Carlos Cipriani López – El País de Uruguay.-
Cuando Jaime Roos escribió: “Si quisiera decirte lo más bello que evoco/usaría tu nombre si no te ofendes por el piropo”, manifestaba un halago, pero enseguida, de algún modo, pedía disculpas, por si acaso. Es difícil imaginar que después de tanta elegancia el músico uruguayo terminara un día en los tribunales por una denuncia de la piropeada. Una conducta habitual más invasora sería la de los trabajadores de la construcción, como la que retrató Jorge Lazaroff: “Albañil yo soy/ y silbador/ pa rechiflar mujeres/ de arriba e las paredes”. El silbido, aunque parezca inofensivo o invisible, es considerado un ejemplo de acoso incuestionable, en la medida que puede provocar una molestia psíquica.
Por lo menos en Chile (y tal vez en breve en Uruguay), el Parlamento estudia un proyecto de ley para penar faltas y delitos por acoso callejero. Y dentro de esta tipología ingresan las “prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semipúblicos (en shoppings, universidades o plazas) que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima, y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con la persona agredida”. Esta definición es la que da el Observatorio Contra el Acoso Callejero transandino, fundado hace dos años por la socióloga María Francisca Valenzuela, quien estuvo en Montevideo la pasada semana para contar la historia de una experiencia que involucra a un grupo de trabajo interdisciplinario.
A comienzos de mayo, en Argentina, la diputada Victoria Donda propuso asimismo un proyecto de ley dirigido a sancionar y prevenir los actos de acoso sexual en las áreas públicas. Las multas van desde los $ 2.700 hasta los $ 18.900 uruguayos. El combate en Latinoamérica al acoso social callejero se ha declarado también en Perú, Colombia, Nicaragua, Costa Rica, México, y Brasil.
Silbidos y besos
Una encuesta sobre acoso callejero que realizó el Observatorio chileno indica que, entre las formas más recurrentes, el 90% de los casos “son silbidos y otros sonidos, como besos, jadeos, bocinazos, y las miradas lascivas. Le siguen los piropos denominados agresivos (que hacen alusión al cuerpo o al acto sexual) con un 72%. Los acercamientos intimidantes y el contacto físico leve, como tocar la cintura o las manos o hablar al oído, han sido sufridos por casi el 60% de las encuestadas”. Cerca de un tercio de ellas soportó formas más graves de acoso callejero.
En Uruguay, hacia 2013 quedó derogada la figura penal de la “galantería ofensiva”. Eso sitúa al país en un vacío legal semejante al de Chile, comentó María Valenzuela en una presentación del tema organizada por la Intendencia de Montevideo y el Observatorio Contra el Acoso Callejero creado este año en Uruguay. “Solo el 1% se disculpa ante las mujeres que se ofenden”, dijo Valenzuela en la reunión de la Casa de las Ciudadanas.
En su postura extrema, hasta el piropo no significa “ni amor ni halago; y no importa si quien lo recibe siente agrado, porque es unidireccional, el diálogo ni se da”. Valenzuela explicó que hay dos mitos hegemónicos: el que culpabiliza a la víctima por su forma de vestirse, y el que justifica el acoso como parte de la naturaleza humana. Y más que como un mito, como una realidad, en tercer lugar mencionó a la mujer que “normaliza la desigualdad” porque demuestra que le gustan los piropos.
“Así como hay hombres críticos del acoso callejero, también hay mujeres machistas”, sentenció Valenzuela.
En el proyecto de ley se define como faltas a los actos invasores de la distancia psíquica del otro pero sin que medie un contacto físico. Como castigo se prevé la imposición de multas y charlas. En caso de que existiese contacto físico, se incurriría en un delito. Junto a las leyes punitivas, Valenzuela destacó que resulta necesario generar políticas preventivas y campañas de comunicación.
Encuestas trasandinas
Solo el 3% realiza la denuncia
Entre los hallazgos de un estudio de este año, se destaca que tres de cada cuatro personas han sufrido acoso sexual callejero en Chile, en los últimos 12 meses. Es decir, un 75% de la población. En el caso de las mujeres, la cifra llega al 85% y en el de los hombres, al 55%. Dos de cada cinco personas ha sufrido roces en el espacio público, y un 23% de las mujeres algún tipo de acoso grave, por ejemplo: persecución, exhibicionismo o masturbación.
Las mujeres jóvenes son el grupo más vulnerable, pues 97% de ellas ha sufrido acoso en el último año, la mitad por lo menos una vez a la semana y dos de cada 10, con frecuencia diaria. Sin embargo, el acoso es presentado como un fenómeno transversal ya que adultos y adultas mayores también lo han padecido al menos una vez en el último año.
En el 93% de los casos, el acoso es perpetrado por un hombre. Del total de víctimas, 99% de las mujeres y 50% de los hombres han sido acosados por un hombre o un grupo de ellos. El 50% de los episodios del llamado acoso callejero ocurre de día, por las tardes. Uno de tres se comprueba en el transporte público. Solo el 3% de las personas acosadas realizan la denuncia. El Observatorio chileno ha promovido diversas campañas para que aumenten las denuncias aun cuando no hay una ley, para así documentar el problema.
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