Alika Kinan estuvo amenazada antes del juicio y Gendarmería custodiaba su casa. Hoy se convirtió en la primera víctima del país en declarar como querellante contra sus proxenetas y el Estado en la causa por red de trata en el prostíbulo “El Sheik” de Ushuaia. Antes de que declarara, los peritos del caso dieron sus opiniones y coincidieron en una cosa: Alika tenía que contar su historia sola. Entonces, le tomaron testimonio en una sala donde estaban solamente los jueces, el fiscal y los abogados querellantes.
Alika fue rescatada de “El Sheik” con otras seis mujeres durante un operativo contra la trata de personas, en octubre de 2012. El local nocturno quedó clausurado y ella se transformó en activista de los derechos de la mujer y creó el Instituto de Género Sapa Kippa. Así inició su camino para llevar al banquillo a sus explotadores sexuales. “A la fiolada, ni cabida. Ante todos los ataques que estoy recibiendo en los últimos días, previo al juicio, sólo voy a decir que los intereses de los proxenetas no van a conseguir desestabilizarme, todo cae por su propio peso”, publicó en Facebook la semana pasada.
Pedro Montoya, de 57 años, e Ivana García, de 38, están acusados de ser los dueños del prostíbulo donde estuvieron las víctimas. La tercera imputada es Lucy Alberca Campos, la encargada de “El Sheik”. A los tres se los acusa de “delito de trata de personas con fines de explotación sexual”. Las penas van de 4 a 10 años de prisión. “Montoya y García -que estań casados- se negaron a declarar hasta no escuchar a Alika y a Saly Rodríguez, otra de las víctimas. Campos presentó un escrito pero los jueces se negaron a recibirlo”, contó a Cosecha Roja la periodista de FM del Sur Constanza Ojeda, que está cubriendo el juicio.
Campos quedó detenida el 18 de octubre pasado cuando la policía allanó nuevamente el local clausurado. Fue en el marco de una causa por narcotráfico. Pero en el allanamiento la Justicia rescató a dos mujeres que fueron asistidas por trabajadores de la Oficina de Rescate de Justicia de la Nación y abrieron una investigación para ver si aún existe una red de trata. En el lugar, además de droga, encontraron siete millones de pesos.
Alika también presentó una demanda civil contra la municipalidad de Ushuaia por no protegerla. Exige una reparación económica de 2.3 millones de pesos. En la audiencia, la intendencia le solicitó al tribunal que los gobiernos de la Nación y la Provincia también se hagan responsables de los cargos, pero los jueces le negaron el requerimiento.
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La audiencia de hoy tuvo lugar en la sala “Conrado Withauss” del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego. En la puerta del edificio, desde las once de la mañana, las organizaciones colgaron una bandera que decía: “Alika no está sola”. En la movilización en apoyo a la mujer estuvieron presentes la CTA Autónoma, concejales de las localidades de Río Grande y Tolhuin, y Viviana Caminos, presidenta del Programa de Rescate a las Víctimas de la Trata de Buenos Aires.
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Alika Kinan nació en Córdoba hace 40 años. Le tocó asomar a la vida en una familia violenta de un padre golpeador y una madre golpeada. Él era dueño de un bar, ella una clienta que pasó a ser esposa. Desde los primeros años de vida fue víctima de maltratos físicos y psicológicos.
En 1996, viajó a Ushuaia a probar suerte en “El Sheik”. Viajó a Tierra del Fuego por una amiga que consiguió pasajes que le dieron de los dueños del cabaret a cambio de favores. Apenas llegó la llevaron a la Comisaría: el legajo se lo hizo el mismo policía que después sería uno de sus clientes habituales.
En esos días de “El Sheik” tenía 23 años. Y conoció un español, Miguel Marco, de su misma edad. Un verano él se la llevó de vacaciones a Barcelona. Alika quedó embarazada y se casaron. Pero el final no fue feliz: el marido violento le pegaba, le quitaba la mitad del sueldo. Después, tuvieron otras dos hijas.
Así vivió Alika varios años. Golpeada, sometida. Sin embargo, no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que su marido le pegó a Alikita, su hija mayor, hasta dejarla ensangrentada. Aun sabiendo que sacar a las chicas del país era ilegal, se jugó y regresó a la Argentina. Volvió a “El Sheik” donde trabajó hasta el operativo contra la trata que se realizó en 2012, y pudo escapar con seis mujeres más.
Desde entonces comenzó su batalla: lograr que el Estado la ampare por haber sido víctima de explotación sexual. Los cuatro idiomas que aprendió le dieron impulso para seguir y hoy, además de estudiar Sociología, dirige una organización de protección de mujeres víctimas de trata y de violencia de género. Se llama Instituto de Género Sapa Kippa, “sangre de mujer” en ona y yamana. Acaso su sangre. Acaso la de tantas como ella.
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