dos”.