Ilustraciones: Federico Mercante
Lautaro, mi vecino del piso 11, es simpático, sociable y tiene mucha energía. Hijo de dos profesores, comenzó a caminar al año y hasta hace apenas un mes era hermoso verlo corretear por todo sitio posible del edificio hasta llegar a la vereda. Es rápido Lauti. A veces tanto impulso lo lleva de cola al piso pero se levanta y sigue: los pañales son su colchón portátil y personal.
Cuando empezó la cuarentena madre y padre le prepararon un batallón de actividades. Pero a los 15 meses a Lautaro ya no le interesa que le lean cuentos, hagan banderines, le canten canciones y le expliquen que no, que la tierra de las macetas no se come. Berrinchea, llora más de lo habitual, y a eso de las nueve de la noche vive su momento de descarga: aplaude, grita, toca una trompetita. Si, el encierro es por su bien. Pero a los 15 meses ¿será posible entender el concepto de “bien”?
Victoria tiene casi 3 años. La cuarentena comenzó justo cuando se había adaptado a su sala de jardín. Su mamá y su papá la pensaron, la desearon, la buscaron cuando el mundo era otro: ambos trabajaban y Vicky crecía con una familia grande que la cuidaba hasta su escolarización. Ahora por momentos está enojada con el mundo, malhumorada, y no puede sostener la atención sobre actividades que antes le encantaban -maquillarse, disfrazarse, dibujar- más que por períodos cortos. Vicky necesita a sus abueles, tíes, su jardín, la plaza. No hay virtualidad que reemplace eso. Su mamá comenzó un diario que publica en FB: “Hoy hablé con una amiga, me dijo que no aguanta más a su hijo, me sonó duro, después entendí que es un poco lo que nos pasa a todas, solo que ante los demás siempre es más “lindo” mostrar el lado A de la maternidad. A veces pasa que nos desconocemos a nosotras mismas en esta situación, pero eso no nos hace amarlos menos”.
Este año, Juan Ignacio tuvo una adaptación díficil al jardín. Una vez que dejó de patear, llorar y revolcarse no pudo ir más. Ahora hace todo eso en su casa. Acostumbrado a salir todos los días al parque, a los 18 meses está frustrado y enojado casi todo el día. Le alcanza la mochi a la mamá, las zapatillas, y sus juegos de plaza. Quiere cenar a las 5 de la tarde, se levanta a las 6 y llora más de lo habitual. La única energía que gasta es tirando todo lo que puede alcanzar: ropa de placares, ollas, juguetes. Duerme menos que lo habitual y no demuestra el menor interés en las actividades que 3 veces por semana le envía su seño de salita violeta. No hay florero ni oso con lana que le importe. A los 18 meses la vida pasa por otro lado.
Su hermana Victoria tiene 6 y va a un colegio bilingüe, con lo cual se la pasa agobiada por un primer grado cursado virtualmente. Luego de cada clase, las seños le explican los cuidados para protegerse de COVID-19. Hace unas noches que Victoria duerme con un jabón
Fermín le pone la mayor onda posible a este momento: “dirige” la tesis de maestría de su mamá, espera con paciencia que su papá pueda abrazarlo cuando vuelve del trabajo y debe limpiar todo, bañarse, poner su ropa a lavar y recién ahí expresar el afecto, hace arte en el living y juega dominó en el balcón. Hasta que explota. A los 4 años extraña a sus amigxs, y no es que no quiera a su mamá y papá: nunca los vio tanto en su vida y eso suele complicar la cosa.
Pilar e Inés son madres de Elena, de 3 años. Pilar explotó hoy en Facebook: “La situación de niñes encerrades tampoco dá para más! (…) es muy cualquiera que no puedan salir a dar una vuelta, que las madres que deben salir a comprar con sus hijes sean hostigadas por la gente o por la policía! (…) estoy harta! Son muchos días para que no contemplen a la niñez!”.
Sí: para les niñes son un millón de días. Niñes de 1 a 6 años son el segundo grupo más afectado por el encierro total, junto con les adultos mayores. El punto no es la ausencia de colegio ni amigxs, sino el encierro: por más que tengas un patio enorme, o un balcón de 50 metros, lxs chicxs ya conocen la diferencia adentro/afuera. Lo que no pueden entender es qué demonios es el COVID 19, porqué sus madres/padres están todo el día con elles, dónde están sus familiares y hasta la calesita.
¿Pensamos en les niñes?