Dos testigos, ambos abogados que intervinieron en la causa AMIA, declararon en la audiencia 34 del juicio que investiga el encubrimiento de los responsables del atentado. Uno de ellos Claudio Spagnuolo, quien tuvo una relación fugaz con la investigación, admitió que después de haber pasado por ello, “ni loco” se metía en la causa. El otro, Gustavo Semorile, no sólo defendió durante años a Carlos Telleldín y a otras dos personas imputadas en la causa, sino que además accedió a declarar como testigo de identidad protegida. Aún así, en esta audiencia no se acordaba de nada.
Como ya ocurrió con otros abogados, en este caso la audiencia también comenzó con el relevo del secreto profesional a los testigos. Telleldín, ubicado en el banquillo de los acusados, autorizó a Spagnuolo y a Semorile a declarar todo lo que supieran. Lo mismo hicieron Pablo Ibáñez y Miriam Salinas con Semorile. La pareja volverá a este juicio cuando les llegue el turno de declarar como testigos (Salinas estuvo detenida y declaró como testigo de identidad reservada).
El fiscal Roberto Salum interrogó a Claudio Spagnuolo sobre su relación con Gustavo Semorile y su trato con Carlos Telleldín. Contó que por 1994 estaba asociado a Semorile, quien tenía de cliente al doblador de autos. En ese contexto, asistió una sola vez a Telleldín, cuando estaba detenido por averiguación de antecedentes en la Brigada de Lanús. Allí supo, sólo por boca de su defendido, que le habían pedido dinero para dejarlo libre.
Recién en 1996 se enteró a través de su exsocio que esa extorsión de los policías a Telleldín había concluido con la entrega de vehículos como forma de pago. Y que el mismo Semorile había cobrado una moto. “Lo sé porque me dijo haberlo reconocido ante el juez Galeano. Si no (lo hacía), iba a tener consecuencias más graves”, recordó y deslizó así presiones o algún arreglo entre el exjuez y Semorile.
En esa conversación Semorile le transmitió que el juez Juan José Galeano esperaba su declaración sobre los hechos en la Brigada. El testigo lo definió como “muy extraño” por la citación y el modo de hacerlo. Pero más anormal resultó que quien tenía a cargo la investigación lo llamara días más tarde a su casa porque él había decidido no presentarse a declarar.
Finalmente, se presentó ante Galeano: fue una experiencia “muy incómoda”. Primero se reunieron en una secretaría privada y mantuvieron una charla informal en la que el exjuez fue muy insistente sobre si el excomisario Juan José Ribelli lo había extorsionado. “A mi Ribelli no me pidió nada y lo vengo repitiendo. Ya me lo preguntaron mil veces para que diga lo contrario”, aclaró nervioso y se justificó: “había que estar en ese momento sentado frente a Galeano”. Y siguió: “Estar relacionado a la causa AMIA daba una sensación de riesgo de quedar detenido”. Pero esa sensación no terminó allí.
La declaración testimonial vino después y la llevaron a cabo los secretarios de Galeano, quienes siguieron la misma línea de interrogatorio de su maestro. “Intentaban torcer esa respuesta para que pareciera que Ribelli me había extorsionado”, dijo y nombró a cada uno de los hoy investigados por encubrimiento. “(Javier) De Gamas me hablaba a milímetros de la cara, a (Susana) Spina la tenía en la nuca y (Carlos) Velasco escribía y me miraba. Me hacían preguntas como si fuera un acusado. Y yo no estaba en posición de hacerme el machito”, justificó.
Alterado por el recuerdo de su mal paso por la causa, Spagnuolo aclaró también su intención de alejarse completamente de ella. “No era una causa normal. Ni loco me metía”. Pero su intento fue fallido. Tiempo después de su declaración en el Juzgado, su teléfono ya había sido intervenido por el juez.
Semorile, el memorioso
Tras un breve cuarto intermedio, Semorile -el entonces abogado de Telleldín y sus allegados Pablo Ibáñez y Miriam Salinas- declaró durante dos horas. Fue impreciso cuando se trataba de su tarea. Alegó mala memoria cada vez que se le preguntaban por irregularidades. Y regaló certezas sólo a favor de los acusados.
Nuevamente la Fiscalía comenzó y Sabrina Namer tomó la palabra.
– ¿Usted fue abogado de Miriam Salinas y Pablo Ibáñez?
– Sí.
– ¿Qué se les imputaba en la causa AMIA?
– Y.. ahora no lo recuerdo.
– ¿Dónde estuvo detenida Miriam Salinas?
– No. No recuerdo.
– ¿Y durante cuánto tiempo estuvo detenida?
– M…No me acuerdo.
Así fueron sus respuestas en torno a Salinas e Ibáñez con quienes admitió haber tenido una relación tan cercana al punto de que fueron elegido padrinos de una de sus hijas. Pero en lo relativo a la investigación, no recordaba.
Menos aún cuando le preguntaron casi indicativamente por qué había recomendado a sus defendidos declarar en la causa que los tenía detenidos como testigos de identidad reservada. “Lo ofrecieron desde el Juzgado y los fiscales. Lo charlamos y me pareció bien”, recordó vagamente hasta que le preguntaron cómo era posible que declararan en calidad de testigos personas que estaban imputadas. Y ahí recurrió nuevamente a su estratégico “no recuerdo”.
La claridad sólo llegó a su relato una vez que fue el turno de las defensas, quienes también habían pedido a este testigo. “¿Le hicieron alguna propuesta ilegal?”, preguntó el abogado de los ex fiscales. “Nadie y, de ser así, lo habría denunciado”, respondió como si le preguntaran por su nombre. Desde la primera fila de la antesala, donde se ubica desde que comenzó el juicio, a la esposa de Ribelli se le escapó un “mentiroso”.
Después, las preguntas rondaron sobre sus declaraciones como testigo de identidad reservada. “Me lo ofreció Galeano y era mi forma de colaborar”, admitió pero no logró precisar si quiera el tema sobre el que declaró en ese momento. Con esto y tras otras preguntas que quedaron sin respuesta, los jueces lo dejaron ir.
Próxima audiencia
Según anunciaron los jueces del Tribunal Oral Federal 2, las audiencias se retomarán recién el 19 de mayo debido a que no hay disponibilidad de sala. Lo mismo, ya anticiparon, ocurrirá el día 23.
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