Foto: Diario Los Andes
Rolando López era hincha de Godoy Cruz. Eso es lo que el periodista mendocino hubiera querido que no falte en las necrológicas que hoy le dedican los medios de la provincia cuyana.
El Roly murió de cáncer el jueves 1 de julio y las secciones de Policiales, periodistas y escritores de todo el país lo lloran porque no era cualquier periodista. Ni cualquier escritor.
“Si algo podía definir a Rolando López, justamente, era la palabra escritor. Porque incluso en las notas periodísticas más duras y ásperas, esas tan definitorias de lo que puede ser cada subgénero periodístico (por ejemplo, la crónica policial) dejaba aflorar lo que, en el fondo, movía sus intereses y explicitaba su talento: la pasión por contar historias”, escribió Fernando Toledo en Los Andes. En ese diario, Roly trabajó 26 años, de 1993 a 2019. Desde 2001 fue jefe de la sección Policiales.
El Roly fue un amigo y aliado fundamental de Cosecha Roja. Los comienzos de esos lazos de amor y compañerismo se remontan a fines de los 90, cuando en Mendoza desapareció el joven estudiante secundario Sebastián Bordón.
“Éramos muy jóvenes, demasiado jóvenes, y desapareció Sebastian Bordón. El diario Página 12 me mandó a Mendoza”, cuenta el director de Cosecha Roja, Cristian Alarcón, quien no recuerda cómo conoció a Roly, pero sí a “ese morocho encantador abriendo su agenda” y contándole todo lo que sabía sobre “la maldita policía mendocina”.
Así, recorriendo lugares recónditos de San Rafael y con la voracidad periodística inicial de “hacerles daño a los malos e investigar con códigos walshianos la verdad que la Justicia se negaba a encontrar”, fueron haciendo red.
“Nunca más volvimos a dejar de tener contacto, cada vez que yo iba a Mendoza o que él venía a Buenos Aires. Se convirtió en un aliado, en un cómplice”, dice Alarcón. “Creció, se volvió inmenso como periodista, se convirtió en un autor y terminó siendo fundamental en la trama y en la red política y afectiva que construimos a través de Cosecha Roja”.
Roly participó en 2014 del relanzamiento del medio en el Encuentro Federal de la Palabra, en Tecnópolis, junto a Alarcón, la entonces diputada Juliana Di Tullio y otres querides periodistas y amigues: las mexicanas Marcela Turatti y Cecilia González; el entonces gerente de noticias del Canal 7, Carlos Figueroa; la directora de Radio Nacional Salta Elena Corvalán, y el cronista de policiales Rodolfo Palacios. Todes periodistas que abrazaban el género policial y acompañaban (y acompañan todavía hoy) la mirada de Derechos Humanos de Cosecha Roja.
Su biografía en la Revista Anfibia detalla una anécdota que define su perfil de periodista y escritor ambicioso: “Sus compañeros de redacción le atribuyen haber creado la “Gran Robando” (juego semántico con su nombre) que consiste en encarar una nota policial allí donde no se ve demasiado el hecho policial. “El lado B de las escuchas telefónicas”, “Entrevista a un camión robado”, son algunos de los títulos de notas hechas con el método la “Gran Robando”. Cuando Roly disertaba en facultades de periodismo acerca de este método, decía que donde otros ven vagancia, él encontraba imaginación para salvar una nota que parecía perdida.
Esa característica de buscador de historias mínimas lo llevó a trascender y a convertirse en un original escritor, aunque a él le gustaba decir, acaso por pudor, que era un periodista que escribía libros. Escribió “Partes diarios” (2000), “Entrevista con el bandido” (2006) y “Textos de periodismo para no morir en el bostezo” (2009). Para “Canelo. El perro que esperó a su dueño durante 12 años”, Roly viajó a Cádiz, España, y reconstruyó la vida del perro que conmovió al mundo al pasar largas temporadas en la puerta de un hospital.
En 2013, Roly fue finalista del Primer Premio de Crónicas La Voluntad, organizado por la editorial Planeta, Anfibia y la Fundación Tomás Eloy Martínez.
En 2015, participó del Concurso Federal de Relatos “Héroes. La historia la ganan los que escriben”, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y su texto fue uno de los seleccionados. En esa crónica contó la historia de Carolina Jacky, una mujer trans que recién a los 53 años, después de haberse casado y tener hijos, pudo ser quien siempre quiso. Cambió su DNI y se recibió de abogada. El relato fue publicado luego en Anfibia.
En el último tiempo se había obsesionado con el boxeo y escribió “El boxeador que sonreía demasiado”, libro que rescató del olvido al pugilista mendocino Alejandro Tomás Lavorante.
Silvina Tamous, periodista rosarina y parte de ese grupo de cronistas que marcó un cambio en la forma de contar los policiales, lo recuerda como un tipo “simple, sencillo, muy amoroso y compañero”. La primera vez que se encontraron en Buenos Aires, recuerda, fueron a recorrer el Cementerio de la Recoleta y se sacaron fotos en la tumba de Evita. Ese día Roly le contó la historia del perro Canelo.
“Él nunca dejó de escribir y las últimas veces que hablamos me contó de su enfermedad y me mandó su libro del boxeador, que era como su nuevo hijo, donde había puesto toda su energía”, dice Silvina.
Como periodista, también escribió para el Diario Perfil y la revista Veintitrés, entre otros. El último medio en el que trabajo fue Mendoza Post.
Para Alarcón, la pérdida de Roly es inimaginable. “Produce una desazón y una tristeza que nos marca y nos previene sobre la importancia de tomarnos todos los días la vida con la pasión con la que se la tomaba él”, dice.
Acercando un contacto, sugiriendo posibles becaries y colaboradores, compartiendo sus notas e historias, Roly siempre se mantuvo cerca de Cosecha Roja. Y lo seguirá estando, en cada historia mínima que contemos, en cada policial que rescatemos del olvido.