Con un clima de expectativa y concurrencia de muchos familiares y amigos de las víctimas, que ocuparon desde temprano gran parte de la sala, se desarrolló una nueva audiencia del juicio que investiga la responsabilidad de 13 imputados en las irregularidades cometidas en la investigación del atentado a la AMIA. Fue una audiencia particular: declaró un viejo conocido y el público tuvo contraargumentos para cada intervención. Los comentarios, en general irónicos, sobre las afirmaciones del imputado se dejaron escuchar en reiteradas ocasiones. Así, el ex presidente de la DAIA, Rubén Beraja, siempre de traje, se incorporó con lentitud cuando el Tribunal Oral Federal 2 le pidió que se acercara para ampliar su declaración indagatoria. Llevó consigo una carpeta con varios papeles que minutos más tarde leyó para sustentar su posición: que su imputación en este juicio es “política”, que “se quiere formar una imagen deformada” de su persona, “insensible y antisocial”, cuando él, en realidad, es una “víctima” a la que le tocó estar “en primera fila enfrentando las falencias del Estado” durante la investigación del atentado.
Al comienzo, como buen orador, Beraja habló desde lo sentimental y revivió la época del atentado, cuando él era presidente de la DAIA. “Me considero sobreviviente de la tragedia y reclamo ser respetado”, expresó en referencia a ciertos momentos de este juicio en los cuales dijo haberse sentido “agraviado en lo afectivo, porque percibo un monopolio del dolor”. La audiencia se indignó cuando pronunció esa frase. Se alcanzó a escuchar a una persona que, desde el público, ironizó: “Pero claro, si él es una víctima más”. Sin embargo, las críticas de Beraja, poco más o menos sutiles, no estuvieron dirigidas sólo a los familiares. En el reparto de reproches, también le tocó su parte al periodista de Página 12, Raúl Kollmann, quien declaró como testigo hace cuatro audiencias. En su testimonio, había dicho que Beraja pensaba que “la comunidad debía pedirle disculpas a Menem” y lo acusó de haberse movido siempre en conjunto con el resto de los imputados, es decir con el ex juez Juan José Galeano y los ex fiscales, Eamon Mullen y José Barbaccia.
Beraja dijo que la de Kollman “es una falsa declaración testimonial”. Y continuó: “Quiero destruir un mito de la literatura periodística que le da cabida a esta imputación que me tiene atrapado en este juicio” para terminar acusándolo además de tener “una cuota de responsabilidad” en el pago a Carlos Telleldín.
Según Beraja, tanto Kollman como Román Lejtman “confundieron sus roles” al haber analizado la posibilidad de escribir un libro sobre Telleldín. Si bien esa idea nunca prosperó, se usó como excusa y tapadera del pago que sí le realizó el Estado, a través de fondos reservados de la SIDE, al doblador de autos. “La iniciativa fue de ellos. Después el Estado los desplazó y pagó”.
Una operación de prensa. Tras un cuarto intermedio, el imputado continuó con la exposición de desordenados recortes periodísticos y de discursos que dio públicamente mientras estuvo al frente de la DAIA. Así pretendió demostrar “la actuación seria y coherente” de la dirigencia comunitaria. Uno de esos discursos fue, justamente, el del aniversario del atentado en 1997, acto a partir del cual los familiares de las víctimas se distanciaron de la dirigencia comunitaria tras acusar al gobierno menemista por la falta de justicia. Esa mañana, cuando Beraja habló, el público lo abucheó. “Tal vez no fue acertado el discurso porque lo intelectualicé demasiado”, reflexionó.
Familiares que brindaron su testimonio al comienzo de este juicio dijeron que ese día Beraja y Oscar Hansman fueron a la Casa Rosada a disculparse por lo que se había dicho del gobierno. Sin embargo el ex DAIA lo desmintió y denunció, por el contrario, “una operación de prensa” en su contra. “Fuimos con nuestro reclamo a pedir resultados”, agregó. Basta poner sus nombres en la web para encontrar la grabación de los dichos de estos dirigentes aquel día.
El último de los argumentos usados por Beraja para defenderse de la “descabellada imputación” por encubrimiento fue la “contaminación política de la causa”. A medida que fue nombrando a los responsables de su imputación, el nivel de euforia del público se elevó. Mencionó al fallecido abogado de Memoria Activa, Pablo Jacoby, como el primero en acusarlo políticamente. Luego habló sobre la solicitada en contra del juez Daniel Rafecas y hasta de “la novelesca aparición de Nisman muerto”, hasta que fue interrumpido por la jueza Karina Perilli para que retomara el tema pertinente al juicio. “Hubiera sido el testigo más calificado en este juicio”, agregó sobre el fiscal fallecido y responsable de presencia en ese juicio.
Dios. Opacado por la desopilante declaración de Beraja, al decir de los familiares, se presentó como testigo en la audiencia Roberto Dios, quien trabajó como auxiliar durante la investigación del atentado en el Juzgado Federal 9. Entre el público estuvieron sus ex compañeros.
Con cierta actitud defensiva, Dios afirmó ante el Tribunal que era en encargado de manejar el equipo de grabación que se usaba en el juzgado para registrar declaraciones. “Lo instaló personal de la SIDE y como yo sabía usarlo, me lo asignaron”, recordó. Dijo que, junto al ex secretario Carlos Velasco y al ex prosecretario Agustín Gamboa, quemó unos diez videocasetes por orden del juez. ¿Qué contenían esos videos? “Era de noche, no miré”, contestó.
Los abogados de las querellas lo interrogaron con insistencia sobre un episodio que no pudo recordar pero que sí quedó registrado en sus declaraciones anteriores a este juicio. En su momento, Roberto Dios contó que, a pedido del entonces juez Galeano, le mostró a Rubén Beraja la grabación de la entrevista del 1 de julio de 1996, en la que el ex juez negocia un pago a Telleldín. De todas formas, reconoció su firma en esas declaraciones por lo que quedan ratificadas como prueba documental para comprobar la estrecha relación entre Galeano y Beraja, y el conocimiento de éste último del pago al imputado Telleldín.
Ilustración: Agustina Galarr
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